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29 julio 2006

Poema

¡Ah! Esta mi vieja manía
de querer hacerlo todo
un barquito de papel.

Inoportuno he sido.

Con los pies desnudos
en los lodosos torrentes,
buscando quemarme en una voz,
perderme en el laberinto de una mirada.

Se han ido mis barcos todos
y ocurrió con mis sueños
lo que ocurre con el miedo
cuando la esperanza muere.

Tan fatuo he sido.

Tan corta la tormenta,
tan frágiles los naufragios,
tanto papel de engaño.

Barquitos
de gozo inconcluso.

Una mirada, una voz.

Y si de ellas nace en mi cuerpo
un amoroso afecto,
¿por qué en mi pecho tan junto
e inseparablemente
surge este mi anhelo
de encontrar pronto los pañuelos?

Por una voz,
por unos ojos,
tantos barcos se me escapan de la mano.

Ahora soy.

Tan oscuro como antes,
pozo sediento de dos estrellas,
ondoso estanque
donde calla el viento
y vela y boga la sed
buscando el amaranto,
la amapola y el clavel.

La voz.

Fuego que llama mis barcos.
Fuego que inunda de alacranes mis sienes.

Esa mirada,
este cielo, ese prado que circunda,
me absorbe, me envuelve
y me deja nuevamente oscuro.

Ahora vuelvo a ser
y siento que no he sido.

11/10/1989

26 julio 2006

Timor: es sólo el comienzo

El artículo del profesor Boaventura de Sousa Santos me ha llegado a través del diputado estadal Estilac Xavier (Río Grande del Sur) del Patido de los Trabajadores.
Boaventura de Sousa Santos
Sociólogo portugués, es profesor de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal)

Una cosa parece cierta: Timor es la primera víctima de la nueva Guerra Fría, que surge apenas, entre los Estados Unidos y China.

La crisis política en Timor, además de haber tomado por sorpresa a la mayor parte de observadores, provoca perplejidad y exige, por ello, un análisis menos trivial del que está vehiculando la comunicación social internacional. ¿Cómo puede un país que, a fines del año pasado, tuvo elecciones municipales que fueron consideradas por todos los observadores internacionales como libres, pacíficas y justas, estar inmerso en una crisis de gobernabilidad? ¿Cómo puede un país que, hace tres meses, fue objeto de un elogioso informe del Banco Mundial, que consideró un éxito la política económica del gobierno, pasar ahora a ser considerado por algunos como un Estado fracasado?
A medida que se profundiza la crisis en Timor Oriental, los factores que la han provocado se van volviendo más evidentes. La ingerencia de Australia en la fabricación de la crisis está ahora bien documentada y existe ya hace varios años. Documentos de política estratégica australiana de 2002 revelan la importancia de Timor Oriental para la consolidación de la posición regional de Australia y la determinación de este país en salvaguardar a toda costa sus intereses. Los intereses son económicos (las reservas de petroleo y gas natural están calculadas en 30 billones de dólares estadounidenses) y geo-militares (controlar las rutas marítimas y frenar la emergencia del rival regional: la China).
Desde el inicio de su gobierno, el primer ministro timorense, Mari Alkatiri, un político lúcido, nacionalista, pero no populista, centró su política en la defensa de los intereses de Timor, asumiendo que éstos no urgen coincidir con los de Australia. Esto quedó claro, desde luego, en las negociaciones sobre el reparto de los recursos del petroleo, en las que Alkatiri luchó por mayor autonomía de Timor y por un reparto más equitativo de los beneficios.
El petroleo y el gas natural han sido la desgracia de los países pobres. Y un David timorense se atrevió a resistirle al Goliat australiano, subiendo de 20% a 50% la parte que le correspondería a Timor de los rendimientos de los recursos naturales existentes, tratando transformar y comercializar el gas natural a partir de Timor, y no de Australia, concediendo derechos de exploración a una empresa china en los campos de petroleo y gas bajo el control de Dili.
Por otro lado, Alkatiri resistió a las maniobras intimidatorias y al unilateralismo que los australianos parecen haber aprendido de los norte-americanos. Se atrevió a diversificar sus relaciones internacionales, confiriendole un lugar especial a Portugal —que fue considerado como un acto hostil por Australia— e incluyendo en ellas a Brasil, Cuba, Malasia y China. Por todo esto, Alkatiri se volvió en el blanco de ataques. El hecho de que se tratara de un gobernante legítimamente electo hace que esto no sea posible sin destruir la joven democracia timorense. Es esto lo que está ocurriendo. Una ingerencia exterior nunca ha tenido éxito sin aliados en el interior que amplíen el descontento y fomenten el desorden.
Hay una pequeña élite descontenta, quizás resentida por no haber tenido acceso a los fondos del petroleo. Está la Iglesia Católica, que después de haber tenido un papel meritorio durante la lucha por la independencia, no ha dudado poner sus intereses por encima de los intereses de la joven democracia timorense al provocar la desestabilización política con las vigilias de 2005, únicamente porque el gobierno decidió volver facultativa la enseñanza de la religión en las escuelas.
Y está, por supuesto, Ramos Horta, Nobel de la Paz, político de ambiciones desmedidas, totalmente alineado a Australia y a los Estados Unidos y que, por esta razón, sabe que no tiene hoy el apoyo del resto de la región para su candidatura a secretario general de la ONU. Es el responsable de la pasividad chocante de la CPMP (Comunidad de Países de Lengua Oficial Portuguesa) en esta crisis.
La tragedia de Ramos Horta es que nunca será un gobernante electo por el pueblo, al menos sin apartar totalmente a Mari Alkatiri. Para eso es necesario transformar el conflicto político en un conflicto jurídico, convirtiendo eventuales errores políticos en crímenes y contar con el celo de un procurador general para producir la acusación. De ahí que las organizaciones de derechos humanos, que tan alto alzaron la voz en la defensa de la democracia en Timor, tengan ahora una misión muy concreta que cumplir: conseguir buenos abogados para Mari Alkatiri y financiar los gastos de su defensa.
¿Y qué decir de Xanana Gusmao? Fue un buen guerrillero y es un mal presidente. Cada siglo no produce sino un solo Nelson Mandela. Al amenazar con renunciar, creó un escenario de golpe de Estado constitucional, un atentado directo a la democracia por la que tanto luchó. Un hombre enfermo y mal aconsejado, corre el riesgo de hipotecar el crédito que aún tiene en el pueblo para abrir camino a un proceso que acabará por destruirlo.
Timor no es el Haití de los australianos, pero si llegara a serlo, la culpa no será de los timorenses. Una cosa es cierta: Timor es la primera víctima de la nueva Guerra Fría, que acaba de surgir, entre los Estados Unidos y China. El sufrimiento va a continuar.

23 julio 2006

Cineastas israelíes contra la guerra

Nosotros, cineastas israelíes, saludamos a todos los cineastas árabes reunidos en París en la Bienal del cine árabe. A través de ustedes, deseamos enviar un mensaje de amistad y de solidaridad a nuestros colegas libaneses y palestinos que están siendo encerclados y bombardeados por el ejército de nuestro país.

Nosotros nos oponemos categóricamente a la brutalidad, a la crueldad de la política israelí, que ha alcanzado nuevas cimas en estas últimas semanas. Nada puede justificar la continuación de la ocupación, el aislamiento y la represión en Palestina. Nada puede justificar el bombardeo de la población civil y la destrucción de las infraestructuras en el Líbano y en la banda de Gaza.

Permítannos decirles que vuestras películas, que nosotros nos esforzamos de ver y de divulgar en torno nuestro, son muy importantes para nosotros. Ellas nos ayudan a conocerles y a comprenderles. Gracias a vuestras películas, los hombres, las mujeres y los niños que sufren en Gaza, en Beirut y en todas partes en donde nuestro ejercito despliega su violencia, adquieren para nosotros nombres y rostros. Nosotros queremos agradecerles y alentarles para que continúen filmando a pesar de todas las dificultades.

En lo que nos concierne, nos comprometemos a seguir expresando, a través de nuestras películas, nuestras tomas de palabra y nuestras acciones personales, nuestra oposición categórica a la ocupación y nuestro anhelo de libertad, de justicia y de igualdad para todos los pueblos de la región.

Nurith Aviv / Ilil Alexander / Adi Arbel / Yael Bartana / Philippe Bellaiche / Simone Bitton / Michale Boganim / Amit Breuer / Shai Carmeli-Pollack / Sami S. Chetrit / Danae Elon / Anat Even / Jack Faber / Avner Fainguelernt / Ari Folman / Gali Gold / BZ Goldberg / Sharon Hamou / Amir Harel / Avraham Heffner / Rachel Leah Jones / Dalia Karpel / Avi Kleinberger / Elonor Kowarsky / Edna Kowarsky / Philippa Kowarsky / Ram Loevi / Avi Mograbi / Jud Neeman / David Ofek / Iris Rubin / Abraham Segal / Nurith Shareth / Julie Shlez / Eyal Sivan / Yael Shavit / Eran Torbiner / Osnat Trabelsi / Daniel Waxman / Keren Yedaya

Reflexión sobre la creación

La función del arte

Es una evidencia que el arte cumple alguna función dentro de la sociedad. Lo digo así, tanto por su permanencia, como por el afán que han manifestado los hombres por encontrarle una finalidad. No es necesario trazar aquí el gigantesco panorama de las poéticas que han existido a lo largo de los siglos, además eso sería una tarea demasiado grande para mí y fuera de propósito para el alcance que le doy a este escrito. Mis consideraciones serán estrictamente políticas, al afirmar esto, no estoy diciendo partidarias. Me refiero que el arte surge y se desarrolla en el seno de la sociedad. Se trata pues de un fenómeno social y por lo tanto histórico, esto nos lleva a concluir que el arte es un fenómeno moviente, dinámico. Asimismo la actitud de la gente ante este fenómeno no ha sido la misma al correr del tiempo, ni tampoco única. Incluso muchas luchas ideológicas han atravesado justamente las sociedades tratando de encontrarle una función y una finalidad al arte. Muchas ideas sobre el arte se han plasmado artísticamente. El arte mismo y su interpretación han sido lugares de batallas ideológicas. ¿Nuestro tiempo escapa a estas batallas? No lo creo.
Como todo fenómeno social —recorrido por todas las tensiones sociales— el arte no es simplemente un objeto, desde el momento que su existencia como tal implica otros hombres además del creador, necesariamente concluimos que el arte es una relación humana. El arte no es sólo el producto de la actividad del artista, el espectador o el lector participan en el cumplimiento de la obra. El cumplimiento de la obra de arte es su exposición, es decir, su puesta ante el público. Esta puesta ante el público es también un fenómeno histórico, una institución social, no es un simple acto individual, una decisión personal del artista, la implica, es evidente, pero no la completa. La decisión personal del artista de exponerse es una condición necesaria, pero no suficiente, los lugares del encuentro del artista con su público son sociales, son históricos, cambian con el tiempo. Y el tiempo les impone su impronta. Para poner algunos ejemplos, Homero y otros poetas griegos se enfrentaron directamente al público, su creaciones fueron recitadas antes de ser escritas en pergaminos. Las obras medievales se presentaban también a viva voz, aunque su divulgación fuera primero por escrito. La aparición de la imprenta va a cambiar el modo de presentar las obras. Incluso la lectura en voz alta va ir desapareciendo poco a poco y la lectura silenciosa va liberar la creación de algunas obligaciones mnemotécnicas.

Lo individual y lo social

Las condiciones de la creación artística reúnen aspectos de la historia individual, como aspectos sociales generales. De seguro podría conformarme con señalar que todo individuo, por muy particular que sea, es el producto de su época. Pero esta verdad es demasiado universal, abarca tanto que nos priva justamente de atender lo particular, lo que le confiere al objeto artístico su irreductible estatuto de obra única. Este estatuto procede de la irreductible personalidad del artista. No entro aún en esto a consideraciones estéticas. No obstante es innegable que desde el primer momento, desde la primera intención de un individuo de crear un objeto de arte, se encara el momento valorativo: crear es descartar para optar.
Descartar y optar son las faces de la misma moneda, se ejecutan en el mismo acto. La gama de opciones que se presenta ante un artista está determinada por el momento histórico. Al acto de optar —al de elegir un posible para realizarlo— se suma la función valorativa que va más allá del simple acto y que introduce lo estético y lo ético. El artista en la intimidad de su acto creativo no se enfrenta ante posibles personales, la combinación que haga de los posibles puede ser sumamente personal, pero éstos son eminentemente sociales, históricos. El acto de optar lo une a la historia, lo compromete con el instante, con la circunstancia. Negarle al acto creativo compromiso, es enajenarle los momentos estético y ético. Optar implica valorar. Valorar implica elegir entre posibles y esto último es tomar partido. Toda elección es una toma de partido. El artista consciente o inconscientemente opta en vista de la obra acabada y del posible cumplimiento de la obra frente al público. Durante todo el proceso creativo el artista se enfrenta a la finalidad, a la función de su obra.
Indiscutiblemente el acto creativo es sumamente íntimo, personal, único. Las opciones lo son también por mera consecuencia. No hay pues ningún arte, ninguna obra de arte que no sea el resultado de un compromiso con las opciones hechas. La obra es el producto final de todas las opciones realizadas, opciones estéticas, que encontrarán o no asentimiento en el público. El desacoplamiento estético entre las opciones del artista y su público no significa imperativamente que el artista se haya equivocado. Muchos innovadores, muchos creadores no tuvieron momentos de gloria con sus contemporáneos. Lo mismo suele pasar con las opciones éticas.
Podría pensarse que al hablar de los momentos estético y ético reparto cada uno de ellos entre la forma y el contenido respectivamente. No es esa mi visión. Ambos momentos los vinculo con el objeto integral de la creación artística. El universo o el mundo que cobra forma dentro de la obra de arte no es un simple espejo tendido a la sociedad por el artista. La visión estética y ética del autor se plasma en la obra y está presente en cada opción hecha por el artista. Este proceso no es obligatoriamente consciente.

Simple diversión o acto cultural

Resulta superfluo afirmar que el artista pretende ofrecernos una obra acabada y que ha buscado armonía, equilibrio, belleza. Superfluo es también afirmar que el público acude a la obra para compartir lo encontrado por el artista y busca el regocijo, el goce estético, pretende deleitarse. Lo que no es superfluo es desmenuzar el significado de estos dos momentos de la obra, el momento íntimo, personal de la creación y el momento público, social del arte. Los artistas pueden tener muy diferentes objetivos cuando emprenden la creación de una obra de arte. Incluso el grado de consciencia de esos objetivos es también muy diferente. Aquí existe una gama muy variada de actitudes y grados de consciencia y entregarnos a una fenomenología de la creación artística nos parece de alguna manera imposible e incluso inútil. Imposible pues sería necesario para ser objetivos inquirir lo que cada artista siente o presupone sentir, confiar en que sus "confesiones" sean sinceras o simplemente fiables. He usado el verbo sentir, pero de inmediato se me ha ocurrido que también sería necesario analizar su pensar. Si uso aquí el infinitivo es para subrayar lo que tiene de proceso esta actividad. Su inutilidad se desprende de la imposibilidad.
No obstante ¿podemos afirmar que esa gama de actitudes es infinita, que no tiene asideros sociales, que no existe ninguna base común? Nos es permitido pensar que esta comunidad existe y que está determinada por las circunstancias históricas en las que el artista emprende su creación. En estos momentos, en que el dominio universal del capitalismo ha convertido el libro en mera mercancía, cuyo valor mercantil se determina por el mercado y su vida en el mercado se determina por la voluntad de obtener el máximo beneficio en el tiempo más corto, no podemos negar que esto influye de una o de otra forma en el contenido de la obra y en la actitud del artista.
¿Cómo influye en el momento creativo, en el momento íntimo de la toma de decisiones estéticas y éticas? Esta pregunta tiene de seguro sus respuestas. Respuestas múltiples y variadas que dependen de la aceptación o no del carácter mercantil de la obra de arte. No se trata pues simplemente de saber si el arte es una diversión más o si es una obra cultural que tiende no sólo al solaz del público, sino también a la recreación de personalidades, a la asunción de valores humanos que favorezcan el florecimiento de la persona.
Carlos Abrego

06 julio 2006

Un cuento

Ningún desenlace

Carlos Abrego

Las sombras de la noche bosquejaban los árboles del parque. La luna parecía definitivamente ausente. De vez en cuando la brisa se acercaba al murmullo de las ramas y refrescaba el apretado paso de los últimos transeúntes. Un hombre sentado en uno de los bancos cercanos al quiosco tenía la apariencia de un bulto abandonado por simple descuido. Tal vez esperó inútilmente durante muchas horas, pero él sabía perfectamente que ya nadie, ni nada lo aguardaba. Aquel día lo vieron merodear sucesivamente por el Modelo y en las cercanías de la Mariano Méndez, luego alguien, cerca del hospital San Juan de Dios, le advirtió, en una bocacalle, que la alcantarilla no tenía tapa. Sonrió y casi se disculpó por su inadvertencia.
Su vestimenta no dejaba entrever ninguna venida a menos, sólo un deslustre tal vez podía sugerirlo. Su andar tampoco era el de alguien que luce desgano por la vida o que denuncia su maltrato. La expresión de su rostro era dura, pero no agresiva. No obstante algo había en él que movía a una leve compasión, a mostrarse prevenido con él. Desde hacía algunos días había vuelto. Se hospedó en un cuarto de pensión, por San Lorenzo. Muy pocos lo reconocieron o creyeron reconocerlo. No buscó el trato con nadie, entraba en los almacenes, tiendas, cafés saludando como se acostumbra y se despedía de igual modo.
Su regreso parecía tener un objetivo muy preciso, por lo menos fue lo que se pensó al principio cuando apareció por primera vez en el patio de la Alcaldía. Algo se dijo de su pasado y del día de su fuga. Aunque para muchos esa era una palabra manchada por el tiempo, ahora los que se acordaron de lo sucedido prefirieron esquivar las miradas y las posibles preguntas. Luego la gente se acostumbró a verlo recorrer las calles con el mismo paso y sin ningún propósito determinado, por lo menos en apariencia. Alguien sugirió que el tiempo le había borrado de la memoria las calles y sus nombres y que sus caminatas eran un esfuerzo por revivir lo que ya no volvería.
Se supo que recibió una visita en la pensión, ya de noche. Ningún detalle que pudiera darle carnes al rumor vino a alimentar la curiosidad de todos. Fue entonces que se sugirió que sus paseos sí tenían finalidad, mostrarse y hacerse ver. Los interesados iban a enterarse y a darse por entendidos. Eso explicaba la nocturna visita.
Ahora era extraño verlo ahí sentado en el banco del parque. Cuando llegó comenzaba a vaciarse de todos los vagos que permanecen ahí durante el día y de los vendedores de sorbetes y helados que tratan de juntar sus miserables cabos. Ninguno le prestó atención. La gente se ha acostumbrado a las vestimentas foráneas, su camisa cuadriculada era de colores menos floridos que los que suelen usarse en el trópico, el corte del pantalón algo tenía, tal vez los pliegues o los bolsillos, que los distinguía de los que se confeccionan aquí. Sólo eso podía delatarlo como alguien que acababa de regresar, su paso fue decidido, su manera de sentarse podía insinuar que acostumbraba a venir todos los días. Antes, ya hace años, los jueves había conciertos en el Menéndez y muchos venían temprano a sentarse alrededor del quiosco. Luego vino la guerra y acabó con los conciertos. La noche entró oscura y de repente. El último terremoto derribó el campanario del Calvario y las horas pasan ahora en silencio por el parque.
En algunos hogares ya se comentaba que el recién venido estaba en el Menéndez y que ahora se sabría a ciencia cierta cuáles eran los reales motivos de su regreso, de sus largas caminatas por las calles de la ciudad. Su silenciosa actitud había incomodado a muchos, algunos esperaron que iba a estrecharles la mano con efusión, tratar de recordar aquellos tiempos, los de antes, cuando aún uno no se había acostumbrado a encerrarse desde temprano, sobretodo ahora sin ningún motivo alegable. Pero ahora los que podían recordar con él alguna cosa ya eran pocos y casi todos temían que el hombre quisiera arreglar cuentas, arrancar inútilmente las costras y remover heridas. El pasado es el pasado.
Al día siguiente, alguien se acercó y trató de despertarlo. No lo consiguió, llamó auxilio. El forense fue parco, paro cardiaco. Los funerales los organizó una compañía cuyos empleados guardaron silencio sobre los deudos que encargaron la ceremonia o tal vez lo ignoraban. En todo caso, después las cosas volvieron a su sitio. La gente lo fue olvidando y ya nadie volvió a esperar ningún desenlace.