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30 julio 2010

Filosofar nuestra realidad

La dura realidad en la que vive nuestro pueblo, todas sus privaciones, la precariedad de sus modos de vida, dejan aparecer cualquier aspiración de aplicar el famoso llamado de los filósofos del Siglo de las Luces, de “apresurarnos a volver popular la filosofía”, como una vana aspiración. Aquí, volver popular no significa que la filosofía recobre alguna reputación positiva , sino volver a todos los miembros de la sociedad capaces de poder ocuparse de los problemas más complejos que se nos presentan.

Este llamado tiene ya más de dos centurias y la filosofía sigue siendo una ocupación de especialistas y su número es limitado, incluso en sociedades cuyos recursos materiales son en mucho superiores a los nuestros. La filosofía sigue teniendo la misma mala reputación que tuvo siempre: para la mayoría la filosofía es una ocupación de ociosos que se divierten con complicados calambures y se esfuerzan en construir esquemas abstractos muy alejados de las preocupaciones del hombre de carne y hueso. En todo caso, la filosofía tiene mala fama y se nos presenta como algo inalcanzable, pero sobre todo incomprensible.

Este llamado ha sido retomado por otros filósofos, entre ellos Marx, Engels, Lenin, Gramsci, Lucács, etc. Debemos reconocer que estos filósofos hicieron esfuerzos en sus escritos por que este famoso llamado se plasmara en la realidad. No obstante estos esfuerzos la filosofía sigue siendo algo extraño y ajeno para el común de los mortales.

En parte esto se explica a partir de la filosofía misma, pues para practicarla se requiere esfuerzos, dedicación, aplicación y constancia. Pero más allá de estas requeridas cualidades de las personas, la filosofía encierra en sí misma dificultades propias, pues desde el inicio nos exige que nos despojemos de nuestro modo de pensar ordinario, critica nuestro sentido común. La filosofía es una constante invitación y exigencia a la reflexión.

Pero volver popular la filosofía significa democratizarla, es decir facilitar el acceso, esto por supuesto, pero al mismo tiempo es darle al pueblo lo que la filosofía ofrece de capacidades críticas y de conciencia, como la dan también las ciencias sociales, humanas y el arte.

Valga afirmar que volver popular la filosofía no puede significar llevarle al pueblo un saber que le ha permanecido en su principio exterior y ajeno. Más bien se trata de provocar el florecimiento de las potencialidades filosóficas del pueblo, que las discriminaciones sociales, las condiciones laborales despóticas, las inigualdades escolares han obstaculizado en la misma organización de su tiempo cotidiano. Se trata de revelarle al pueblo mismo las ideas, la concepción de mundo que lleva en su seno. Volver la filosofía popular significa también introducir al pueblo en el objeto mismo de la filosofía, en tanto que producto y autor de la historia social, económica y cultural de la sociedad.

Se trata pues de llevarle al pueblo una racionalidad que hasta ahora le ha permanecido exterior en el principio mismo. Para Marx se trata sobre todo de revelarle a los pueblos la racionalidad que contienen sus propios movimientos. Esta es una idea moderna, que se la debemos a este pensador tan atacado, pero al mismo tiempo tan ignorado. Se trata aun de una tarea por realizar.

La realización o no de este objetivo forma parte de la encarnizada lucha ideológica que se lleva a cabo a diario entre las principales clases sociales. Se trata de una lucha en que la balanza del triunfo se inclina por el momento por las clases dominantes, por las que ejercen su hegemonía sobre la sociedad entera. Esto tampoco puede extrañar a nadie. La ideología dominante se apoya precisamente en la aprehensión más inmediata del mundo social que nos rodea, que nos aparece como existiendo desde siempre y que se reproduce constantemente, hasta el punto de considerarlo como natural. La burguesía (en nuestro caso, oligárquica) tiene en sus manos los principales medios a través de los cuales se trasmite la ideología y lleva una constante batalla contra todo pensamiento que pueda poner en tela de juicio su dominación. No obstante el principal blanco de sus ataques sigue siendo la filosofía marxista, sobre todo caricaturando sus posiciones, imputándole postulados que no le pertenecen, pero con mayor hincapié ocultándola y hasta prohibiendo su estudio. En nuestro país solamente hasta ahora, se puede reivindicar como suyo el pensamiento marxista sin sufrir la represión, sin correr oficialmente peligro de muerte. Aunque esto hay que relativizarlo, pues la extrema hostilidad que se ha profesado durante toda nuestra historia no puede desaparecer en unos cuantos años.

La dificultad actual en nuestro país de filosofar, ya sea a nivel individual o colectivo, más allá de las dificultades intrínsecas a esta actividad, reside en que no tenemos ninguna tradición filosófica, que el nivel cultural general de la población no es muy elevado, no tenemos enraizada ni siquiera la costumbre de leer y aún menos de poner por escrito nuestros pensamientos. En nuestra historia contamos con un pensador de talento, Alberto Masferrer, pero todos sabemos que fue perseguido, luego “recuperado” y hasta oficializado.

La izquierda, cierta izquierda, optó por denigrar a Masferrer, en vez de apoyarse en sus escritos para hacer avanzar el pensamiento crítico nacional. Masferrer estaba lejos de ser marxista, no obstante su pensamiento agudo enfocó muchos males de su época y propuso soluciones. Los partidos de izquierda, los tradicionales como los que surgieron en la década de los setenta, no han producido textos de carácter filosófico, su empeño se dirigió sobre todo al análisis político y económico. Es cierto que mucho se dijo que estos análisis se sustentaban en el pensamiento del “marxismo-leninismo”. Pero muchas veces este apego al “marxismo-leninismo” era declarativo, rutinario y a veces excesivamente doctrinario.

Pero filosofar no es una actividad que surge espontáneamente, requiere un esfuerzo y los que se han lanzado a este ejercicio se han dado cuenta de las dificultades que encierra. Sin embargo no podemos menospreciar las formas y los contenidos de la actividad intelectual que acompañan a toda conducta práctica de la vida cotidiana. Estas conductas contienen ideas, más o menos sistematizadas y expresan de manera compleja un conjunto de concepciones generales, sociales, políticas, religiosas, morales, estéticas, etc. Nuestros comportamientos, de manera explícita o no, de manera consecuente o no, se apoyan siempre en opiniones, en juicios y conocimientos que hemos sacado de todo tipo de experiencias diarias.

Estas ideas tienen su origen en la infinita red de relaciones que hemos ligado a todo lo largo de nuestras vidas personales y en la historia colectiva, con la naturaleza, el medio socio-cultural, la estructura de la sociedad y nuestro propio lugar en dicha estructura. Son estas ideas, son estas concepciones las que dirigen, las que orientan los modos de considerar tal o cual acontecimiento, las maneras de reaccionar frente a tal o cual problema.

Estas concepciones expresan de alguna manera los procesos reales, pero no solamente eso, puesto que guían nuestros comportamientos prácticos forman parte de los mismos procesos.

Este tipo de ideas, de concepciones, aunque tengan poco o nada que ver con la reflexión filosófica, no podemos tampoco desconocer su significación profunda: por medio de esta multiplicidad de opiniones comunes se expresan ideas de alcance general, aunque no se acostumbre a formularlas como tales, su presencia es constante y casi permanente.

En nuestro país ¿quién no ha oído decir cosas como estas: “siempre ha habido ricos y pobres”, “hay gente que nace para dirigir”, “para hacer eso hay que ser dotado”? Podemos suponer que lo que expresan estas “verdades comunes” no se basan en algo sólido. Podemos admitir incluso que se trata de errores, ilusiones, expresiones de una resignación mistificada. De manera general nosotros suponemos que sólo las ideas ciertas, las verdades, reposan en causas reales, en la realidad y que las ideas falsas no, que son causadas por tontería, tal vez por la intención de engañar, por la inadvertencia, el descuido, etc., no obstante podemos decir que una idea errada, falsa tiene tantas causas reales como las ideas ciertas y verdaderas.

Permítanme que analice en qué realidad se basan las frases señaladas en una otra entrega. Además trataré de exponer las consecuencias ideológicas de tales ideas y a quien beneficia que este modo de considerar perdure.

23 julio 2010

Funes, ARENA y ANEP

La derecha no solamente sigue con el poder real, sino que desde sus instituciones ideológicas sigue imponiendo la agenda política. Esto no debe sorprender a nadie. Lo que puede de alguna manera extrañarnos es la escasa, por no decir nula, incidencia que tiene el FMLN en el debate político.

 No ha habido durante todo este año ningún tema discutido en la palestra política que tenga como origen una propuesta efemelenista. Todo de lo que se discute en el país sale de la derecha. Incluso cuando se discutió sobre la famosa cuota telefónica, no fue por la iniciativa legislativa, sino por la reacción presidencial. La derecha apoyó entonces al presidente y votó sus observaciones. Las medidas sociales (¿se les puede llamar así?) de reparto de uniformes, útiles, zapatos, el vaso de leche, mejoras en la dieta escolar, han sido encaradas en los medios dominantes no por su beneficio para la población, sino que por la tardanza en la aplicación, en las fallas que hubo, olvidando simplemente que ellos nunca pensaron en medidas de este tipo.

Cuando menciono a la derecha, me refiero a toda la derecha, a los partidos políticos y sobre todo a las instituciones aún más directamente ligadas al patronato salvadoreño: Fusades y las diferentes organizaciones gremiales patronales. Son estos últimos organismos los que tienen entradas en Casa Presidencial y los que son consultados preferentemente por Mauricio Funes y sus ministros de las carteras económicas más importantes. No hay una sola medida que no se les presente para su asentimiento, para que la enmienden, para que corrijan, etc. Los partidos de derecha no tienen realmente temas de la política económica del gobierno que criticar. No pueden ejercer su papel de oposición. Es por eso que recurren a inventarse problemas de “confianza” en la política del gobierno por parte de los inversores extranjeros y sobre todo de la “confianza” que deben tener los patrones en el futuro de los principios económicos que se aplicarán en el país. En algunas declaraciones de los principales dirigentes patronales pareciera que el presidente Mauricio Funes acariciara los sueños de nacionalizar toda la economía.

Últimamente la derecha (ARENA y ANEP) han emprendido un ataque publicitario contra el gobierno de Mauricio Funes y contra funcionarios de su gobierno ligados al FMLN. Según sus decires algunas casas de empresarios han sufrido allanamientos y se quejan que circulan informes en su contra y que reciben correos anónimos. Todo empezó por un incidente que no transcendió hasta que el mismo interesado, una semana después, lo dio a conocer: un control policial de los permisos de portar armas vencidos en la casa del ex presidente Calderón Sol. No hubo allanamiento de domicilio como insisten los medios, no es lo que ha dicho la esposa del ex presidente, ni el mismo ex presidente. Los policías no entraron en la casa de Calderón Sol. Ahora la ANEP se queja de que muchos empresarios han sufrido allanamientos. ¿Por qué reaccionan solamente ahora?

No obstante esto es parte de la campaña de desestabilización de la vida política nacional. Han iniciado una campaña como si ya se estuvieran instalando los “órganos revolucionarios de la dictadura del proletariado”. La prensa, los editorialistas, campos pagados, anuncios, etc. insisten en una situación peligrosa en la que las libertades todas están corriendo peligro.

El presidente Mauricio Funes no entiende a la derecha, no se explica el porqué de esa conducta sumamente hostil. Se ha reunido con los principales dirigentes de ARENA y los ha instado a que sigan trabajando con su gobierno. Y a la ANEP le pide que le muestren, que le indiquen en qué ha faltado, con qué medidas ha atacado sus intereses. El presidente alega en su favor que recibe el apoyo del gobierno de los Estados Unidos y de Brasil.

El Diario de Hoy nos reporta la siguiente frase del mandatario salvadoreño, ofendido, "Esta gremial empresarial, sin fundamento alguno, sin justificación seria y razonable, pide a mi gobierno muestras de estabilidad. Un gobierno que se ha despojado de su color político para tener la legitimidad moral de convocar a la unidad por encima de todo, un gobierno que protege, y ha dado muestras de ello, y que protege como jamás se había hecho hasta ahora, la seguridad jurídica". Mauricio Funes insiste elocuentemente en su posición en defensa del sistema: "¿Con qué medidas, acciones o dichos este Presidente ha roto su compromiso de promover la actividad económica, la generación de empleo y el mejoramiento de la competitividad? Por el contrario, he debido oponerme en más de alguna ocasión a decisiones del Órgano Legislativo precisamente para preservar la seguridad jurídica y resguardar las reglas del juego".

Mauricio Funes no se atreve, todavía no puede hacerlo, a declarar, “atajo de pendejos, ¿no se han dado cuenta de que soy de derecha? ¿Qué más quieren? ¿Que eche de mi gobierno a los rojos? Pero no se apuren, “paciencia piojos… que la noche es larga”, esa va a ser la etapa siguiente. Pobrecito presidente que tenemos. Unos lo atacan desde la izquierda y la derecha no está conforme con su continuismo político. No obstante se los está diciendo, el gobierno “se ha despojado de su color político” y promueve medidas para garantizar “el mejoramiento de la competividad”. El presidente se ha comprometido con el patronato a “resguardar las reglas del juego”. Crudo juego, el salario mínimo estancado en la miseria, los precios de los productos básicos siguen subiendo y pronto serán inalcanzables para las familias pobres. Los patrones de las maquilas quieren total flexibilidad de los trabajadores, quieren suprimir la jornada de ocho horas y con ello suprimir las horas extras. Los muy generosos pretextan que esa medida producirá ahorro en el gasto de transporte y les permitirá a los padres dedicarse a sus familias. Trabajar 44 horas en cuatro días, con cadencias tayloreanas, extenuantes, es una medida a favor de la familia y sobre todo con la baja de ingresos.

Un tema normalmente recurrente en la prensa de derecha y en las declaraciones patronales es la situación de inseguridad y de inestabilidad en que vive el país. Esto no es nuevo, no es nuevo en parte, pues durante los gobiernos de ARENA la prensa abordaba la violencia como una plaga, como un fenómeno que hay que combatir, pero que no era causado por las políticas gubernamentales. Ahora a un escaso año del gobierno de Mauricio Funes estos órganos patronales dejan caer la responsabilidad de la violencia y su recrudecimiento sobre el gobierno actual y sobre todo sobre las autoridades directamente concernidas por este problema.

Pero esta derecha no puede proponer soluciones reales, concretas a este problema. No voy a referirme de nuevo a la payasada de la lectura bíblica en las escuelas. El resto de proposiciones son las mismas que aplicó durante sus gobiernos, recrudecer la represión, aumentar las penas, criminalizar a toda la juventud, disminuir la edad de responsabilidad penal para incluir cada vez más adolescentes dentro del dispositivo represivo. Toda esta política ha fracasado, ha fracasado aquí, como en todas partes en donde se ha aplicado este tipo de medidas. El gobierno de Mauricio Funes ha reducido su política, bajo la presión de los medios de la derecha y de los hechos mismos, a reproducir las medidas fracasadas de los gobiernos de ARENA. La derecha no puede proponer soluciones reales, concretas al problema de la violencia, pues éstas obligatoriamente tocan de frente sus intereses. Puesto que la violencia que agobia al país no es un fenómeno atmosférico, ni una fatalidad nacional, sino que el resultado de una situación social creada durante décadas de dominio ilimitado de la oligarquía en la gestión estatal del país y su conducta parasitaria en los aspectos económicos.

Los equipos presidenciales se limitan a reaccionar, a preparar medidas que aparenten novedad y si es posible hasta originalidad, pero que en realidad son los mismos platos de la derecha recalentados y algunos refritos. La limitación conceptual de estos técnicos salta a la vista. Pues sus medidas se presentan destinadas a combatir la delincuencia y el alto nivel de criminalidad. Pero esas medidas, todas son represivas. ¿Qué significa esto? Pues que las medidas atañen el crimen ya cometido. Se trata de castigar lo que ya se ha perpetrado. No puede de ninguna manera alegar sobre el carácter disuasivo de estas amenazas legales, pues en los Estados en que todavía subsiste la pena de muerte, la criminalidad no desaparece, ni disminuye. La criminalidad disminuye con medidas preventivas, con medidas sociales y educativas. Se trata de medidas que toman tiempo y que urgen de fondos consistentes. También la presencia policial puede ayudar a disminuir la criminalidad, pero esta presencia disuasiva debe también dotarse de un carácter absolutamente nuevo: acercarse a la población para que se sienta realmente protegida y no perciba en los agentes potenciales agresores. Esto significa que la policía debe de convertirse en una institución civil en el pleno sentido de la palabra. Para ello es necesario que se proceda a una profunda remodelación del papel y de las funciones de la policía. Por supuesto que la policía debe de guardar su función investigativa y su función primordial de combate de la criminalidad y la delincuencia.

Las medidas sociales tocan la vida cotidiana de la gente, sus casas, su trabajo, sus salarios, su tiempo libre, sus diversiones, su vida hogareña. La promiscuidad no es una condición ideal para el desenvolvimiento de la personalidad de los individuos. La alimentación también tiene sus repercusiones en la conducta social de los niños y jóvenes. La desnutrición influye en los resultados escolares y en los diferentes aprendizajes en las etapas de desarrollo. Me refiero pues a las condiciones de vida que sufren los salvadoreños, para cambiarlas radicalmente y que esto tenga realmente incidencia civilizadora en las relaciones interpersonales, es necesario, es imprescindible que haya cambios radicales en las estructuras de poder. No se puede seguir favoreciendo a las clases explotadoras. El sistema que ha regido nuestra sociedad ya ha demostrado su caducidad, su ineficacia. La vida precaria de los salvadoreños es el resultado de las políticas económicas y sociales que se han aplicado hasta el día de hoy. Y que nuestro gobierno “despojado de su color político” pretende resguardar, sirviendo los intereses de los miembros de ANEP.

Me permito preguntar ¿de qué se ha despojado el FMLN para participar en un gobierno sin color político, transparente a los intereses del capital?

15 julio 2010

Lecturas sagradas y profanas

La Biblia, como otros textos religiosos, tiene además un carácter cultural, no religioso, histórico. Lo que significa que su lectura por sí misma no puede considerarse como un acto religioso, como un acto de fe. Pero si la leemos como un texto cultural, su lectura es profana, secular y no puede perseguir estrictamente fines morales, sino que de ampliación del horizonte cultural, cuyo efecto ético es mediatizado por la profundización de la educación.

Pero esta lectura implica conocimientos adyacentes que permitan su debida y correcta interpretación, en tanto que texto. Con esto apuntamos a que es necesario ya cierto bagaje cultural o la necesidad de adquirirlo previamente. Se trata pues de llevar adelante una investigación, una búsqueda, pesquisas. El texto no es sencillo, tiene pasajes que urgen de conocimientos filológicos, de contextualizaciones. Estos son requerimientos culturales profundos que nuestros estudiantes de las escuelas primarias y secundarias están muy lejos de poseer. No creo que los diputados de la derecha salvadoreña hayan meditado en esta complejidad, cuando de manera precipitada votaron el decreto de la obligatoriedad diaria de leer pasajes escogidos de la Biblia. La inutilidad de esta lectura, tal cual la propone la derecha, salta a la vista. Pues el objetivo alegado es el combate de la violencia.

Como el objetivo fijado a la lectura de la Biblia es el combate de la violencia, se toma el texto en tanto que religioso, en tanto que libro sagrado. Esta lectura también requiere preparación y urge asimismo de interpretaciones. Son estas interpretaciones las que diferencian las distintas religiones, la judía y las múltiples religiones cristianas. Pero tratando de esquivar este reproche los diputados han excluido toda interpretación, toda explicación e incluso toda reflexión.

Se trata pues de la simple y llana lectura del texto bíblico. Es esta lectura la que tiene que traer el apaciguamiento, la disminución de la violencia o su desaparición. Se trata pues de un uso mágico del texto. No sé si los pastores y sacerdotes de las distintas religiones que existen en El Salvador han tomado en cuenta este aspecto fetichista que le confieren al libro los diputados de derecha.

Ahora bien si el texto es considerado desde el punto de vista religioso hay además un problema político, constitucional, pues la Biblia no es el único texto sagrado existente, además contradice el mandato de la libertad religiosa. Esta libertad no concierne solamente la libertad de práctica de cualquier religión existente o la creación de la propia, sino que implica además la ausencia de esta práctica. Se trata pues de una opción de libertad universal, la Constitución nos confiere la libertad de creer o no creer. La imposición de la lectura de un texto, considerándolo como texto sagrado, veja pues esta libertad.

Es cierto que en el constante retroceso que hemos ido experimentando en nuestro país, hemos llegado a omitir en la Constitución el carácter laico de la enseñanza pública. La primera real Constitución liberal que tuvimos fue la de 1950 y que consideraba claramente la laicidad del Estado y que la enseñanza debía ser laica. Este punto crucial ha desaparecido de nuestra Constitución, se cambió el adjetivo “laica” por “democrática” en la siguiente Constitución salvadoreña.

Pero este decreto precipitado de la derecha tiene objetivos políticos y electoreros. Se impone la lectura de la Biblia tomando en cuenta la desesperación de la población ante el acto de salvajismo cometido contra los pasajeros de la línea de buses 47, en Mejicanos. Es decir que los diputados han aprovechado una situación en la que la población salvadoreña se encuentra en estado de choque, en que el miedo la domina, en que la pasión la guía mucho más que el entendimiento. Se trata pues de pescar en río revuelto. El presidente, Mauricio Funes, se ha dado cuenta de este aspecto, por eso en un principio se ha mostrado aquiescente ante esta medida, sin poner reparos en el carácter inconsulto del procedimiento y de los aspectos demagógicos que encierra la postura de la derecha. Es decir que Mauricio Funes ve perfectamente la descarada carnada en el anzuelo de la derecha y se propone sacar su tajada de esta alborotada pesca. Pero el asunto ya no es tan sencillo, autoridades religiosas de peso se oponen y alegan que la medida es anticonstitucional. La posición simplista de Funes no puede sorprendernos, “si la lectura de la Biblia puede contribuir a combatir la violencia”, el presidente no ve ningún reparo en su aprobación. Tan simplista es la posición presidencial que pone en entredicho su capacidad de recapacitar, es decir sopesar todos los puntos y reflexionar sobre las consecuencias. Su posición es también demagógica. Últimamente Funes ha matizado mejor su postura, aunque su objetivo de participar en el reparto de la pesca sigue de pie.

El arzobispo ha señalado que esta medida contradice a la libertad religiosa y que además traerá disputas entre las diferentes religiones. Un pastor protestante que está de acuerdo en el fondo con la postura episcopal, acusa al prelado católico de ser hipócrita. Por lo visto no es muy fácil realizar el ecumenismo en El Salvador.

Pero yendo a la necesidad de introducir en la enseñanza materias que contemplen la ética y el comportamiento en la sociedad, no se puede reducir a la simple lectura de textos elegidos de la Biblia. Se necesita de una reflexión profunda. Es cierto que hay urgencia, pero no por ello debemos actuar con precipitación. El civismo encierra principios éticos que no obligatoriamente se sustentan en las creencias religiosas. Los imperativos morales que deben regir la conducta en el trato con los demás deben por supuesto inculcarse a nuestros jóvenes en las escuelas, en todas las escuelas. Se trata de enseñar el respeto de sí mismo y la consideración de los otros como iguales en tanto que individuos. El respeto de la particularidad de todos en tanto que personas humanas, debe ser inculcado en los hogares, en las escuelas y en el contacto entre los adultos y menores.

Por supuesto que estos valores no pueden inculcarse de manera abstracta, desconectada de la realidad concreta en la que viven los jóvenes salvadoreños. Nuestra sociedad en tanto que tal tiene como fundamento ideológico el individualismo y los principios fundamentales de la propiedad privada. Es decir que la igualdad entre los seres humanos en tanto que individuos es puramente teórica, la realidad cotidiana impone para sobrevivir a la mayoría de las personas aceptar las desigualdades sociales, es decir aceptar reglas de vida que mutilan su propia individualidad, su ser particular. La preocupación individual es la de mantenerse, de procurarse su propia reproducción diaria, alimentos, vestido, techo, etc. Estos objetivos son constantemente contrariados por la falta de oportunidades reales que ofrece el estado actual del país. El primer imperativo moral que tenemos es justamente el respeto de sí mismo. Es este imperativo que es negado por la realidad inmediata en que nos encontramos. Esto significa que la realidad inmediata ejerce cotidianamente su violencia contra la existencia material de cada uno de nosotros, sobre todo de los más pobres.

Aunque a diario se proclame que todos somos iguales, que nacemos iguales, al confrontar estas aserciones con la realidad no cuesta mucho esfuerzo constatar que se trata de una mentira, que son frases falsas. Es más, al lado de estas afirmaciones con igual frecuencia encontramos el ensalzamiento de los que triunfan en la sociedad, en los que vencen para subir en la escala social. Este triunfo social implica gozar de privilegios, de tener condiciones materiales que los alejen de las preocupaciones diarias de la sobrevivencia. Pero sobre todo se ensalza la fuerza, la supremacía de los que no reparan en los medios para alcanzar los objetivos de superación social. Vivimos en el reino de la fuerza y de su ley.

Vivir obedeciendo los imperativos morales significa vivir en contradicción con los valores que fundan la sociedad actual. Vivir conforme a la moral implica un esfuerzo particular, un esfuerzo constante y tener conciencia de que los principios morales son superiores a los que nos impone la vida en esta sociedad de desigualdades.

02 julio 2010

La violencia en nuestra sociedad

Después de una larga ausencia retomo mis comentarios. Muchos son los acontecimientos que han ocurrido en el país y que retuvieron mi atención, muchas también han sido las opiniones que sobre ellos se emitieron y muchas son a las que me hubiera gustado responder o agregar lo mío. Comprenderán que un hecho me haya marcado con mayor peso y pienso que todos se imaginan que me refiero al crimen cometido contra los pasajeros del bus de la línea 47. El ataque armado contra el bus y el incendio con sus pasajeros al interior ha sido considerado como el punto culminante de la actividad criminal de las pandillas.

La indignación y la condena han sido unánimes y categóricas. Todos los salvadoreños nos hemos sentido agredidos. Nunca pensamos que actos de esta índole pudieran verse cometidos en nuestro territorio. Todos pensamos que las masacres eran asunto del pasado y que eran el patrimonio de las fuerzas represivas antipopulares. Esta vez el terror nos llega de parte de civiles, de miembros de nuestra sociedad. Claro que esta pertenencia a la colectividad nacional nos cuesta reconocerla y de manera inconciente colocamos a los asesinos afuera de la sociedad. No obstante lo primero que debe penetrar en nuestras conciencias es que esos grupos criminales son también el fruto de nuestra sociedad. Es cierto que podemos bemolizar nuestro juicio y argüir que las “maras” tienen su origen en los Estados Unidos y que el gobierno de ese país con absoluta irresponsabilidad y con total desprecio hacia nosotros, desde la firma de los Acuerdos de Chapultepec, inició la expulsión hacia nuestro país de criminales y miembros de esas organizaciones sin advertir convenientemente a las autoridades salvadoreñas. Esto es lo que siempre se ha alegado.

Sin embargo este hecho por sí solo no explica el desarrollo que ha tenido este fenómeno en nuestro país. Ese tipo de criminalidad ha encontrado en nuestra sociedad, en el tipo de sociedad que padecemos, el terreno propicio para su expansión. No podemos declararnos sorprendidos por la escalada criminal que se ha ido operando ante nuestros ojos. La violencia no es un fenómeno marginal en nuestra sociedad.

Violencia contra la violencia

Ahora mismo, la mayoría de reacciones de políticos, comentaristas, editorialistas, etc. lo primero que han preconizado, es continuar en la escalada de violencia represiva, llegando algunos a proponer la restauración de la pena de muerte. El gobierno en su política continuista propone una variante “mejorada” de las leyes “mano dura” y “superdura” de los gobiernos areneros. El aumento de los años de cárcel ha sido permanente desde hace diez. No hace mucho un criminal fue condenado a 120 años de reclusión. Lo ridículo de esta pena tiene el mismo nivel que la falta de discernimiento de los legisladores. No es la pena la que va a parar el crimen. Toda la sociedad se ha dado cuenta que las leyes represivas no han dado efectos benéficos en la lucha contra la criminalidad. Estas leyes incluso se han considerado como contraproducentes. No obstante la sociedad entera sigue enfrascada en este tipo de “soluciones”. Este empecinamiento de nuestra sociedad implica una ceguera ante la falta de resultados y manifiesta la incapacidad nacional de buscar soluciones que no impliquen la ley de Talión, que no encierren el repugnante rostro de la venganza, soluciones en las que no aparezca la violencia como principal rasgo.

En los primeros meses del gobierno de Mauricio Funes, en un artículo sobre la violencia y la prevención, invité a las autoridades a tener el coraje de reconocer y de anunciarle a la población que era ilusorio esperar resultados prontos e inminentes en la lucha contra la criminalidad. El grado de organización, la intensidad y frecuencia de los crímenes, la ausencia de útiles investigativos, de una PCN con suficientes efectivos y debidamente preparados, volvía imposible obtener la disminución inmediata del número de crímenes, al contrario lo que debíamos esperar, era un recrudecimiento de la criminalidad. Porque era necesario una política que rompiera con la que se había aplicado hasta entonces. Una política que priorizara la prevención, sin olvidar el mejoramiento del combate contra el crimen con la necesaria reestructuración y limpieza de la PCN. La restructuración implicaba, va de suyo, mejor preparación técnica de la investigación y el aumento de los efectivos. Todo esto requiere tiempo y medios.

Pero las autoridades actuales, en vez de hablar claramente con la población, de establecer un diálogo franco con ella, prefirió ceder a las distintas presiones y tomó medidas inmediatistas y demagógicas. El gobierno sacó al Ejército de los cuarteles y le encomendó tareas a las que no está preparado, lo puso de coadjutor policial. En vez de enfrentar con razones el miedo irracional y pasional de la población, atizado éste por la prensa amarillista nacional y los partidos de derecha, que acababan de mostrar su propia incompetencia en la lucha contra la delincuencia, el gobierno ha iniciado una militarización de la función policial, incorporando al Ejército en las cárceles y en las fronteras. De hecho la derecha ya había en gran medida militarizado a la propia policía. Ahora el gobierno de Funes/FMLN para completar el carácter eminentemente represivo de los antimotines ha recurrido a adiestradores franceses de los nefastos CRS (que tienen merecida fama antidemocrática en su propio país). El alegato del ministro de Gobernación efemelenista es digno de un Poniatowski o de un Bonnet, ex ministros franceses del Interior de la peor derecha francesa.

Para que la lucha contra la delincuencia y la criminalidad sea eficaz es también urgente que la Fiscalía asuma sus responsabilidades. Hasta ahora la ineficacia de la Fiscalía es patente y tal vez su dejadez es parte de una estrategia de la peor política de la derecha, que detrás de sus declaraciones indignadas y proposiciones rancias, aspira a poner sobre todo trabas y estorbos al gobierno actual. La derecha tiene como prioridad la reconquista del Ejecutivo, para ello ha puesto varios tizones en el fogón.

Asumir que la violencia surge de la sociedad

Pero una cosa que debemos asumir todos es que la violencia de las pandillas, de los otros delincuentes y traficantes son manifestaciones extremas de una violencia social que envenena nuestras relaciones sociales y que recorre a toda la sociedad salvadoreña. Esta violencia es antigua, profundamente arraigada. Las manifestaciones de esta violencia cotidiana y común son múltiples, van desde el lenguaje coloquial lleno de vulgaridades hasta el maltrato que se le inflinge a los niños y a las mujeres. Este maltrato se ha vuelto invisible, transparente. Los castigos corporales contra los niños, su rango en las relaciones familiares, su desconsideración generalizada, la explotación ultrajante en las calles y algunos talleres son fenómenos permanentes y que casi no llaman la reprobación social. Me estoy refiriendo a la sociedad y no a alguna que otra organización o asociación. Lo mismo podemos afirmar respecto a las mujeres. Las mujeres son el blanco de todos los abusos, ya sean verbales, como atropellos laborales, manoseos incluso en la vía pública. Si me refiero a los niños y mujeres en primer lugar, es porque también esto es lo más visible.

Esta violencia social toma el rostro del autoritarismo que recorre todo el tejido social salvadoreño. No es la primera vez que aludo a este autoritarismo. Se trata de un autoritarismo que hemos heredado desde la Colonia, pero que hemos ido cultivando en nuestra historia con todos los regímenes dictatoriales que se han multiplicado en el país. Estos regímenes han sido violentos, extremadamente violentos. La sociedad misma ante la sistemática violación de sus derechos civiles, libertad de expresión, libertad a secas, pues hubo encarcelamientos arbitrarios, expulsiones del país, torturas, asesinatos, masacres, la sociedad ante todo esto tuvo que recurrir también a la violencia. Se trataba de un derecho, pero era también un recurso extremo, pues la guerra insurreccional trajo indudablemente nuevos niveles de violencia. La guerra de tierra quemada que adoptaron los sucesivos gobiernos bajo el amparo y guía del imperialismo estadounidense dejó como saldo millares de muertos y muchos lisiados. La guerra dejó una ancha herida abierta. Esta herida no se sana con espectáculos presidenciales. La impunidad con que gozan los criminales de guerra es el criadero de la impunidad que gozan y reclaman los criminales de hoy.

La post guerra

La post guerra ha sido una larga mascarada que legalizó el crimen pasado y fue tolerando los crímenes que se cometían en los barrios. Pero ahora agobiados por tanto derramamiento de sangre, por los altos niveles de salvajismo en la ejecución de los asesinatos, la frialdad, la indiferencia de los delincuentes sentimos todos que esto ha llegado a límites intolerables. Pero, ¡cuidado! También podemos acostumbrarnos al horror criminal.

Nos hemos acostumbrado a la violencia institucional de la pobreza y en muchos casos de la miseria. Esta pobreza es criminal. ¿Cuántos niños han muerto por desnutrición en nuestro país? ¿Cuántos por enfermedades crónicas y curables? Hablo de los niños, pero esto se puede extender a las madres, que mueren en partos difíciles por falta de asistencia médica y por desnutrición. Esta pobreza no es una plaga o un fenómeno atmosférico. Esta pobreza es una consecuencia del sistema económico que padecemos. En el que sólo ha contado el interés del capital en detrimento de los hombres y mujeres de nuestro país. ¿Durante cuántas décadas las largas jornadas laborales eran sementeras de muertes prematuras? Los salarios de miseria producían una permanente hambruna. Este panorama no cambia, no ha cambiado. Los gobiernos con toda su fuerza bruta represiva, con toda su violencia, siempre han defendido y servido los intereses de las clases dominantes, de las clases que se han aliado siempre a los capitales extranjeros, sobre todo de los Estados Unidos. Estas clases dominantes, la oligarquía y la burguesía siempre han amenazado con dejar al país sin medios, si el gobierno se atreve a tomar medidas en contra de sus intereses, han amenazado abierta o asolapadamente de implementar un golpe de Estado.

Los intereses de la oligarquía requieren obligatoriamente bajos salarios. Ahora sus grandes pensadores tratan de imponer la desaparición del salario mínimo, de alargar las horas laborales. El pacto fiscal que proponen es la reducción de los gastos del Estado.

Nuestro país no puede permitirse disminuir los gastos en la salud pública, pues no da abasto a la penuria en que se encuentra, se urge de un aumento. Nuestro país no puede darse el “lujo” de disminuir el gasto de la educación y de la cultura, lo que urgimos es una profunda reforma y un gigantesco esfuerzo presupuestario para mejorar el sistema de enseñanza pública y de divulgación cultural. Nuestro país no puede reducir los gastos en la seguridad pública, todos vemos que al contrario se urge de un sensible aumento en ese rubro. Incluso estos no son realmente gastos, sino que verdaderas inversiones en el desarrollo nacional. Pero el país no puede seguir endeudándose.

Los pensamientos que salen del “tanque” de pensadores del patronato suenan huecos. Se han atrevido a proponer que se imponga a los vendedores ambulantes la TVA. La perversidad de esta gente es ingeniosa. Quieren agravar con un peso adicional la precariedad del subempleo y el raquítico poder adquisitivo de la población. La exigencia de disminuir el tren de vida del Estado no es otra cosa que la bulimia desenfrenada del patronato para recibir subvenciones y “ayudas” a la inversión. Esta actitud también es violenta, pues sustenta y justifica un estado de cosas que mantiene a nuestro país sumido en el subdesarrollo. Toda la actitud económica de la oligarquía ha sido parasitaria. Toda la producción de riquezas no ha servido para desarrollar al país, sino para mantener a una casta, que siempre ha vivido en la opulencia. Toda la acumulación de riquezas no sirvió para diversificar y modernizar la agricultura, ni mucho menos para crear las bases de una industrialización nacional.

Combatir y prevenir

No puedo dirigirme a los gobernantes de hoy, pues han optado por la militarización del país, por confiarle al Ejército un papel social que no le corresponde. El uso del Ejército para estos fines es la continuación de la aplicación de doctrinas de la “seguridad nacional”, pensadas por organismos ideológicos extranjeros y patrocinados por organizaciones ligadas a la CIA. El gobierno ha optado por continuar la labor iniciada por la derecha: el Ejército en las calles es un tramo mayor en la política agresiva del Estado oligárquico. El fracaso mexicano es patente en el uso del Ejército para fines de política interior. Pero la obediencia a los amos vuelve ciegos a los sirvientes.

No puedo dirigirme a los gobernantes de hoy, pues sus opciones no responden en nada a los intereses populares. La política de parches sociales no responde a las urgencias nacionales. Existen medidas que pueden ser el inicio de una política real de seguridad de la población, por ejemplo, el desarme total de la sociedad. Pero esta medida veja intereses privados de los mercaderes de la muerte. El aumento significativo de los efectivos policiales vendría a volver innecesarios las compañías privadas de seguridad. La subsistencia de estas agencias responde también a intereses privados. Se ha creado una comisión o un seminario para que medite sobre la ley de portación de armas, pero ¿por qué tantos remilgos para emitir una ley que puede ser de carácter profiláctico contra el crimen? La proporción de asesinatos cometidos por armas de fuego es enorme.

La restructuración de la policía implica devolverle o darle el carácter civil que los Acuerdos de Paz quisieron imponerle. Esta restructuración implica asimismo que la PCN se vuelva realmente garante de la seguridad y que obtenga la confianza de la población. La presencia policial ahora no es ninguna garantía de seguridad, pues su actitud es siempre prepotente, agresiva y violenta. Esta actitud corresponde a la ideología nacional de las relaciones sociales. El agente policial usa y puede abusar del poder que se le ha delegado. Este uso y abuso de la autoridad conferida es parte de nuestro funcionamiento social. Los maestros en las clases, los directores en las escuelas, el empleado público detrás de su escritorio, etc. practican esta “costumbre” nacional.

Una política preventiva, que por supuesto contiene una amplia franja educativa, no puede estar dirigida exclusivamente a la niñez y a la adolescencia. La violencia, el abuso de la autoridad es común en todas las edades y en todos los medios sociales. Es en el mundo adulto que tenemos que inculcar el respeto por los niños y por nuestras mujeres, el respeto y la aplicación de conductas civilizadas en el trato con los demás.

Es la sociedad que puede imponer las soluciones adecuadas para resolver este problema que tanto nos agobia. Pero para ello es necesario que renunciemos a recurrir exclusivamente a medidas violentas y represivas. Aclaro que el castigo del crimen es una parte de la política de combate contra la inseguridad, pero es necesario que entendamos algo tan sencillo, que el castigo viene siempre después del delito. Lo que nos importa es prevenir, crear las condiciones para su disminución radical y si fuera posible su desaparición. El castigo que viene después de cualquier falta debe contener su lado educativo. El castigo, todo castigo tiene que contener su aspecto preventivo. Es por eso que las cárceles tal cual están actualmente concebidas son sobre todo criaderos del crimen. El simple confinamiento, que se acompaña de un hacinamiento inhumano, debe proscribirse y ser remplazado por confinamientos con prácticas reeducativas.

Pero la medida fundamental es el cambio de estructuras económicas que contribuya a hacer desaparecer la pobreza, la miseria social. La vida precaria a la que están obligados tantos salvadoreños es fuente de incultura, de violencia sufrida y aplicada, de múltiples y profundos sufrimientos. En este mundo que predica a través de la publicidad que la realización personal consiste en el consumo de mercancías, de cualquier mercancía, útil o superflua, la pobreza es la negación de esa falsa realización personal, pero también privación de la real y verdadera realización personal a través de prácticas culturales y civilizadoras. Para ello es necesario cambiar el principio fundamental de la sociedad, el objetivo primordial de nuestras instituciones: mantener, propiciar y aumentar las ganancias privadas.