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21 octubre 2006

El Sr. Douglas Barclay: ¿embajador o procónsul?

Por Carlos Abrego

En el proemio de su discurso, el Sr. Douglas Barclay, Embajador de los Estados Unidos en El Salvador, justifica su presencia en la tribuna que le ofrece FUSADES —organismo del patronato salvadoreño— por el amor que siente hacia nuestro país. Y concluye que su amor puede valerle para abandonar las conveniencias diplomáticas y recobrar las acostumbradas entonaciones de Procónsul que han practicado a sus anchas los embajadores del Imperio en nuestro país. Dicho de otro modo, una vez que nos ha pasado la pomada... ¡se le despertó el indio! Y sin ambages se mete en nuestros asuntos.

La acogida que le han reservado a su discurso me obliga a intervenir nuevamente sobre nuestra independencia y nuestra soberanía. Me he enterado que muchos quedaron asombrados, otros se han quedado callados y otros han exigido que se le obedezca. Por mi parte no pertenezco a ninguno de estos tres grupos: estoy indignado y quiero decirlo. Y sobre si hay que obedecer a las órdenes del Sr. Barclay, lo mínimo es que analicemos primero sus proposiciones y evaluemos su pertinencia.

No creo que el señor embajador haya querido ofendernos, no obstante el primer punto que toca es muy litigioso entre nosotros los salvadoreños. Contradiciendo a muchos de entre nosotros le da una nota de excelencia a instituciones salvadoreñas que no solo renquean, sino que han mostrado que son sordas y ciegas. Se trata del TSE, de la Fiscalía General y de la Procuraduría de la República. Como guarda silencio sobre la actividad de la Procuraduría de los Derechos Humanos, sospechamos que no estaba obligado a ensalzar a lo que nosotros mismos le vemos defectos. No cabe pretender que el Sr. Barclay lo hizo por discreción diplomática.

Paso por alto, no porque no sea importante, algunos elogios inoportunos del señor Embajador, sobre los logros económicos y sociales de los gobiernos de ARENA, ni comento el encomio que hace de la precipitación del gobierno en firmar un tratado (CAFTA), cuyo desequilibrio en detrimento de nuestra economía ya ha sido ampliamente demostrado. En esto el señor Barclay cumple su misión, defender los intereses de su país.

Las vidas truncas

Luego el señor Barclay aborda el tema candente de nuestra actualidad, la violencia criminal que le es atribuida a las pandillas. Dado que se dirigía particularmente a los miembros del patronato y que la institución que lo ha invitado le sirve a los patrones, no puedo censurarle que encare casi exclusivamente de modo monetario este problema y que lo plantee ante todo como un costo económico, como un incremento en los precios, como un menos en el producto interno bruto. Se sabe que el olmo no da peras.

El sufrimiento de las familias, las vidas truncas, el costo social nos gritan a todos cada día. Para mí se trata de nuestra juventud que se va por los caminos del delito y del crimen. Esto nos está desintegrando en tanto que sociedad desde adentro. Con tanto crimen no podemos decir que estamos en tiempos de paz. La cosa se agrava con la reaparición de “escuadrones de la muerte” que nos retrotraen a los oscuros momentos de los crímenes políticos. El terror carcome nuestras consciencias, entorpece nuestra capacidad de análisis y propaga el miedo que no es buen consejero.

Son incontables los artículos que han abordado el tema, muchos para manifestar su indignación, otros para sugerir respuestas. Recientemente recorrió el país, viniendo de Oriente, una manifestación que llegó hasta San Salvador. Un partido político llenó un estadio para manifestar su apego a la paz y presentar sus soluciones a este problema social. Aparentemente los consejeros consulares del Sr. Barclay no tuvieron tiempo de informarlo. Así que como un moralista del siglo XVIII el diplomático estadounidense nos recrimina y nos acusa de insensibilidad e indiferencia ante este flagelo: “¿Dónde está la condena pública masiva y la presión hacia sus representantes electos, tanto hacia el gobierno central, como al poder legislativo y los gobiernos locales para lograr un programa integrado contra la criminalidad?”, se atreve a preguntar.

¿La barbarie contra la barbarie?

¿Qué nos propone el Sr. Douglas Barclay? Sus proposiciones concretas —que le han sugerido sus interlocutores en Washington— no difieren en mucho de lo que nos han propuesto nuestros gobiernos con sus leyes “mano dura” y “super mano dura”. Poner más policías en la calle y sacar a los criminales de las calles para encarcelarlos. Esto hasta parece que nos está recomendando soplar y hacer botellas. Nadie en nuestro país ha negado nunca que sea necesario castigar el crimen, esto está contemplado en nuestras leyes, en las leyes que existían antes de las leyes “anti-maras” que simplemente le dieron la espalda a las convenciones internacionales de protección de la infancia y como lo decía aquí mismo la semana pasada han dado por resultado la recrudescencia de los actos delictivos. También nos propone la necesidad de “tribunales especiales”. No creo que saliéndonos de nuestro derecho podamos impartir justicia, que de eso se trata. Tribunales especiales que no tendrán el control necesario y que serán instancias extralegales. Le aplicaremos la barbarie a la barbarie. Esto es la indignante conducta del gobierno y las asambleas de los Estados Unidos, que han legalizado la tortura. La tortura aunque se le cambie de nombre, aunque la ampare una ley no deja de ser un acto de barbarie que debe indignar a toda persona que tenga pretensiones de defender los derechos humanos y que abogue por el respeto de las libertades públicas

La presencia policial en las calles es necesaria como medida disuasiva, como un parámetro preventivo. Pero no podemos darle a la policía la misión de capturar de manera indiscriminada a los sospechosos de pertenecer a una banda. Ese tipo de métodos represivos lo practicó el ocupante nazi en Europa. En nuestro país fue puesto en uso con las leyes “mano dura” y “super mano dura”, sin dar ningún resultado positivo.

Se trata de erradicar el crimen. Para eso necesitamos una policía preparada que lleve a cabo la investigación necesaria, que recoja las imprescindibles pruebas para poder instruir los juicios que sean dignos de este nombre. Proceder de otra manera nos conduciría a la ausencia del derecho, nos hundiría en la barbarie de un régimen totalitario. Los tribunales de excepción para impartir la justicia sirven de mampara para introducir lo arbitrario en la vida civil. No podemos dejarnos conducir hacia eso por los criminales que hoy nos están acosando. Hay que aplicarles la ley, toda la ley con todo su rigor, pero nuestras leyes, las que hemos elaborado, la que nos permite ofrecerle a todo ciudadano el derecho a la presunción de inocencia y el derecho a defenderse.

La policía tal cual ha sido militarizada actualmente, con sus aspectos exclusivamente represivos, provocaría en la población efectos contrarios. La policía tiene que recobrar el estatuto de civil que le adjudicaron los acuerdos de paz. La población ha perdido toda confianza en la institución policial. Una de las medidas urgentes para combatir el crimen organizado es la depuración en sus filas. Asimismo es conveniente que la policía recobre una función de agente de tranquilidad, de seguridad y de orden. Muchos son los casos de jóvenes que se quejan de maltrato, insultos y golpes que reciben en los locales de la policía. Iba a agregar sin motivo. Pero en realidad la policía no puede nunca alegar un motivo, ni razón para maltratar a nadie, para insultar a nadie, para golpear a nadie. El agente de la policía que es el garante de la vida civilizada no puede arrogarse el derecho de infringir la ley. Claro que necesitamos de la policía en las calles, en los barrios para que den seguridad, pero una policía que haya recobrado con su conducta la confianza de la gente. No es pues, soplar y hacer botellas.

Todos sabemos que las cárceles en El Salvador están superpobladas y que no cumplen en absoluto su función de rehabilitación. La promiscuidad existente en nuestras cárceles es un factor generador de reincidencia y de perfeccionamiento criminal. También en esto no se trata simplemente de condenar a penas de la cárcel. Las penas de cárcel que han sido aprobadas recientemente en nuestra asamblea son simplemente absurdamente inhumanas, sobre todo cuando se trata de aplicarlas a menores de edad. Si, es cierto, necesitamos nuevas cárceles, mejor dotadas y más seguras tanto para los que tienen la responsabilidad de vigilantes, como para los reos mismos. No podemos permitirnos el lujo de tener escuelas del crimen en las prisiones.

Todo esto hay que tenerlo en cuenta sin perder de vista que hay urgencia. Y en esto debemos darle toda la razón al Sr. Douglas Barclay. No podemos seguir perdiendo el tiempo en politiquerías, en partidismos y provechos electoralistas. Hay obligación del Estado de garantizar la tranquilidad y la seguridad de las personas. Esto lo contempla la ley. Pero las autoridades gubernamentales tienen que obrar con rectitud y sinceridad por el bien del país. Se trata de tomar medidas concertadas, aplicables y justas. Aunque creo que ya todos nos habíamos dado cuenta de que existe urgencia de actuar eficazmente, sin necesidad del Sr. Barclay.

Nuestros males no vienen sólo de afuera

Hay otros temas que abordó el Sr. Embajador que no podemos tampoco dejar sin dar nuestra opinión. Pues esto nos incumbe. El acto legislativo de elaborar y aprobar el presupuesto no es algo que requiera precipitaciones. Las experiencias pasadas nos han mostrado que la oposición tiene que mostrarse firme para obtener la información necesaria sobre las entradas presupuestarias y el destino del dinero recolectado. Durante todos estos años cuántas proposiciones del FMLN han sido discutidas, tomadas en serio? No estoy hablando que hayan sido aceptadas y puestas en marcha, simplemente discutidas.

El Sr. Douglas Barclay entona la misma canción de “acabar con la polarización política”. ¿De qué se trata? ¿De dónde ha surgido esta polarización? ¿Es algo que nos ha caído como un castigo del cielo? Sé que muchos en el país pugnan por lo mismo, por la desaparición de oposiciones radicales, por posibles compromisos que le den la espalda a los intereses populares. Porque mientras persista la injusta polarización económica y social en el país, será siempre necesario que haya quien piense que lo esencial es que desaparezca la extrema pobreza de un lado y la opulencia del otro.

El vocero del Frente llamó al gobierno a obedecer al Sr. Embajador. Muy bien. Está de acuerdo en que nuestra sociedad ofrece las mismas “oportunidades” a todos los ciudadanos. A veces hay que dejar de lado las conveniencias y recordar que buena parte de nuestra miseria viene de los Estados Unidos. ¿Acaso han olvidado que durante la guerra los Estados Unidos asesoraban al ejercito? ¿Han olvidado que los Estados Unidos “invertían” un millón diario en “ayuda militar? ¿Han olvidado que quien fija los precios de nuestras materias primas son ellos? No comparto con el Sr. Douglas Barclay los mismos conceptos de libertad y de democracia.

Nuestros males no vienen sólo de afuera. También vienen de la estructura injusta de nuestra sociedad, pero mucho sabemos nosotros que viviríamos de otra manera si las injerencias extranjeras en nuestros asuntos cesaran. Viviríamos mejor si en lugar de imponernos tratados de libre comercio con enormes desequilibrios, empezaran por revisar la deuda y los leoninos intereses que nos imponen. No todo viene de afuera, pero creo que es justo que haya un tratado judicial en el que los delincuentes salvadoreños que han sido condenados en los Estados Unidos no sean simplemente expulsados sin informar a las autoridades de nuestro país. Mucho queda por decir y por rebatir. Pero creo que lo principal ha quedado claro.

09 octubre 2006

El método sincrónico de Marx y Engels

Durante muchos años se repitió que el estructuralismo saussuriano era antihistórico o peor aún ahistórico. Se repitió tanto que llegó a convertirse en una de esas verdades que ya nadie pone en duda. La mayoría de los que criticaban al maestro ginebrino se basaba en lo que se creyó como su predilección por la sincronía. Según ellos la sincronía evacua al tiempo y hace caso omiso de los procesos que se desarrollan al interior del lenguaje. Esta crítica procedía sobre todo de parte de la llamada “lingüística marxista” y se desarrolló primordialmente entre ciertos círculos de estudiosos de la ex-Unión Soviética y entre sus seguidores en otros países.

El supuesto de una pretendida predilección por la sincronía no es del todo peregrino y tiene su fundamento. En efecto Saussure designa la lengua como el principal objeto de la lingüística. La lengua entendida en oposición al habla, la primera como el sistema (la estructura) y el habla como la manifestación. De Saussure sostiene que primero hay que establecer la red de oposiciones que constituyen la lengua y eso se logra observando la lengua en un momento dado de su devenir histórico y es lo que nombra la sincronía. El le opone a la sincronía el estudio de los cambios que intervienen en el sistema en el transcurso del tiempo, es decir la diacronía. Según Saussure este estudio ha dominado la lingüística del siglo decimonono y que conviene dar un giro hacia los estudios sincrónicos.

Lo estático no invalida la dinámica

Se afirmó de manera abusiva y precipitada que el estudio sincrónico de la lengua era antidialéctico. Nadie se ha detenido seriamente sobre los aspectos profundamente dialécticos inherentes al lenguaje y que el sabio suizo puso en evidencia. La oposición entre sincronía y diacronía es simplemente metodológica, pero no se trata de una mera elección por preferencias personales, sino que cada una de ellas corresponde necesariamente al objeto estudiado. El funcionamiento del sistema, su equilibrio, su estabilidad no pueden ser analizados sino que en un momento dado, establecer los elementos que lo conforman exige la invariabilidad. Nadie que haya leído aunque sea de manera superficial el “Curso de lingüística general”, sabe que cuando Saussure habla de diacronía insiste en el cambio, dicho de otra manera la variabilidad. El estudio estático no invalida la dinámica del lenguaje, sino que la abstrae, la deja de lado. No porque no sea importante estudiarla, sino que el sistema para funcionar necesita de la identidad de los elementos que lo hacen funcionar.

Muchos se sorprenderán si les afirmo que quienes introdujeron el método sincrónico fueron los fundadores del marxismo, Karl Marx y Friedrich Engels. Es más la más prístina definición de la sincronía como método, nos la da Engels al introducir uno de los trabajos históricos más mentados de Marx, “La lucha de clases en Francia de 1848 a 1850". Pero Karl Marx aplica este método también en la totalidad del primer libro de “El Capital”. El detallado estudio de la mercancía no se da menudeando los diferentes momentos históricos, la mercancía es la célula que introduce el estudio del capitalismo que se da ya establecido y no en formación. La mercancía es la máxima abstracción. Marx para ilustrar toma muchos ejemplos concretos, lo mismo que hacen los lingüistas, pero lo que Marx pone de manifiesto no es la contextura física de las mercancías como cosas concretas, sino que la relación social que ellas constituyen. Marx despoja cada uno de sus conceptos de su envoltura material, la abstrae. “Pero —nos dice Marx— la forma valor y la relación de valor de los productos del trabajo no tienen en absoluto nada que ver con su naturaleza física”. Y Marx más adelante agrega profundizando su idea: “Es únicamente en su intercambio que los productos del trabajo adquieren en tanto que valores una existencia social idéntica y uniforme, distinta de su existencia material y multiforme como objetos de utilidad. Esta escisión del producto del trabajo en objeto útil y en objeto de valor se amplía en la práctica desde que el intercambio ha adquirido una extensión y una importancia considerables para que objetos útiles sean producidos en vistas del intercambio”. Marx analiza todos los aspectos del capitalismo justamente a partir de este momento o durante este momento, cuando “la producción mercantil se ha desarrollado por completo”. Aclaro que estas citas las he sacado de la versión francesa de “El Capital”, vista y ampliamente revisada y corregida por el propio Marx. Esta versión del primer libro de la obra puede considerarse como otro original.

La definición de Engels

Ahora vuelvo a la definición que nos da Engels de la sincronía: “Una visión clara de conjunto sobre la historia económica de un período dado no puede conseguirse nunca en el momento mismo, sino sólo con posterioridad, después de haber reunido y tamizado los materiales. La estadística es un medio auxiliar necesario para esto, y la estadística va siempre a la zaga, renqueando. Por eso cuando se trata de la historia contemporánea corriente, se verá uno forzado con harta frecuencia a considerar este factor, el más decisivo, como un factor constante, a considerar como dada para todo el período y como invariable la situación económica con que nos encontramos al comenzar el período en cuestión, o a no tener en cuenta más que aquellos cambios operados en esta situación, que por derivar de acontecimientos patentes sean también patentes y claros. Por esta razón, aquí el método materialista tendrá que limitarse, con harta frecuencia, a reducir los conflictos políticos a las luchas de intereses de las clases sociales y fracciones de clases existentes, determinadas por el desarrollo económico, y a poner de manifiesto que los partidos políticos son la expresión política más o menos adecuada de estas mismas clases y fracciones de clases”.

La cita ha resultado larga, pero necesaria en toda su amplitud, pues únicamente así queda claro que se trata de considerar ciertos datos como “constantes”, la situación debe considerarse como “dada para todo el período y como invariable”. La sincronía de Ferdinand de Saussure no es otra cosa. Incluso la misma recomendación de tener en cuenta en un período los cambios patentes y claros.

08 octubre 2006

Asesinato de Anna Politkovskaya

La periodista Anna Politkovskaya ha sido asesinada el sábado en el ascensor de su casa, en la calle Liesnaya. La encontraron acribillada con cuatro balas.

Anna Politkovskaya se ha distinguido por su rectitud y la seriedad de su trabajo periodístico. Su compromiso en la busca de la verdad ha sido tenaz e infatigable. Este compromiso la llevó a Chechenia, país del Caúcaso, que lucha por su independencia y es víctima de la agresión rusa.

Anna Politkovskaya publicó un libro sobre esta guerra cuyo título es “Chechenia, la deshonra rusa”. Su último libro lo dedica a la situación actual de su país, “Rusia de Putín”.

Anna Politkovskaya ha sido víctima de amenazas y de diversas agresiones durante el ejercicio de su profesión de periodista. En el año 2000 fue arrestada por soldados rusos en la región de Chatoy (Chechenia) pretextando que había infringido el reglamento establecido por el gobierno ruso para los periodistas en el campo de operaciones. En febrero de 2001, el ejército ruso la detuvo durante tres días, durante su presidio fue amenazada de violación y de muerte. Esto tuvo lugar en Jatumi (Chechenia). En 2004 durante su viaje en avión hacia Osetia le dieron veneno. En esa ocasión ella iba para servir de mediadora entre las autoridades y los raptores en la escuela de Beslan.

Anna Politkovskaya ha recibido numerosos premios por su labor de periodista. La Organización por la Seguridad y la Cooperación en Europa, la coronó en 2003 con el premio “Por el periodismo y la democracia”. Su libro “Chechenia: la deshonra rusa” le valió el premio “Letras internacionales”. La organización feminista “'International Women's Media Foundation” (IWMF) le adjudicó el premio “El coraje en el periodismo”. Amnistía Internacional y Reporteros sin Frontera también la han premiado.

Su asesinato interviene una semana antes de que en “Novaya Gaceta” aparezca un reportaje suyo en el que denuncia la práctica de la tortura en Chechenia y que compromete a Romzan Kadirov, nombrado primer ministro de Chechenia por Putín.

Las protestas de periodistas europeos y organismos internacionales se han hecho escuchar desde este domingo.

02 octubre 2006

Mis últimas lecturas

Siniavski, Solomon y Ginsberg

Desde que dejé la universidad, mis lecturas se han vuelto cada vez más caóticas, desordenadas, en cierta medida siguen el rumbo que les señala la caprichosa mano de Fortuna. Es así que se me antoja releer un texto varias veces, texto ya releído algunos años atrás. Luego puedo caer sobre algunas páginas que había puesto ahí, de lado, para más tarde y que a medida que se van acumulando, cambian de lugar y algunos años después vuelven a la superficie; sucede cuando intento poner algún orden en mis papeles. A veces se trata de libros que me prestan o me regalan, tengo esa suerte. Aunque tampoco los leo todos, también en esto gozo de la misma suerte, no tengo la obligación, no siento ninguna obligación de leer ningún texto. Lo curioso es que sin obligación sigo leyendo todos los días. Últimamente leo mucho, me informo a través de internet.

De seguro se habrán dado cuenta de que me propongo compartir —en las líneas que siguen— algunas de mis últimas lecturas. El proceder está apelmazado. Uno no escapa del estereotipo. En realidad no voy a comentar las páginas que he leído, quiero decir que lo principal no será el comentario, sino lo curioso que me ha resultado arrejuntar esos textos, los personajes que los han escrito y los recuerdos que han aflorado en mí.

Una vez me crucé en uno de los largos corredores de Kabelnaya —así se llamaba la calle en donde quedaba la facultad de filología de la Universidad Lumumba— con un señor a quien ya por ese tiempo los servicios de seguridad de la URSS, el famoso KGB, andaban rastreando, Daniel Siniavski. Estoy hablando de los años sesenta. Venía por uno de sus alumnos, un brasileño. Siniavski era profesor de otra universidad y era el director de tesis del brasileño. Señalo que el profesor venía a visitar a su alumno. Ese trato no tenía nada de excepcional. Aunque apenas supe quien era ese señor solamente algunos meses después, cuando se abrió el proceso por “calumnias contra la Unión Soviética y contra el pueblo soviético”. La campaña de prensa fue intensa, desde su captura hasta su condenación no pasó un solo día sin que apareciera un artículo denunciando sus escritos, se publicaban resoluciones de Comités del Partido de tal o cual fábrica, de algún koljoz, de algún Comité de barrio, de particulares que también lo condenaban. Ninguno de ellos había leído sus obras... Estas habían sido publicadas sobre todo en Francia y en traducción francesa, bajo el seudónimo Abram Tertz.

La lógica judicial

El texto que voy a comentar es el de una conferencia de Andrei Siniavski, que fue publicado en una revista francesa “Sintaxis” N̊ 15, 1985. He leído una versión con algunos cortes insignificantes (cortes aprobados por el autor), pero en su versión original, rusa, que publicó el mensual “Iunost”, N̊ 5, 1989. El título de la conferencia es “La disidencia como experiencia personal”.

Siniavski fue juzgado con otro escritor, Julius Daniel. Estos dos escritores fueron los primeros condenados por un tribunal soviético que no reconocieron su culpa. Desde los famosos juicios estalineanos hasta los brezhneveanos, la lógica judicial soviética se aparentaba a los tribunales inquisitoriales, el acusado debía reconocer su falta, reconocerse culpable formaba parte de la expiación.

Este texto tiene el valor de su sinceridad. Y para mí contiene la confirmación de una intuición juvenil. Estos dos señores han tenido tal incidencia en mi vida que parece extraño que a sabiendas que Siniavski residía en París, nunca busqué encontrarlo. Pero esta incidencia se da muy ajenamente a ellos. Pues mi primera desilusión se dio muy temprano, la provocaron las mentiras que creí tan ciertas, pero que un paseo, la simple caminata que nos llevaba de la residencia estudiantil a la Donskaya, donde quedaba el edificio central de la Universidad de la Amistad de los Pueblos, se podía constatar que el alcoholismo no había sido erradicado como lo proclamaban los folletos de la propaganda soviética. Esos folletos que leíamos religiosamente en la clandestinidad, sabiendo que si la policía salvadoreña nos encontraba con ellos, pues sencillamente podíamos ser encarcelados, torturados y desterrados. Pero el caso Siniavski-Daniel tuvo incidencia mayor en mi vida, porque tocaba públicamente la libertad de pensar, de escribir y que la actitud general que se propagó en la sociedad soviética estaba tan lejos de coincidir con la profunda aspiración de libertad y de pleno esparcimiento de la personalidad humana. El miedo y la hipocresía emergieron a la superficie de toda la sociedad, fueron muy pocos los que tímidamente se opusieron a que dos escritores fueran condenados por sus escritos. Esos meses los viví profundamente indignado, no era esa la sociedad humana por la que decidí un día sacrificar mi vida, darla si fuere necesario. Fue en esos meses que me di cuenta que esa no era una sociedad socialista y que ese tipo de sociedad no era buena para mi país. Los aspectos económicos me preocupaban, los problemas de la producción y de la distribución eran tratados abiertamente y fueron planteados en los tiempos de Nikita Serguievich Jruchof. Entonces esos problemas me parecían simplemente técnicos.

El tiro de gracia

Por esa época llegó a Moscú nuestro camarada Schafik Handal, entonces ya era uno de los más importantes jefes del Partido Comunista. Vino a visitarnos a los salvadoreños que estudiábamos en las universidades Lumumba y Lomonosof. Por mi parte ya por ese entonces había dejado de pertenecer al partido y no asistía más a las reuniones de la “comunidad salvadoreña”. Pero en esa ocasión me invitaron. Schafik había insistido de que yo también estuviera presente, no estaba de acuerdo de que se me aislara. Aunque en realidad fue decisión mía la de alejarme, pues la conducta dogmática de mis camaradas y amigos salvadoreños, sus fallidas intrigas ante las autoridades universitarias para que me expulsaran, su mediocridad ideológica, etc., todo eso se me había vuelto insoportable. Ya tendré ocasión para contar algunas anécdotas moscovitas.

Schafik nos confió su análisis sobre la situación en América Latina y en particular en nuestro país y nos informó de lo que se habló en la Havana y de la fundación de las OLAS. El hizo parte de la delegación salvadoreña a aquella famosa conferencia de enero de 1966 y de la que todos habíamos estado pendientes. Es sumamente probable que la prensa cubana haya ignorado el proceso “Daniel-Siniavski”, tal vez una ínfima nota perdida entre los discursos de los participantes a la conferencia internacional. Como sea, cuando al terminar su conferencia Schafik nos interrogó si teníamos alguna pregunta, esperé que respondiera a todos los cuestionamientos que surgieron sobre las OLAS, la lucha armada en América Latina, etc y solamente cuanto ya había respondido ampliamente a todos, me atreví a hacer mi pregunta. Su sorpresa fue enorme, me cuestionó irritado de qué se trataba. Resumí el caso. Todos los salvadoreños presentes consideraron mi actitud como una nueva provocación y me cubrieron de miradas reprobatorias. Schafik se mordió los labios. Su respuesta fue para mí como un tiro de gracia.

—Camarada, si los camaradas soviéticos dicen que son culpables, quiere decir que son culpables.

Se levantó y dio por terminada la reunión. Por mi lado me fui sin despedirme de nadie y dispuesto a buscarle una explicación a todo el asunto. Me costó mucho dar con respuestas coherentes, quiero decir coherentes con mi entusiasmo, con mi marxismo de entonces, con mi inocencia, con mi candor. Me he violentado mucho internamente durante largos años. No tenía con quien compartir todo esto. Mis amigos ticos y nicas se encontraban ya muy lejos, me quedaban dos o tres, pero me reunía con ellos ya muy poco. Mi gran amigo ecuatoriano, prefería disimular que no se daba cuenta de nada, ni de mi sufrimiento “ideológico”, ni de lo que ambos veíamos en la calle, en la universidad, entre nuestros compañeros de cursos, entre nuestros profesores. Tuve conversaciones con algunos ciudadanos soviéticos, pero es muy difícil razonar movido por el miedo y el odio. Y mis amigos soviéticos temían y odiaban, no al régimen, sino la cobardía general y la mansa, fatalista aceptación del plomo que iba cubriendo las relaciones humanas. Pero estos amigos eran excepciones.

Un engendro soviético

Pasó cierto tiempo, volví a mis rutinas y el sosiego me ayudó a cuestionarme directamente sobre el coraje necesario para ser disidente, pero sobre todo me interrogué sobre su origen, sobre su contextura. No me considero un perito, ni le doy a mis respuestas más valor que el de una intuición. Es de esta intuición que hablaba hace un momento y que confirma en su texto Andrei Siniavski.

Los disidentes no constituyeron nunca un movimiento político, ni tuvieron nunca pretensiones de tomar el poder. Cada uno tenía sus propias razones. Con esto quiero indicar que tampoco tenían una ideología homogénea, un pensamiento que estructurara una corriente, cada uno era de alguna manera independiente. Los reunía el régimen y los que al exterior los consideraban como aliados en su lucha contra la Unión Soviética.

Andrei Siniavski nos cuenta que se crió en una familia soviética normal, que su infancia y adolescencia transcurrieron en los años treinta en una sana atmósfera soviética, en el seno de una familia soviética común y corriente. Afirma que no lamenta haber heredado desde la infancia los preceptos paternales de que no hay que vivir dominado por los estrechos, egoístas intereses “burgueses”, que hay que tener en la vida una suprema idea, un ideal. Nos dice que fue el arte lo que se convirtió en su “suprema idea”. “Pero a los 15 años, a la víspera de la guerra, era un genuino comunista-marxista, para quien no hay nada más maravilloso que la revolución mundial y la futura fraternidad universal”.

“Quiero de pasada señalar que este es el caso bastante típico en la biografía del disidente soviético en general (y pues hablamos de la disidencia en tanto que un fenómeno histórico concreto). Los disidentes en su pasado — han sido por lo general gente soviética muy idealista, es decir gente de profundas convicciones, con principios e ideales revolucionarios. Ellos son en su totalidad un engendro de la misma sociedad soviética de la época posestalineana y no elementos heterogéneos a la sociedad soviética y tampoco son restos de una oposición derrotada”. Esto es lo que nos dice Siniavski en 1985, fue esta mi conclusión en los años sesenta. Pero entonces era imposible para un comunista de convicción —como lo he sido siempre— compartir este tipo de ideas. No estoy dragoneando aquí de profeta, ni de experto. Pero durante muchos años guardé silencio, pues me fatigué de ser tratado por este tipo de ideas como un enemigo (de clase). Algunos llegaron a acusarme de agente del enemigo. Muchos de ellos andan ahora en la acera de enfrente y han abandonado sus férreas convicciones... Ahora espero que estas mis pasadas intuiciones puedan leerse con la tranquilidad necesaria y como parte de un testimonio.

Comparto con Siniavski otra idea. El afirma que ni Pasternak, ni Mandelstam, ni Ajmatova son disidentes. Pues se trata de gente que está enraizada en la sociedad presoviética, prerevolucionaria, está ligada a la sociedad y a la cultura de antes. La disidencia es un fenómeno fundamentalmente nuevo y ha surgido inmediatamente en el terreno de la realidad soviética.

Quiero agregar aquí mismo y para que quede patente, que no he referido esta historia para denigrar a Schafik, su actitud no fue en nada sobresaliente, así se comportó la mayoría de dirigentes comunistas de la época. Tal vez como estábamos en familia se expresó sin remilgos. Para todos nosotros ha sido un problema mayor el hecho de que la representación de nuestras aspiraciones comunistas fuera usurpada por la Unión Soviética. El hecho de que siempre se nos echara en cara la realidad soviética para atacarnos, nos obligó a defender y a justificar, lo que no tenía defensa y lo que no se podía justificar.

La disidencia made in USA

Siempre he pensado que de la misma manera que los soviéticos tuvieron sus disidentes, los estadounidenses asimismo han de tener algún fenómeno social parecido. El macartismo creó sus enemigos, instaló el miedo, el soborno y sobre todo enlodó la consciencia estadounidense promoviendo la delación como la suprema institución de la moral nacional. Para salvarse muchos acusaron a sus amigos, denunciaron a inocentes, al que se les ocurriera y se acusaban a sí mismos para recibir el perdón que necesitaban para seguir siendo parte de la sociedad. El macartismo ha dejado huellas profundas en la sociedad norteamericana.

Casi paralelamente al texto de Siniavski leí otro. Es decir dos textos, primero encontré el de Carl Solomon en su traducción francesa, el título en el original es: “Mishaps, Perhaps more mishaps”, que han traducido: “Contretemps à temps” (Contratiempo a tiempo). Es una pequeña colección de pequeños textos desgarradores en los que Solomon nos va entregando su sufrimiento, el sufrimiento que le ha infligido la sociedad capitalista. Su propia familia lo declara demente porque a los quince años adhiere a la juventud comunista de los Estados Unidos, lo internan en un manicomio. Es en este tipo de disidente que he pensado y no en las víctimas holywoodienses del macartismo.

El otro texto fue el de Allen Ginsberg, el famoso “Howl” que dedicó a Carl Solomon. Se trata de un texto clave de la poesía estadounidense del siglo XX , el inicio de una época. Este otoño cumple medio siglo de publicado. Y se puede afirmar que su ferocidad no ha perdido actualidad, ni la espesura de su lenguaje. Se siente la pujanza de un Whitman, pero el optimismo primigenio del gran Walt se vuelca en los amplios períodos ginsbergeanos en un atronador grito de protesta.

Volveré luego sobre esta disidencia norteamericana. Reservo mis comentarios a estos textos para otra ocasión, pues el espacio es poco y el tiempo de mis lectores precioso.