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29 agosto 2010

Una masacre más en el sucio mundo

La masacre de Tamaulipas ha consternado a la gente que descubre en las pantallas de la televisión la muerte multiplicada de los emigrantes. Este descubrimiento súbito, que irrumpe en los hogares, indigna. Es también el momento en que surgen los grandes de nuestro mundo a mostrarse lacrimosos, compungidos y, por supuesto, alarmados, indignados también. Hacen declaraciones, condenan, prometen, se conduelen. Algunos hasta aprovechan para levantar el polvillo de alguna polémica. Esta indignación mediática, de fachada, sirve para muchos de catarsis.

Pero esta mascarada no los purifica, no les quita de encima su responsabilidad directa en lo que ha sucedido en Tamaulipas y en la interminable lista de muertes anónimas, que no se asoman a las primeras planas, porque no son espectaculares, pero que son tan numerosas, tan compactas que forman el cuerpo del tenebroso témpano, del cual la masacre de Tamaulipas es una de sus crestas.

He hablado de responsabilidad directa. Pues las decisiones que toman los dirigentes de gobiernos, de empresas, de partidos políticos repercuten directamente en la vida diaria de la gente. Es esta vida llena de precariedades, de sufrimientos, de privaciones la que en la desesperación hace surgir el sueño, la ilusión de otra vida, de la posibilidad de otro tipo de indigencia, de otro tipo de precariedad, la vida ilegal y arriesgada en los Estados Unidos. Saben que irse de sus países hacia el “paraíso” no prometido, es un calvario lleno de azares, pero sobre todo de adversidades. El paraíso tiene muchos ángeles guardianes enviados por los grandes jefes de Washington a las orillas cercadas, alambradas, pero aún más allá de ese muro que separa dos mundos, los ángeles se convierten en demonios por arte de tratados y advertencias amenazadoras del Gran Gobierno.

El absurdo sueño surge de la miseria, la insoportable miseria que desvaloriza la vida, que el famoso grito de la ranchera mexicana, “la vida no vale nada”, se vuelve tan real, pero al mismo tiempo angustiante en la vida de todos los días, en la que no hay trabajo, en la que hay que salir a ver si se halla algo, una oportunidad, un algo que se sabe casi imposible. Ya no se trata más, para esas familias, de un temido día siguiente, es el hoy, este hoy en el que hay que dar de comer a los hijos, que es insoportable.

Es esta vida la que crea el flujo migratorio. Es esta vida la que hay que cambiar. La promesa de hacerlo se ha desvanecido en un palabrerío de justificaciones, que alegan que “no todo se puede hacer en un día, ni en un año”. Nadie ha hablado de cambiarlo todo de un solo tajo. Pero en esta actitud hay convicciones profundas, convicciones hostiles al cambio prometido. En esto no se puede andar tergiversando, yéndose por las ramas. La pobreza de nuestra vida no surge por generación espontánea. Esta pobreza antigua ha sido creada, ha sido producida por un sistema que no puede prolongarse, que no puede subsistir de otra manera. El puñado de oligarcas que acaparan riquezas, que viven en opulencia, que desperdician capitales, que destruyen siembras porque no son rentables, que prefieren exportar sus capitales a plazas financieras y que piden a los gobiernos siempre mejores condiciones para la inversión, la suya propia y la extranjera. Este puñado de oligarcas que crea monopolios y que clama por la libre concurrencia como la condición misma del sistema. Pero no se dan cuenta que ellos mismos entran en contradicción contra el libre mercado. ¿Cómo puede concurrir un vendedor ambulante frente a un monopolio de distribución?

La pobreza no es la misma en todas partes

Es necesario pensar en esto. La acumulación de riquezas por un lado crea miseria en el lado opuesto. Sucede en el ámbito nacional, pero también en el ámbito mundial, globalizado. La constante acumulación de capitales proviene del movimiento mismo del capital. Es una ley. Una ley implacable, es una ley que obliga a muchos capitalistas a desaparecer de la arena por los golpes bajos de sus contrincantes, las ofertas de compras, los ofrecimientos de alianzas y fusiones. Este movimiento hacia el monopolio conduce a destruir en los centros capitalistas unidades de producción, a dejar en la calle, sin empleo a millares de personas. Estos capitales expatrían sus empresas hacia lugares en donde la sobreexplotación es vista casi como una ayuda. Este sistema marginaliza a millones de seres humanos, hundiéndolos en la desesperación.

La pobreza no es la misma en todas partes. Pero siempre es pobreza, pues es relativa a la riqueza que la produce. En los centros capitalistas los pobres reciben ayudas, alguna recompensa, alguna migaja caritativa prodigada por el Estado Providencia, del que va quedando solo la sombra. Las garantías laborales, las condiciones de trabajo más o menos protegidas, todas las conquistas obreras son destazadas poco a poco de manera inclemente por el sistema. En estos grandes centros del capitalismo la pobreza también tiene como frontera la miseria. Los vagabundos, los chichipates, los pordioseros, los vendedores ambulantes surgen en los subterráneos del metro y aparecen también en los andenes, al lado de las vitrinas.

Los grandes medios de comunicación de masas reproducen los discursos explicativos de hombres políticos, que azuzan a sus compatriotas con el peligro exterior, con esas hordas de salvajes que huyen del hambre y que vienen a amenazar nuestro sistema de protección social, que vienen a poner en peligro nuestro modo de vida. El odio echa de nuevo sus raíces, la bestia parda se asoma de nuevo hasta en los ministerios, en los parlamentos. El discurso fascista se banaliza, la persecución de etnias, de migrantes es presentada como una necesidad para preservar las sociedades civilizadas. Este odio es regado con la cotidiana propaganda que vierte miedo y zozobra.

Esta realidad que se agrava de día en día, los grandes “pensadores” modernos nos la venden como una fatalidad. He dicho nos la venden, pues estos defensores del sistema no conocen otro dios que el mercado. Estos creadores de “explicaciones” nos dibujan guerras de civilizaciones, nos prometen la salvación con el fin de las ideologías y nos llaman a que nos admiremos de los grandes triunfos del capital reinante. Sí, el capital no está moribundo, pues después de cada agravación crítica, algunos monopolios salen revigorizados, sin preocuparse de los cadáveres que han dejado en la arena de la libre concurrencia.

¿Qué hacer? Siempre surge esta pregunta, en cada encrucijada es necesario responder, las respuestas tienen que ser siempre nuevas. Pero en el fondo se trata siempre de lo mismo, ¿cómo salir del atolladero, como rescatar a los que están naufragando? En nuestro país el sistema oligárquico es viejo. Los problemas sociales que padecemos son crónicos, recubren a toda la sociedad, están en todas sus instancias, se multiplican. ¿Puede este sistema aportar la solución a nuestros problemas? ¿No basta ya todo el tiempo de nuestra vida independiente para ver que es incapaz de hacerlo? Su incapacidad reside en que su objetivo primordial, su objetivo fundamental es la acumulación de riquezas. Sí, volvemos a lo de siempre.

El otro flujo: las remesas

La solución no está escondida. En nuestra historia dolorosa la hemos vislumbrado en muchas ocasiones. En nuestro país corrió la sangre en busca de realizarla, se forjaron proyectos, se creyó que estábamos cerca y poco a poco la esperanza se fue evanesciendo. No podemos negar que la lucha ha permitido que hoy existan nuevas condiciones, no todo quedó como antes de la guerra. Pero la transformación del sistema no llegó. No podía llegar, pues los mismos de siempre siguieron gobernando los destinos del país. Ellos nunca se propusieron cambiar nada de nada. ¿Ahora, qué podemos hacer ahora?

Es necesario nombrar claramente y sin ambages la solución, se trata de romper con el sistema. Desbaratarlo. Es urgente que entre los intereses que defiende el actual presidente, con sus desalianzas y nuevas alianzas, con su “nuevo” partido y su salida, una vez en la silla, su grupito de compadres y comadres, que le sirvieron a la oligarquía y le siguen sirviendo, que se apuntan en las clases que imparten la Banca Mundial y el FMI, con toda esa gente y con esas intenciones, no, no podemos romper con el sistema. Mauricio Funes se considera sobre todo y ante nada el garante de las “reglas del juego” capitalista. Su principal problema político es que la oligarquía y sus partidos políticos lo tratan como a un nuevo “cholero”. Por ahí se hincha como el sapo de la fábula, en otras se arrodilla, como si los patrones fueran nuevos mesías.

Nuestro problema de hoy consiste en que no tenemos partido revolucionario. El grupillo que se ha encaramado en la tarima, nos quiere adormecer con un estribillo conformista: “las condiciones actuales no se prestan”. ¿Han emprendido algo para cambiar las condiciones? ¿Pero acaso ahora no tienen ministros? ¿Cuándo se tuvo mejores condiciones para tomar directamente medidas sociales que limiten la explotación capitalista? “No tenemos todo el poder”, repiten. Entonces se trata de luchar, de ganarse a la gente hacia las posiciones de transformación, de llevar una lucha al interior del Estado. Prefieren esperar. Decretan ahora, que su gobierno del “cambio” es apenas de “transición”. ¿Hacia dónde, hacia qué? Silencio sepulcral.

Un argumento que se yergue es el resultado del flujo migratorio: “tenemos miles y miles de compatriotas en los Estados Unidos, no los podemos poner en peligro”. ¿En peligro de qué? Pero ¿acaso no estamos poniendo en peligro a todos los que se escapan del país, acaso esta masacre de Tamaulipas no viene a recordarnos a todos los muertos en el camino, a todas esas mujeres que se han visto obligadas a quedarse allí mismito, en la frontera, en Tapachula, en algunos de los pobres, destartalos prostíbulos o en lujosas tabernas de tolerancia?

¡Ah! no nos olvidemos del otro flujo: las remesas. El grueso de las remesas vuelve, ese dinero trae pasaje de vuelta. No voy a decir que es inútil, por supuesto que muchas familias logran satisfacer algunas de sus necesidades con esos envíos, pero los que resultan ganando son siempre los mismos: los bancos y los grandes comerciantes. Ese dinero llega desperdigado, llega a particulares para satisfacer necesidades particulares. No se puede encarrilar hacia otro destino, a otros fines. De todas maneras en nuestra sociedad que no genera ahorros, por su pobreza, toda entrada sirve para el consumo. Muchos denigran ese consumo, diciendo que esas familias “se gastan el pisto en babosadas consumistas”. Es posible. No obstante para muchas familias ese dinero les ayuda a sobrevivir.

Pero la cuestión que se plantea es ¿podemos hipotecar el destino del país a cambio de las remesas? No hace mucho, durante el gobierno de Saca, se llegó un experto de la Banca Mundial y disertó sabihondo consejos para nuestros gobernantes de entonces: uno de ellos era mejorar el nivel educativo de nuestra gente, darles una educación técnica suficiente para que fuera más fácilmente exportable. El resultado, predijo, será menos problemas migratorios y un monto superior de remesas. Este experto le sirve al capital, argumenta en beneficio del capital, como los consejeros del presidente Funes, que fueron a la misma escuela. Esta gente canta delante de la bandera con estrellas: “la propiedad privada fue su dogma y su guía”.

La contradicción fundamental

Los dirigentes del FMLN no tienen nada que oponerles, no tienen otro himno. Pues ellos aceptan convencidos, sumisos que no hay solución, que no hay salida. Los de arriba, los del Norte son muy fuertes, no podemos nada sin ellos, no somos nadie sin ellos. Lo que a duras penas podemos hacer, es darle una pintadita a la fachada del resquebrajado edificio de nuestra sociedad. Los cimientos putrefactos, que son los que generan la miseria, deben quedar intactos.

No se les puede hablar de estrategia, no se les puede mencionar la contradicción fundamental entre el capital y el trabajo. La opulencia oligárquica y la pobreza de los trabajadores son la contradicción que exige resolución a través de urgentes transformaciones sociales. Esta contradicción ha madurado, ha llegado hasta el extremo, esta contradicción antagónica, que mantiene en lucha a las clases sociales, es la que caracteriza la situación actual de crisis de sistema social y económico que reina en nuestro país. Esta contradicción que se encuentra en el desarrollo histórico de nuestra sociedad, que lo frena, la revolución debe resolverla, para abrirle el camino a otra sociedad, a una nueva construcción social que ha sido preparada por el mismo desarrollo social. El parto de esta nueva sociedad obligatoriamente va a ser doloroso, la vieja sociedad resiste, se nutre de su pasado, de la fuerza que le da la situación dominante de la oligarquía. Por eso es necesario que nuestro pueblo vuelva a erguirse con toda su fuerza, vuelva a tomar la iniciativa.

La peor masacre es la que seguimos cometiendo al soportar una sociedad que ha caducado, que obstaculiza nuestro desarrollo de nación, que nos encierra en la dependencia, que no puede aportar ninguna solución radical a nuestros males. El pueblo debe reconquistar sus medios y sus instrumentos, es eso lo que ahora está planteado.

Carlos Abrego

21 agosto 2010

Muchas gracias, camarada Lorenzana.

“Para el diputado Roberto Lorenzana, las quejas no son para escandalizarse. “A estas alturas del partido, que ya ha corrido tanta agua abajo del puente, ya no podemos decir que hay un problema estratégico. Son ruiditos por aquí y por allá, pero eso es irrelevante”, consideró.

El parlamentario agrega que el problema ha sido que, en muchos municipios, las decisiones que se tomarán sobre sus autoridades son solo ratificaciones de acuerdos ya tomados por consenso: “Ya algunos sienten que pueden perder y por eso hablan de manipulación”, agregó”. Esta declaración ha salido hoy en La Prensa Gráfica.

Reparen en lo que dice Lorenzana, las elecciones serán la ratificación de ACUERDOS ya tomados por consenso. Esto significa que en esos municipios las famosas elecciones democráticas y secretas serán simple formalidad. Ni democráticas, ni secretas, pues ya se sabe lo que ha sido consensuado. Como quien dice por la boca muere el pez. Muchas gracias por la aclaración, camarada Lorenzana.

Carlos Abrego

18 agosto 2010

La "cachiporristas" y el problema femenino

El asunto de las “cachiporristas” no es tan baladí como lo piensan algunos. Es cierto que si desfilan o no, en nada va incidir en el nivel de vida de los salvadoreños, ni en el curso de los valores de la Bolsa. Esto es cierto. 

No obstante tal cual ha sido abordado, desde el ángulo que han adoptado los que han reclamado la prohibición y al que se han referido los que redactaron la circular del Mined, me parece que atañen a un problema mayor de la sociedad salvadoreña: el puesto de la mujer y los peligros que acechan a nuestras muchachas de parte de proxenetas y organizaciones de tráfico infantil.

No hace mucho una mujer denunció los abusos sexuales que ha sufrido por parte de un superior en el trabajo, esta denuncia fue atacada por un miembro del gobierno porque la consideró tardía, interviniendo en un asunto que está en manos de la justicia; en muchos comentarios que circularon en distintos foros, la mayoría ponía en duda la sinceridad de la denunciante. Solo pocos hombres y algunas mujeres intervinieron en su favor. Ningún personaje oficial intervino para defenderla y protegerla. Nadie aludió a la dificultad, en nuestra sociedad machista, de discriminación hacia las mujeres, la dificultad que experimentan las mujeres de denunciar el acoso sexual que sufren en las oficinas y en los talleres, en general en los lugares públicos. 

Comúnmente la sociedad entera tiende a culpar a las mujeres por estos actos cometidos en contra de ellas, como si su conducta, su modo de vestir, incluso su belleza, fuera suficiente para perdonar al abusador. Los hombres tienen derecho al manoseo, a las palabras soeces, alusivas o directas, a todas las ofensas. Las mujeres tienen que aceptar esos “piropos”, esas “caricias”, y por qué no, acceder a los deseos de los hombres. La mujer que se arma de coraje y denuncia al hombre que la ha acosado sexualmente, corre siempre el riesgo de ser sospechada de calumniadora, de querer vengarse, en fin de cuentas, quiere ocultar su propia culpabilidad.

Todos sabemos que esto ocurre, si no somos hipócritas, sabemos perfectamente que en nuestra sociedad estas conductas masculinas son admitidas, no son juzgadas como reprensibles. ¿Para evitar estas conductas les vamos a pedir a nuestras mujeres que se queden en sus casas, que cuando salgan de sus hogares, se vistan ocultando toda su feminidad? ¿Qué es lo que tiene que cambiar? ¿Qué es lo que tiene que ser reprimido con fuerza?

En realidad, en vez de acusar a las mujeres denunciantes, la sociedad tiene que crear las condiciones que las proteja, que no sufran un nuevo atropello, evitando poner sistemáticamente en duda su palabra. Pero más allá de esto, lo que hay que extirpar de nuestra sociedad es la conducta inmoral de los hombres respecto de las mujeres. Abandonar el presupuesto que la simple presencia de una mujer es de por sí una incitación a ejercer sobre ella ese tipo de violencias. ¿Cómo llegar a extirpar estas conductas? Pues obligatoriamente con la educación, educación de los adultos y formación de nuestros jóvenes.

Pero en el caso de las “cachiporristas” el asunto se ha abordado de tal manera, como si ellas fueran la causa del acoso de los traficantes y proxenetas. Se ha agregado que se trata de una manifestación denigrante de su condición femenina. ¿Es por el hecho de que muestran sus piernas? ¿Es acaso la única vez que lo hacen? En las playas, en las pistas de atletismo, en las canchas de diferentes deportes, también muestran sus “atractivos”. ¿Acaso no vienen hombres a verlas, a los cuales se les puede cruzar por la cabeza alguna idea procaz? Acaso a los espectáculos deportivos no pueden asistir los mismos personajes, a los que se ha aludido en los desfiles de las “cachiporristas”.

No obstante se ha hablado de cosas peores, que nada tienen que ver con los desfiles mismos. Del acoso, del tráfico que se realiza en la selección de las “cachiporristas” y de posibles manoseos de profesores, de directores e incluso se ha hablado que desde ahí pueden sufrir otro tipo de atropello mayor. Pero si las autoridades han tenido noticia de ello, ¿por qué no han intervenido para castigar el delito? ¿Por qué cambian de tema y de lugar de discusión? Ya no son los desfiles el problema. El problema reside en un delito, que puede tener lugar, incluso si se suprimen los espectáculos de las “cachiporristas”.

Pero al mismo tiempo se ha hablado que la actuación de las “cachiporristas” en sí es denigrante para la imagen de la mujer. Se ha hablado de ampliar la prohibición a las elecciones de las Reinas de Belleza que tienen lugar en muchos lugares del país. Se ha afirmado que tanto en unos como en los otros espectáculos se exhibe el cuerpo femenino como un objeto sexual.

Me parece necesario hacer algunas consideraciones. En primer lugar, ¿estas dos actividades son acaso las más graves en las que el cuerpo femenino se vuelve en objeto sexual? ¿Acaso el cuerpo femenino no es usado en la publicidad de forma más denigrante? Porque el cuerpo femenino en esos momentos no tiene otra relación al articulo en venta que su cuerpo. Esto sucede en revistas, en la televisión, en las vallas, etc. Y esto es cotidiano. Las autoridades que con tanta celeridad condenaron a las cachiporristas y a las madrinas de los equipos, los concursos de belleza, no se han referido a esta mercantilización del cuerpo femenino. Será porque en este caso se enfrentarían con un adversario poderoso, el mercado, el sacrosanto mercado.

Me parece que en esto ha habido mucho humo, mucha ligereza, poca reflexión. De nuevo el carácter autoritario de nuestros regímenes vuelve a salir a flote. En primer lugar desde un puesto del Estado se sentencia, se decide y luego van a “dialogar”. La decisión está plagada de todo eso, de una estupefaciente superficialidad, los motivos alegados condenan a las posibles víctimas de ser el origen del crimen. En segundo lugar constatan que la liviandad de los argumentos han sido rechazados por buena parte de la población, entonces dan medio paso hacia atrás con el pie izquierdo, pero con el derecho fijo en la prohibición para el próximo año. Mientras tanto las autoridades han declarado que van a “dialogar” con los “sectores” interesados y concernidos directamente. La palabra “dialogo” en el discurso burocrático no significa “escuchar”, se trata de “explicar” que la decisión tomada es la única posible. Las familias y las estudiantes que deseen ser “cachiporristas” tendrán que acatar la sabiduría de sus dirigentes. Parece que los profesores y maestros tendrán que ayudar a convencer, aunque tal vez piensen de otro modo.

No se les ha ocurrido que si existe algún problema, que hay gente que considera esto degradante para las jóvenes, esto proviene más de la “mirada ajena”, más que de los ejercicios y malabares de las muchachas. En vez de prohibir pudieron incluso promover dentro de los centros escolares, clases de bailes rítmicos, gimnasia, danzas diversas. Pudieron abordar el problema de la vestimenta, de transformarla, de variarla, en fin pudieron tener un poco más de respeto con la gente.

Pero si existe un problema moral, ético, entonces la imposición es más grave aún, pues los valores se inculcan, no se imponen. Si realmente existe un problema ético tienen que discutirlo con la población y tratar que sea aceptado por la comunidad la existencia de un problema, que se tome conciencia y que el valor ético propuesto se acepte.

La superficialidad de los funcionarios del Estado ha quedado manifiesta. Pero al mismo tiempo hay una pizca de desprecio hacia las clases populares y sus “diversiones” de poco gusto. Estos desfiles no son totalmente autóctonos, no son la transformación de una vieja costumbre nuestra, es cierto. Ha sido una costumbre importada, viene de afuera, no obstante su enraizamiento en la tradición festiva salvadoreña la ha trastocado y ya se ha vuelto una costumbre nuestra. Su origen extranjero no debe de servir de pretexto para el estigma. Porque entonces nos quedamos ya sin nada. Son tantas las cosas que nos llegan de afuera y las asimilamos, que si las abandonamos, nos quedaríamos sin cultura.

Imaginemos un país sin instrumentos musicales, sin ropa, sí, sin ropa, la mayoría de trajes que usamos no fueron inventados en El Salvador, sin cubiertos, sin platos, sin alumbrado eléctrico, ni nada que tenga que ver con los avances de la ciencia. Pues son muy pocas las cosas, si es que existen, que fueron inventadas entre nosotros. Me refiero a inventos y descubrimientos científicos. Todo eso ya constituye nuestra manera de ser. Lo que somos es todo lo que hemos hecho nuestro.

Nos llegaron del Norte estos ejercicios con las batutas, pero bien pudieron haber llegado los desfiles carnavalescos del Sur, con sus exuberantes mujeres mostrando totalmente sus piernas y sus amplios escotes, con movimientos sensuales. Pudimos conservar los disfraces indígenas e incluso combinarlos con los europeos, como sucedió en más de alguna fiesta patronal. Nuestra historia se ha hecho en contacto con los países del Norte, México y Estados Unidos y su influencia en nuestra vida es innegable. No todo ha sido positivo. Ni todo ha tenido las mismas repercusiones en nuestras vidas. De los Estados Unidos hemos sufrido cosas peores que la importación de las “cachiporristas”.

El asunto de la dignidad femenina merece otra cosa, otro nivel, medidas serias en la educación de nuestros niños y nuestras niñas. En la urgente reeducación de los adultos, en medidas reales para que se respete a la mujer en sus trabajos, en los lugares públicos, en los transportes, etc. Es urgente promover campañas por la igualdad entre los sexos, en todo lugar y en todo tiempo. Es necesario emprender campañas en contra de la violencia intrafamiliar, que es una fuente de sufrimiento mayor de nuestras mujeres y un ejemplo nefasto para los niños que viven en esos hogares.

Carlos Abrego

12 agosto 2010

Un partido sin voz, ni pensamiento

Tan poca democracia debe existir en los partidos políticos salvadoreños que la licenciada Norma Guevara de Ramirios, en su crónica semanal, se ufana describiendo en detalle el proceso de elecciones internas del FMLN y termina preguntando: “¿qué entidad social hace tal ejercicio de democracia?” Por supuesto que quedan en suspenso muchas explicaciones, por ejemplo, ¿cómo y quién propone las candidaturas? Hay otras que conciernen los criterios políticos que han conducido al partido “revolucionario” a distinguir entre militantes y adherentes. La principal diferencia que he podido detectar realmente, es el pago de la cotización y participar en una organización de base. Pero entonces ¿el resto de miembros no paga, no se reúne, en suma, no milita? Y al parecer se trata de la mayoría. Para un partido que se proclama “revolucionario” esto es una carencia extrema. Uno puede pensar que este distingo, sirve más para diferenciar dos categorías, los militantes seguros y los otros. Los seguros que se muestran obedientes a la dirección, que acatan los dictados de la dirección y que no se van a descarrilar en preguntas capciosas, en exigencias de aclaraciones, en posibles divergencias.


Pero lo que acabo de apuntar se puede considerar como palabras mal intencionadas, como palabras resentidas, que se quedan en la superficie y que se acoplan con las palabras proferidas por los “enemigos de clase”, por los que se unen al “concierto de la derecha”. No obstante el problema de todos modos sigue de pie. Aquí se ha mencionado solamente el protocolo de las elecciones en el seno del FMLN. Es lo que nos ha descrito Norma Guevara de Ramirios. Se trata pues solamente del aspecto formal de las elecciones y de la preparación de la Convención Nacional.


Al parecer la Convención Nacional tiene como principal objetivo la elección del Consejo Nacional. Tampoco se nos dice como y quien propone a los candidatos, aunque algunos ya van de oficio. Pero lo que queda claro es que esa Convención Nacional que elige la dirección, al Coordinador General, a la Comisión Política no es un Congreso. La dirección se elige sin que se le dé un mandato político preciso y definido, sin que los militantes hayan discutido, sin que hayan participado en la determinación de la estrategia del partido “revolucionario”. ¿Se trata realmente de un partido revolucionario? Mucho podrán decir que el partido es “marxista-leninista”, aunque últimamente no lo repiten tanto los actuales dirigentes. En todo caso el principal instrumento del centralismo democrático leninista no existe. Tenemos un partido que no tiene voz. Si, no tiene voz, ni pensamiento.


Los partidos revolucionarios tienen proyectos elaborados en común, tienen reuniones preparatorias en las que se analiza, critica y se evalúa la actividad política precedente y se procede a las enmiendas necesarias. Los partidos revolucionarios proceden al análisis de la situación política, económica y social del país en que les toca actuar, esto se hace en común por los militantes y las direcciones salientes. Es durante este proceso de preparación cuando los militantes siembran los pilares del proyecto estratégico del partido. El Congreso, según la teoría leninista, es el centro del partido. Es el partido en Congreso el que determina la política partidaria y a la que tiene que plegarse la dirección. Es a partir de lo determinado por el Congreso que la dirección va a ser juzgada. ¿Pero si no hay Congreso? Si no hay un proceso de elaboración por los militantes de la estrategia y principios del partido, pues es un partido sin pensamiento y sin voz.


Un partido que funciona de esta manera, no puede tener realmente militantes concientes, que sean ellos mismos capaces de concientizar al pueblo. Estos militantes pueden solamente definirse como personas “fieles al partido”, que en realidad es “fieles a la dirección”. Esta situación no es nueva. Es por ello que el FMLN navega sin timonel, sin saber a que santo acudir.


Por eso no se puede uno sorprender que este partido “revolucionario” le confiara el principal puesto del Estado a un extraño, a alguien que no se había definido realmente, que le impuso condiciones, él, una sola persona, un particular a todo un partido. Todo esto a escondidas, en secreto, en las oscuranas de la ignorancia, pues los militantes no podían opinar realmente, no podían analizar, nunca tuvieron en mano todas las cartas, ni siquiera vieron el color de la baraja. La dirección optó por Funes y los militantes aprobaron fielmente, con disciplina “revolucionaria”.


Es por eso mismo que sin ni siquiera consultar con la Comisión Política, el Coordinador General adhiere a una “Internacional por el Socialismo del Siglo XXI”. Esta adhesión irreflexiva y precipitada ha resultado un cohete mojado, pues la famosa Internacional se quedó en pañales y el único partido político que dio su acuerdo inmediato fue el FMLN. Pero esto era simplemente una maniobra para calmar a los militantes que comenzaban a inquietarse por la deriva derechista del gobierno y la actitud pasiva y complaciente de la dirección del Frente. Podrán alegarme que existía el proyecto de formación y programático y comisiones internacionales que debían definir y organizar la Internacional. El FMLN se comprometió a participar, pero también en esto se nota el carácter escasamente democrático de este partido, pues las delegaciones nombradas por la dirección iban sin que el partido, en algún Congreso, determinara, definiera su concepción socialista, ni la estrategia que puede conducir a nuestro país hacia esa nueva sociedad. El FMLN no tiene al respecto ninguna estrategia y ninguna visión clara de la futura sociedad. No la tiene, ni pretende discutirla dentro del partido, mucho menos en la sociedad salvadoreña. Pues esto la conduciría a entablar un abierto combate ideológico ante los partidos de derecha y con el presidente mismo. Es esta lucha ideológica que el FMLN no se ha atrevido a llevar a cabo durante tantos años. En estos años de post-guerra el FMLN se ha ido adaptando al sistema, al sistema político y al sistema económico.


La dirección se acomoda perfectamente a esta situación indefinida. Con toda comodidad puede cambiar de posición y caracterizar la situación en que nos encontramos. Incluso no responden con energía a la derecha que ha atacado a la diputada Sosa, cuando define al gobierno actual de “transición”. Los jefes callan. Pero esa es la explicación que le dan a los militantes. Pero defender esta caracterización del gobierno Funes/FMLN implica definir el “hacia qué” es transitorio este gobierno. Es esto que elude sistemáticamente la cúpula efemelenista. Prefieren también en este caso persistir siendo un partido sin voz y sin pensamiento.

07 agosto 2010

Filosofar nuestra realidad III

Por Carlos Abrego

Cuando alguien nos dice que “siempre ha habido ricos y pobres”, no lo hace para darnos una información; se trata por lo general de un argumento en contra de la posibilidad de un cambio social. Como lo hemos dicho antes, la fuerza de este argumento es que se funda en nuestra experiencia, en la experiencia de todas las generaciones que nos han precedido. Pero al mismo tiempo esta frase, este argumento, que en apariencia tiene el peso contundente de la evidencia, es arrastrado por postulados filosóficos que ignora la persona misma que la ha emitido.

Hemos visto que detrás de esta frase se esconde un postulado de la filosofía idealista, que niega los cambios y considera que el mundo es idéntico a sí mismo desde siempre. “Esto viene a significar, escribí en el artículo anterior, que la realidad, en su aspecto esencial, es inmóvil, eterna, que se encuentra afuera del alcance del movimiento de las cosas, que los movimientos sociales e históricos afectan únicamente la superficie del desarrollo de las sociedades y sus relaciones. Esto significa también que bajo el torbellino perpetuo de los acontecimientos se mantiene una naturaleza humana incambiable”.

Es por esta razón que algunos filósofos nos invitan a un rodeo, a darle la vuelta a la cosa pensada. La verdad no aparece directamente, si así fuera, ya lo han dicho otros antes, no habría necesidad de la ciencia.

No creo que haya que insistir sobre la utilidad del estudio de la filosofía. Gramsci decía que todos los hombres pueden ser filósofos a condición de que se les ayude a serlo. Pero esta ayuda no significa una simplificación, no se trata de esquematizar, no debe entenderse que haya que apartar el necesario esfuerzo de parte de quien estudia la filosofía, al contrario es menester prevenir que para encontrar agrado en la ocupación filosófica, hay que saber que se trata de un ejercicio mental al que no estamos acostumbrados, pero que “contribuye a la educación de la inteligencia, cualquiera que sea el fin que se proponga” (G. W. F. Hegel).

La sentencia “siempre ha habido ricos y pobres” es la expresión inconsciente de una ideología, de alguna manera hemos filosofado espontáneamente, sin darnos cuenta. Esto implica que estamos asumiendo un modo de pensar, que tal vez nos sea ajeno, que una vez puesto al desnudo, tal vez no nos convenga. Esta ideología espontánea es una conciencia inconsciente, que invierte las relaciones reales, se trata de una relación ilusoria de los hombres respecto a sus reales condiciones de existencia.

Algunos quizás dirán que de alguna manera esta “filosofía espontánea” no nos encadena a ningún sistema filosófico determinado, por consiguiente podemos decir que nuestro pensamiento se mueve libremente. Esto también es cierto sólo en apariencia, pues nuestra percepción espontánea de las realidades es siempre necesariamente limitada, parcial en el tiempo y en el espacio. Es decir si partimos únicamente de la experiencia tendemos a generalizar, a darle carácter de eterno a lo que es y sigue siendo particular y provisorio.

Agrego que estas interpretaciones de nuestra experiencia inmediata, las condimentamos con todas las ideas ya formadas que nos rodean y que al emerger del mundo tal cual está, ocultan necesariamente su movimiento, sus contradicciones y sus potencialidades. El famoso “sentido común”, las ideas recibidas, se nutren de ilusiones y nos incitan a conservar tal cual lo que existe.

Estas concepciones espontáneas tampoco son tan espontáneas, ni mucho menos inofensivas. Lo acabamos de decir nos invitan a conservar el mundo que nos rodea, a reproducirlo y nos infunden temores respecto a lo nuevo que adviene y a las ideas que innovan y que buscan las transformaciones.

Pensar con ideas hechas, en vez de ser una libertad, es una esclavitud, pues nos hace presa fáciles de todos aquellos que nos invitan a aceptar que otros piensen por nosotros, que nos inculcan miedo, resignación y que quieren privarnos del espíritu crítico.

Trataré, en las siguientes entregas de esta serie “Filosofar nuestra realidad”, de exponer algunos elementos que puedan servir de iniciación al pensar filosófico marxista. Se trata pues de algunos elementos de la dialéctica materialista, trataré de ser lo más claro posible, sin entrar algunas veces en detalles, sin embargo no voy a simplificar, ni a esquematizar. Por lo menos esa es mi intención. Por otro lado, debo expresar mi inquietud pues no tengo el hábito en estos asuntos. Por lo mismo, necesito de la participación activa de mis lectores. Voy a entablar un diálogo con ustedes.

Carlos Abrego

05 agosto 2010

Filosofar nuestra realidad II

Por Carlos Abrego

En el primer artículo cité tres frases que solemos oír en conversaciones y que expresan el sentido común; se puede perfectamente multiplicar los ejemplos, pero conformémonos con estas. Decía que estas frases están de alguna manera sustentadas por la realidad misma. En efecto, ¿qué contiene nuestra experiencia? ¿Qué ha contenido la experiencia de todas las generaciones que nos han precedido? Pues la existencia repetida de pobres y de ricos, la soltura y autoridad con que los que nos dirigen se comportan y la capacidad intelectual que desarrollan algunos individuos en el ejercicio de sus funciones. Estos hombres parecen destinados para ejercer los puestos que ocupan. Pero al mismo tiempo vemos como la gente humilde es puesta aparte de los medios materiales y culturales para dominar su propio destino colectivo.

¿Quién en El Salvador ha tenido la experiencia de la igualdad de chances y oportunidades en el acceso al patrimonio cultural? ¿Acaso no son perceptibles las grandes diferencias entre escuelas y colegios? Es esta realidad que nos rodea, la que nos impone las falsas ideas sobre la realidad misma. Y paralelamente a esto señalemos el desconocimiento total de lo que produce y reproduce esta realidad. Nos referimos a los procesos históricos y sociales que producen la riqueza, la explotación, las desigualdades, las jerarquías, a todas las dominaciones ligadas al Estado, a las instituciones, a la propiedad privada de las empresas, los múltiples efectos de las leyes que rigen la ganancia capitalista y los modos de la formación de las capacidades individuales a través de la asimilación del patrimonio cultural.

Es necesario señalar también que estas ideas ilusorias se enraízan en las mentes de manera diferente según sea el medio social al que pertenecemos, al bagaje cultural que hemos adquirido, a nuestro mundo afectivo, etc. todo esto tiende o no, a imponernos esas ideas como más o menos evidentes. Es todo esto lo que puede también variablemente justificar el lugar que ocupamos en la estructura social existente.

Es la experiencia cotidiana de estas cosas y el flagrante desconocimiento de la leyes que producen y reproducen esta realidad, nuestra propia vida, la de cada uno de nosotros, todo esto constituye la realidad en la que las ideas se forman y se transforman. A la vez, estas ideas tienden a producir nuestras conductas, nuestros comportamientos. Si la riqueza, la situación social, las formas de poder, los mecanismos económicos, etc. se conciben como eternos y hasta universales, entonces vamos a buscar un lugar en el sistema existente, en vez de forjar un sistema en que las funciones sean distintas y los modos de acceso tengan que ser inventados.

Esto no es muy complicado, concierne apenas las ideas, las opiniones y conductas cotidianas, estamos afuera de las grandes ideologías y de los sistemas filosóficos constituidos. No obstante si paramos mientes, todas estas opiniones y conductas tienen en común una idea filosófica importante: la riqueza, la estructura social, el poder, la propiedad, las capacidades individuales, etc. son consideradas como fenómenos naturales, que nada puede modificar profundamente.

Esto viene a significar que la realidad, en su aspecto esencial, es inmóvil, eterna, que se encuentra afuera del alcance del movimiento de las cosas, que los movimientos sociales e históricos afectan únicamente la superficie del desarrollo de las sociedades y sus relaciones. Esto significa también que bajo el torbellino perpetuo de los acontecimientos se mantiene una naturaleza humana incambiable. Se trata pues de un postulado de orden filosófico.

En estas frases en apariencia inofensivas, que pronunciamos sin mayor recapacitación y en nuestras conductas que les corresponden, podemos encontrar un verdadero andamiaje teórico, muy pocas veces sistematizado, que expresa una relación respecto a nuestras experiencias y tiende a imponernos ciertas tomas de posición, ciertas prácticas individuales y colectivas. Como vemos nadie se escapa de la filosofía.

Nos queda saber ahora si es cierto que las ideologías están muertas, como van repitiendo los que desean que la gente se mantenga en la ignorancia y que siga reproduciendo en la realidad, como en el pensamiento, un mundo que le conviene a las clases dirigentes.

Carlos Abrego

02 agosto 2010

Respecto a las candidatuas “independientes”

Antes de continuar con mi excursión “filosófica”, quiero emitir algunas reflexiones sobre el fallo de la CSJ sobre las candidaturas individuales o “independientes”. No voy a entrar a comentar el fallo, sino las consecuencias que de él ya han resultado. La primera observación que hago es que el desprestigio de lo que se llama “clase política” ha llegado en nuestro país a extremos insospechados. Este desprestigio ha alcanzado a las instituciones políticas, tanto estatales, como civiles. Este desprestigio tiene un fundamento sólido en la constante conducta de los diputados, ministros y presidentes durante ya muchas décadas. 

Este desprestigio marca y determina la crisis de la política o si se prefiere, de lo político en general. Esto no es propio de nuestro país, la casi nula participación de la ciudadanía en las elecciones en la más grande “democracia” del continente es una muestra de su carácter universal de la crisis, pero hay otros ejemplos. La desconfianza en los hombres políticos, en su probidad, en su actitud desinteresada al servicio de la cosa pública, etc. trae aparejado justamente el desinterés de los ciudadanos en los problemas políticos en general y la apatía, enojo cuando se abordan estos temas.

La mayoría de comentarios sobre el fallo de la CSJ que he leído, manifiestan este desprestigio de los partidos políticos en tanto que institutos que expresan la voluntad de la sociedad. Los partidos son considerados como agrupamientos de interés privado y no como representantes de los intereses de las clases sociales en pugna en la sociedad. Esta consideración general ha tocado a todos los partidos, incluyendo al FMLN que hasta hace poco escapaba a este juicio en una parte de la población. El FMLN era considerado como el representante de los intereses de las clases trabajadoras. En la coyuntura actual su posición particular se ha desdorado y su participación en las reuniones parlamentarias y en los conciliábulos en Casa Presidencial, han venido a empeorar la valoración.

Como todo fenómeno social este desprestigio encierra aspectos positivos y negativos. Los aspectos positivos conciernen a la existencia de una valoración moral de la función política. Los ciudadanos le exigen a los políticos cualidades morales impecables en el ejercicio de su mandato, en la realización de sus funciones. Esta exigencia es la que al observar el comportamiento de algunos hombres políticos lleva a la gente a la desaprobación del actual funcionamiento de las instituciones. Surgen reivindicaciones de transparencia, de fiscalización popular, de participación directa de los ciudadanos. Estas reivindicaciones son los embriones actuales del desarrollo futuro de la democracia. No obstante el desprestigio de los hombres políticos contamina a la cosa política en general y a las instituciones mismas. Esto lleva consigo que mucha gente se desinteresa totalmente de la política y la considera como algo que no le concierne y llega incluso a considerar que ocuparse de la cosa pública es para gente de poca moral. Esto le pone trabas a las posibilidades de desarrollo de los actuales embriones de mejoramiento de la democracia, impide que se realicen.

Es en este contexto que las candidaturas “independientes” aparecen como un remedio, casi como la solución a los problemas planteados. Algunos han afirmado incluso que con estas candidaturas se inicia la democracia participativa. Por supuesto que hay proposiciones de la posible representatividad de algunos sectores (sindicatos, movimientos diversos). Pero con todo esto apenas se vislumbra, se anhela. Es decir esos comentarios han expresado de alguna manera las mismas reivindicaciones de transparencia y de representatividad en la Asamblea y en las otras instancias del poder. La pérdida de confianza en los partidos, la crítica de su funcionamiento vertical se expresa en la sobrevaloración de las candidaturas individuales. Pero esto viene a mostrar al mismo tiempo que la crítica de la democracia representativa no se ha llevado a cabo de manera radical. Pues la esencia de la democracia “representativa” no ha desaparecido, no desaparece con candidatos individuales. El pueblo en esta democracia se despoja de su soberanía y la entrega a sus representantes y en los órganos del poder ejecutivo y judicial. Este despojo es el que se pone de manifiesto en el funcionamiento de estas instituciones. Las múltiples declaraciones de Mauricio Funes de que es él, el presidente, quien decide en última instancia, es precisamente la máxima expresión de este despojo de la soberanía popular. Sus declaraciones se han podido interpretar, “el pueblo me ha dado el poder de imponer mi voluntad”. Lo mismo sucede con los diputados y alcaldes que consideran que son los propietarios de sus puestos. Es esta actitud la que ha propiciado la aparición de esos juicios negativos por parte de la población, es esta actitud la que favorece que aparezca el sentimiento que nos encontramos frente a una casta unida, con intereses comunes, sin importar el color político.

Es decir la valoración positiva de las candidaturas individuales expresa todo esto. Pero al mismo tiempo no se observa que estas candidaturas pueden conducir al despedazamiento del movimiento popular, a restarle coherencia a los planteamientos políticos generales, a llevar a una especie de nuevas agrupaciones en torno de intereses particulares. La defensa de intereses locales puede llevar a conflictos que le resten potencia a la manera de encarar los problemas generales, nacionales. ¿Qué puede tener de positivo que surjan líderes regionales? Estos serán tal vez caudillos locales que pueden federarse en torno a algún caudillo “nacional”. Este tipo de caudillos son los que instauran gobiernos personales, modos de gobernar despóticos, dictatoriales.

Pero al mismo tiempo estas discusiones y este entusiasmo por estas candidaturas “independientes” revelan que la manera de nombramiento de los candidatos de los partidos no satisface a la población. Los partidos tienen que tomar en cuenta esto. No creo que a la derecha le importe mucho este sentimiento. ¿Qué pasa con el FMLN? ¿Van a ser capaces de analizar el fondo de lo que esto manifiesta? ¿Van a tomar en cuenta para sus futuras listas de candidatos la necesidad de incluir el aspecto local e inmediato? Por el momento, me permito dudar, espero que los hechos me desmientan.

Todo esto es también el síntoma de una maduración política de la población, de una toma de consciencia de la necesidad de inmiscuirse mayormente en los engranajes políticos, en donde de manera directa se deciden los destinos generales del país, pero también el destino individual, familiar de cada uno de nosotros.