Este texto lo mandé para su publicación al suplemento cultural de Co-Latino para que fuera publicado con textos del poeta martiniqueño. Por razones desconocidas no apareció, lo publico aquí:
Por Carlos Abrego
En el hospital de La Meynard, en Fort-de-France, el jueves 17 de abril pasado, a las cinco de la tarde y veinte minutos falleció el poeta y político martiniques Aimé Cesaire. Este negro vertical —como solía nombrarse— alcanzó la edad de 94 años. Últimamente políticos franceses en campaña electoral acudieron a su casa en la isla de La Martinica, en una especie de solicitación par ser “armados” caballeros-candidatos, buscando legitimidad gracias a la amable acogida que siempre reservaba a sus huéspedes.
Tal vez valga la pena recordar ahora que el estado francés le rindiera, el domingo pasado, un homenaje singular, al organizar en su honor “Obsequias nacionales”, que el viejo poeta de la negritud, en 2005, tuvo una oportunidad de manifestar una vez más su cólera y demostrar su rectitud: ese año los diputados de la derecha francesa votaron una ley que elogiaba “el papel positivo de la colonización”, entonces Aimé Césaire se negó a recibir en su casa al representante de ese estado, en la persona del entonces ministro del interior, Nicalas Zarkozy.
También creo que ante la proposición de llevar sus restos al Panteón de París, la respuesta de su familia y del pueblo martiniqueño es clara, su panteón es su tierra natal.
Sus primeros escritos
“Soy de la raza de los oprimidos” afirmó en sus primeros años de toma de consciencia, allá por los años treinta, cuando becado estudiaba en el prestigioso liceo Louis-le-Grand de París. En esos años tuvo lugar la Exposición Colonial en el parque de Vincennes, el racismo y la ideología colonial extendía sus alas victoriosas. A Césaire le gustaba contar la anécdota que dio origen a su famosa réplica, en esos tiempos coloniales, en París solían dirigírsele con el despectivo: “He, petit nègre!” (¡He, negrito de m...!), entonces respondía “le petit nègre t’emmerde!” (el negrito de m... te chinga!).
En septiembre de 1934 con otros amigos antillanos y africanos crea la revista l’Ėtudiant noir, es en esta revista que aparece el término que iba a tener gran eco durante décadas del siglo XX, negritude. También dirige la organización de los estudiantes de la Martinica. En 1935, el joven talentoso ingresa a la célebre Escuela Normal Superior de la calle de l’Ulm. Es durante esos años que Aimé Césaire se dedica a componer su primera obra poética: Cahiers d’un retour au pays natal (Cuadernos de un regreso al país natal). Esta obra aparece en la revista Volontés en 1939. Este texto es, antes que el de Senghor “Cantos de la sombra”, el texto fundador de la literatura de la negritud. Su poesía es mucho más ruda que la de su amigo africano Senghor, sus versos son comparados con facilidad y frecuencia al torrente clásico del premio Nobel Saint-John Perse. El poeta expresa abiertamente “el gran grito negro”, en frases enérgicas, altamente rítmicas, de imágenes provocadoras que alternan con evocaciones sosegadas, celebrando su país, el amor, la naturaleza, la libertad.
La revista “Tropiques”
El jefe del surrealismo Andé Breton cuenta en su prefacio de 1943 a “Cuadernos de un regreso al país natal”, que al hacer una escala de un mes en La Martinica hacia los Estados Unidos, adonde iba en busca de refugio, entró a una mercería para comprar una cinta para su hija y se puso a hojear una publicación que estaba expuesta allí, una revista de apariencia modesta, Tropiques (Trópicos). En las circunstancias de “envilecimiento de las ideas” en esa época de guerra y capitulación vichista y habiendo observado “la ausencia de miramientos” de parte de la policía en la isla, nos cuenta: “yo abordé el folleto con extrema prevención...”.
“No le cría a mis ojos: ¡pero lo que estaba dicho ahí, era lo que se debía decir, no solamente del mejor modo, sino que de la manera más alta que se podía decir! Todas las sombras gesticulantes se desgarraban, se dispersaban; todas las mentiras, todas esas burlas caían en trizas: así la voz del hombre no ha sido en absoluto quebrada, cubierta, ella se erguía aquí como la espiga misma de la luz. Aimé Césaire, era el nombre del que hablaba.”
El texto que leía André Breton era un homenaje a Isidore Ducasse conde de Lautremont, un texto que tiene, digamos, como frontispisio una de esas frases típicas de Césaire: “La poesía de Lautremont bella como un decreto de expropiación”.
Aimé Césaire, con su esposa Suzanne y otros amigos, entre los cuales encontramos a René Ménil, futuro dirigente del Partido Comunista de Martinica, crean la revista Tropiques en 1941. La mercera que le vendió a Breton la cinta para su hija, era “por una de esas suertes accesorias” —como se expresa el surrealista— la hermana de René Ménil. Esto facilitó las cosas y sobre el mostrador Breton redactó apresuradas palabras que dirigía a los principales animadores de la revista: Césaire y Ménil. Una hora más tarde la mercera recorría las calles de Fort-de-France en busca del francés para una cita inmediata. Al día siguiente el encuentro con Aimé Césaire. Este prefacio de André Breton tal vez merezca una posterior traducción.
Para el poeta antillano el reconocimiento de parte del gran surrealista lo conforta en sus convicciones: la literatura negra debe seguir en contacto con la vanguardia de la poesía contemporánea. En 1947, Césaire formara parte de los fundadores de la revista y casa Editions Présence africaine. Entre ellos figuran Senghor, Paul Niger, Guy Tirolien y Alioune Diop. Son ellos quienes firmarán la entrada masiva de caribeños y africanos en la escena literaria.
El discurso sobre el colonialismo
En 1946 se presenta como candidato a la alcaldía de Fort-de-France, formando parte de la lista comunista. Fue electo triunfalmente y siguió siendo el alcalde de la ciudad hasta 2001. También será diputado sin interrupción desde entonces hasta 1993.
En su Discurso sobre el colonialismo (1950) expone posiciones divergentes con las del Partido Comunista Francés, criticando el “asimilacionismo”. Hoy abundan los que se indignan cuando se habla de genocidio lo que ocurrió durante la trata de negros, todos los que morían en la travesía, los que exterminaban porque se rebelaban, los que morían por el trabajo extenuante. Imagínense el efecto que causó entontes entre los franceses, entre todos los franceses, de izquierda o de derecha, las palabras de Aimé Césaire de 1950: “Y aguardamos, y esperamos; uno se calla a sí mismo la verdad, que se trata de una barbarie, pero la barbarie suprema, la que corona, la que resume la cotidianidad de las barbaries; que se trata de nazismo, sí, pero antes de ser la víctima se fue el cómplice; que ese nazismo uno lo ha soportado antes de sufrirlo, uno lo ha absuelto, uno lo ha legitimado, puesto que hasta entonces se le había aplicado únicamente a pueblos que no eran europeos; que ese nazismo uno lo ha cultivado, que uno es responsable, que él es sordo, que penetra, que gotea, antes de tragárselo en sus aguas enrojecidas, por todas las grietas de la civilización occidental y cristiana”. Cito otro pasaje, uno entiende por qué este “Discurso” guarda su importancia y ejerce influencia entre los intelectuales africanos: “Lo que el muy cristiano burgués del siglo XX no le perdona a Hitler, no es el crimen en sí, es el crimen contra el hombre blanco (...), de haber aplicado a Europa procedimientos colonialistas, que sólo concernían hasta ahora a los árabes, los coolies de India y a los negros de África”.
En 1956 llega el momento de la ruptura con el PCF, la intervención en Hungría vino a rebalsar la copa. Fue entonces que redacta la Carta a Maurice Thorez (he publicado algunos extractos aquí mismo, vean más abajo). Pero quiero agregar aquí una frase que habla mucho de sus convicciones y de sus posiciones hasta el día su muerte: “Creo haber dicho lo suficiente para dar a entender que no es el marxismo, ni el comunismo que reniego, que es el uso que algunos hacen del marxismo y del comunismo que yo repruebo”.
En marzo de 1958 funda su propio partido, el Partido Progresista Martiniqueño, que tiene por objetivo “un tipo de comunismo martiniqueño más resuelto y más responsable en el pensamiento y en la acción”. El partido proclama muy alto su autonomía. Césaire será siempre reelecto bajo estas siglas.
Toussaint Louverture
Sus ocupaciones políticas no ponen coto a su actividad literaria, el publica en 1948 y 1949 dos poemarios: Sol cuello cortado y Cuerpo perdido. Aparte doy la bibliografía de Aimé Césaire (Esta aparece en Tres Mil de esta semana). Ahora quiero hablar de un libro suyo que me ha impactado profundamente, se trata de Toussaint Louverture, la Revolución francesa y el problema colonial, que publicó en 1960. Este libro fue escrito durante muchos años, es el fruto de un trabajo arduo de investigación, Aimé Césaire comenzó a prepararlo durante su estadía en Haití en 1944. Estuvo allí seis meses invitado por el consejero cultural de la embajada de Francia. También se puede decir que ese pasaje por Haití le inspira su obra de teatro la Tragedia del Rey Chistophe.
Toussaint Louverture es un héroe de nuestra América, un héroe olvidado, un héroe desconocido. Y sin embargo es el que dirigió la revuelta negra que conducirá a la primera república en nuestras tierras. El colonialismo francés ha hecho hasta lo imposible por que se le olvide. Sin embargo la historia de los rebeldes vence siempre y con el correr del tiempo la figura de este general de la Revolución se impondrá en la memoria de nuestro continente y en la historia de Francia. El libro de Aimé Césaire ha contribuido a hacer resurgir este personaje tan importante en los anales del Caribe.
Toussaint Louverture es el primero que le inflinge una derrota a Napoleón, su flota debe darse por vencida. Pero además de esta derrota, Toussaint tiene la gran osadía de abolir el esclavaje de todos los negros de Saint-Domingue, proclama la igualdad entre los hombres, entre todos los hombres, tal cual lo declaraba la famosa Declaración de los derechos del Hombre de la Revolución. Pero los franceses le tienden una trampa a Toussaint y engañado por promesas de lealtad en las negociaciones, lo capturan y lo ponen preso. Luego es llevado prisionero a Francia y es encarcelado en un fuerte del Doubs, el departamento más frío de Francia. Tousaint muere de hambre y de frío, enfermo. Pero nunca fue doblegado.
El ensayo de Aimé Césaire celebra a Toussaint Louverture y restablece en detalle su historia y su pensamiento revolucionario: “Cuando Toussaint Louverture llegó, fue para tomar al pie de la letra la Declaración des los Derechos del Hombre, fue para mostrar que no hay raza paria; que no hay país marginal; que no hay pueblo de excepción... Se le había legado unas bandas. Hizo de ellas un ejército. Le habían dejado una revuelta. Hizo de ella una Revolución; una población, hizo de ella un pueblo. Una colonia, hizo de ella un Estado, mejor, una nación.”