Los franceses tienen una expresión que le viene al pelo a la posición adoptada por el « periodista de origen alemán y editor de Siguiente Página », Paolo Lüers en su artículo « No soy avestruz », aparecido en el DdH, del 29 de enero de 2009. La expresión es « la politique du pire », la política de lo peor.
Pero antes de argumentar quiero decir algunas palabras previas. Lo primero es que no tengo costumbre de leer su prosa, le he echado dos o tres ojeadas a sus artículos, no he terminado ninguno. Esta vez torcí mi conducta y llegué hasta el fin. Digo esto no para ofenderlo, simplemente que algunos cuestionamientos que me voy a hacer aquí tal vez quedaran contestados de antemano, si me hubiera esforzado por leerlo de vez en cuando.
Lüers afirma que actualmente existe la siguiente disyuntiva, elegir entre Arena o el FMLN. Partiendo de aquí se plantea la siguiente pregunta: “¿En esta disyuntiva, no preferir al FMLN me convierte en derechista?”.
El plantear la pregunta —por la evidencia de la respuesta— implica que el autor responde de manera diferente que el común de los mortales. En efecto, Lüers sostiene que en este momento preferir al partido Arena lo convierte en un izquierdista. Veamos como desarrolla lo que parece simplemente una paradoja.
Su primer punto es bastante conmovedor: nuestro articulista confiesa un pecado y se arrepiente y se culpa ante la joven generación. Su falta consiste en la incapacidad de no haber podido crear una “izquierda democrática” en el país. No se trata de una venialidad personal, la comparte “con toda la masa crítica que hemos salido del Frente y que no hemos sido capaces de construir una alternativa”. Aquí aparece mi primer cuestionamiento: ¿en qué reside esta incapacidad y cuáles han sido sus esfuerzos personales en esta fracasada construcción? Me parece que si el destino del país y de la izquierda reside en este fracaso, es de suponer que la primera urgencia es responder a estas preguntas.
No obstante Paolo Lüers prefiere dejarse caer en el “vacío”, sin sentir el más mínimo vértigo. Y lo hace casi en un salto mortal digno del circo Pinder: “¿Este vacío me obliga a apoyar al FMLN, sólo para que no me digan derechista? ¡No way!”.
¡Alzalas güey! Nuestro periodista tiene agallas. Llegó al país para enrolarse en la guerrilla, en la que se proclamaba sin muchos tapujos que se implantaría en el país ni más ni menos que la “dictadura del proletariado”. ¿Y ahora me viene con el cuento de que siempre ha sido un izquierdista democrático?
Personalmente no doy certificados de izquierdista. Tampoco creo que Lüers lo necesite, pues su proclamación es estrictamente de circunstancia. El le está apuntando a una franja del electorado que se percibe como centrista, preocupada por la persistencia de las frágiles instituciones democráticas y que aún tiene reticencias de votar por el FMLN. Pero que también está harta de los gobiernos areneros. Pero si viene un periodista de la izquierda democrática que le suplica votar por Arena para salvar la eventualidad de construir algún día una izquierda “democrática”... Entonces Paolo Lüers esgrime con muy poca originalidad los mismos argumentos que el editorialista del pasquín que lo acoge.
No se trata de otra cosa. Lüers quiere asustarnos, como Altamirano y la retahíla de compinches que lo acompañan en la misma empresa. Nos recita la misma letanía: “Para mí, la izquierda ortodoxa, autoritaria e intolerante es el mayor obstáculo para el desarrollo de la izquierda democrática”. ¿El desarrollo de qué? ¿No acaba de afirmarnos que han sido incapaces de “construir una alternativa”? ¿Acaso no nos ha hablado de un “vacío”?
El término “ortodoxo” fue el que usaron los grupúsculos izquierdistas de Europa para calificar al FMLN durante la guerra. Fue el término que usó la prensa de “izquierda” en Europa, también la prensa de derecha. Lüers no puede venir a contarnos que antes de adherir al FMLN estaba ya en manifiesta contradicción y oposición con la ortodoxia del Frente.
Le falta consistencia a Paolo Lüers. No basta declararse a gritos que es de izquierda, sus problemas de identidad y de coherencia tiene tal vez que arreglarlos de otra manera. Si nos afirma que su pasado confirma “mi identidad de izquierda antiautoritaria”, el pasado que se le conoce aquí ha sido su pertenencia al FMLN.
Ante la opción de un partido que ha gobernado durante veinte años el país, al que le debemos una política económica que ha puesto en fuga a una tercera parte de la población, que ha puesto en peligro persistentemente las instituciones de la república, que se comporta autoritariamente frente a los trabajadores, que ha modificado leyes para tornarlas cada vez más represivas, que ha sido incapaz de modificar en lo más mínimo el desnivel que existe entre la opulencia de los ricos y la extrema miseria de los campesinos. Ese partido se llama Arena. Es por ese partido que en tanto que “izquierdista antiautoritario” nos llama a votar. La otra opción es el Frente. Un partido que desde hace tiempo proclama que su programa es aplicar la constitución del país, que a través de la voz de su candidato presidencial afirma que no van a cambiar las estructuras económicas del país, que dejará el dólar como moneda “nacional”, que para resolver el problema agrario ni siquiera musita la palabrita de reforma, Lüers lo acusa de querer implantar un “socialismo autoritario”.
Lüers ve fantasmas. Personalmente me gustaría que el Frente fuera más radical, que afirmara claramente medidas anticapitalistas y que emprendiera reformas estructurales que sentaran las bases necesarias para fundar una sociedad más fraterna, que le ofrezca a nuestros jóvenes la posibilidad de explayar todas sus capacidades. Una sociedad que le ofrezca asistencia médica a toda la población, que erradique todas las enfermedades endémicas que sufre nuestra gente, que le dé a todos oportunidades de desarrollo cultural.
Lüers nos afirma que Arena será menos dañino que el Frente. El continuismo con Arena —nos insinúa— le dará la posibilidad de crear la famosa alternativa democrática de la que nos habla y que ha sido incapaz de construir. Lo honesto es que asuma sus actuales posiciones, que se mire al espejo y se diga sin desfachatez que llama a votar por Arena porque ahora es de derecha. No es grave, no es el primero que cambia de opinión y de convicciones, pero que nos diga ahora que su propósito es crear una izquierda democrática, eso es un chiste de mal gusto. ¿Dónde están sus constantes esfuerzos por crear un partido democrático con posiciones de izquierda?