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27 enero 2011

Democracia representativa y democracia participativa

El confuso e incompleto reportaje que trae el sitio web de un rotativo salvadoreño sobre la reunión en Washington, sobre el tema "¿Democracia Representativa o Democracia Participativa?", me ofrece la oportunidad de contrastar algunos puntos sobre lo que se ha venido hablando sobre esto. La Mesa Redonda en cuestión fue organizada por la OEA. No era pues un foro de investigación, sino que una tribuna política.


De entrada debo señalar que en este evento se ignoró por completo un lugar primordial sobre este asunto, me refiero a la ciudad brasileña de Puerto Alegre. Los diferentes panelistas hacen despuntar el concepto de democracia participativa en los discursos de algunos líderes de la Alianza Bolivariana de los Pueblos de las Américas (ALBA). A mediados de la última década del siglo XX, en esa ciudad surgió un movimiento en torno a una práctica participativa que fue llamada por Tarso Genro, entonces el recién electo nuevo alcalde del Partido de los Trabajadores (PT), como “el presupuesto participativo”. Esta práctica se ha ido extendiendo hacia otras ciudades, tanto del Brasil, como afuera, por ejemplo, España, India, Senegal, Francia, etc.


La práctica participativa ha sido analizada en muchos coloquios, mesas redondas, seminarios, etc., un funcionario del gobierno de Mauricio Funes, representó en 1999 al FMLN en uno de ellos, me refiero a Héctor Silva, entonces alcalde de San Salvador. Se trataba del primer “Seminario sobre el Presupuesto Participativo”. En Francia fueron tres altos dirigentes del FMLN que estuvieron presentes en Saint-Denis participando en otro seminario. En ambos estuve presente, como en otros a los que fui invitado, en tanto que uno de los fundadores de la “Red Internacional Democratizar Radicalmente la Democracia”.


Como lo podrán constatar ustedes mismos, si buscan en la web, esta práctica participativa es mucho anterior a ALBA y ha sido objeto de muchos estudios teóricos y que se ha tratado de introducir en muchas ciudades del mundo.


La caricatura de Castañeda


El concepto de “democracia participativa” no es la caricatura que expone el excanciller mexicano, Jorge Castañeda, cuyo objetivo no era estudiar, ni mucho menos profundizar en el tema, sino atacar las experiencias que tienen lugar en algunos países de Sudamérica. El concepto es mucho más profundo que lo que algunos pretender reducir a la simple práctica de referendos y grandes movilizaciones públicas.


Las deficiencias, las fallas y las carencias de la democracia representativa fueron ya expuestas en muchas ocasiones, incluso parcos años después de la Revolución Francesa, en donde ya la usurpación de la voluntad popular por el mandatario (delegado) fue denunciada como su tara principal. Los parisinos durante las heroicas jornadas de la Comuna de París trataron de subsanar las carencias de la democracia representativa. Los revolucionarios parisinos convocaron a elecciones por barrios de delegados a consejos y obligaban a los delegados a dar cuenta pública a sus electores de su actuación y del cumplimiento de su mandato. Los electores tenían derecho de sancionar a sus delegados, es decir, tenían el derecho de revocación. Se sabe que la burguesía francesa, asistida por toda la reacción europea, aplastó al proletariado parisino en las faldas de Belleville, en donde se dieron los últimos combates. La burguesía francesa aterrorizada por la pujanza del movimiento obrero procedió a una represión inaudita y edictó leyes y procedió de tal manera que como lo dijera uno de sus representantes, “para que esto no se vuelva a repitir por lo menos durante un siglo”. Tal fue el miedo que hasta se ha practicado un ostracismo universitario hacia el mismo Hegel, este ostracismo reina hasta el día de hoy. No se hable del pensamiento de Marx y Engels. La universidad francesa ignora a estos pensadores alemanes, los mienta en el mayor de los casos para atacarlos o para deformar su pensamiento. Pensadores menores de Alemania han sido objeto de estudios para la “agregation” (título prestigioso en el sistema de estudios superiores de Francia), pero nunca las obras de Marx fueron usadas para el tema de esta carrera.


El principio de la democracia representativa es la delegación del poder. Los enunciados de este principio son múltiples. Todos insisten en que la soberanía reside en el pueblo y que este la delega a los órganos del Estado. Las distintas estructuras de la organización de los Estados burgueses reposa en tradiciones nacionales, no obstante el principio es que el pueblo no ejerce directamente su voluntad, su soberanía. Poco a poco se ha ido estableciendo que el pueblo no es lo suficientemente adulto, ni está preparado para ejercer su poder sin la mediación de expertos o de delegados. Esto se repite en nuestro país en donde se le niega la capacidad de gobernar a los partidos de izquierda, aunque hayamos tenido presidentes de derecha con poca o nula preparación, como es el caso del semi-bachiller Antonio Saca.


La burguesía siempre alega la tecnicidad necesaria para el gobierno. Esto se hace muy sensible en el enrevesado lenguaje jurídico y legislativo. Pero todo se puede expresar de manera sencilla y accesible a todos. Pero además de la patente mentira que encierra el principio de la tecnicidad del mando, lo que falla es que una vez electo un representante, éste olvida precisamente su función. En algunas constituciones, como la nuestra, consagra el poder del presidente, que de mandatario (que asume un mandato popular) se vuelve en un simple mandamás. Hoy lo estamos viviendo de manera visible con Mauricio Funes, que holgadamente se ha merecido el mote de “el-presidente-soy-yo”.


La esperanza matada en el huevo


El proceso mismo del nombramiento del delegado es complicado. Pues no se presenta individualmente como un ciudadano más, sino como representante primero de un partido político. Para romper con esto los magistrados de la Sala de lo Constitucional fallaron en favor de las candidaturas individuales y sin partido, pero ya vimos cual fue la reacción de la Asamblea y en particular de los partidos mayoritarios, ARENA Y FMLN, que dejaron de lado su ancestral antagonismo, para mancomunar sus votos y engendrar un monstruo legislativo, que en vez de propiciar las candidaturas individuales, es un recetario de obstáculos.


Estos candidatos partidarios se presentan al electorado no para recoger sus sentimientos, voluntades y deseos, sino que con un programa preelaborado por la dirección de los partidos, cuando este programa existe. A veces simplemente se trata de meras promesas y de atraer, seducir con la apariencia o con regalitos distribuidos a la garduña (arrebatiña). En las últimas elecciones el FMLN organizó “mesas de consulta popular” a la que acudió buena cantidad de gente, que opinó y manifestó su voluntad y deseos. No obstante el candidato del Frente, ahora presidente, declaró entonces que el resultado de esas consultas iba a ser “insumo para sus expertos”. Esta aberración no causó la protesta de nadie en el país. Esto lo señalé durante la campaña electoral. Esto lo pasaron por alto los dirigentes del FMLN, como otras declaraciones autoritarias del entonces candidato, incluso algunos abandonos de lo que habían constituido sus caballitos de batalla, volver al Colón, abolir la ley de Amnistía, etc.


Esto significa claramente que en la democracia representativa salvadoreña la voluntad popular, la soberanía popular se traslada sin más a la voluntad de una sola persona. Este aberrante presidencialismo ha sido consagrado por las precedentes constituciones, no se trata de algo nuevo, tampoco se trata de algo particular a nuestra institución presidencial. Existen otros país con el mismo principio, algunas veces amenguado por algunas prerrogativas parlamentarias.


La frase consagrada es que las personas elegidas por el sufragio ejercen el poder en representación del pueblo. La realidad no corresponde a este enunciado, incluso no se refleja en las leyes. Los candidatos aspiran a ejercer el poder, a secas, no a representar en el poder al pueblo. Incluso en su lenguaje se manifiesta este aspecto de la democracia representativa. Es menester reconocer que no es ni siquiera representativa, pues los electores no expresan su voluntad política, es decir no tienen la posibilidad de enunciar sus propios deseos, pueden elegir entre personas. Es en esto que reside el sufragio en la actualidad. El electorado tiene la opción entre candidatos que aspiran al poder de decidir, en ningún momento se le permite al pueblo derimir, deliberar, proponer.


La realidad de la democracia representativa está muy lejos de ser lo que pretende, no es ni siquiera representativa. El sufragio sirve para legitimar la delegación de la soberanía popular. No obstante esta legitimación es falsa, pues el pueblo en el sufragio se despoja por completo de su voluntad, incluso las opciones no constituyen sus propias opciones, sino que opciones ajenas, las opciones de partidos o de personas particulares.


En nuestro país, el fallo de la Sala de lo Constitucional ha causado una esperanza de mejoramiento de nuestra democracia. Esta esperanza ha sido matada en el huevo. Pero esta esperanza, creo, era exagerada, pues la simple posibilidad de postularse como candidato que adquiere una persona, no transforma el sistema. Algunos llegaron a la exageración de pensar que en eso consiste la democracia participativa. De alguna manera podemos decir que algunas de esas candidaturas podrían convertirse en embriones de la democracia participativa, pero nada más que eso.


La realidad del sistema es que los diputados, en menor grado que el presidente, asumen su mandato como una propiedad. En ningún caso consultan a sus electores, ni antes, ni después del sufragio. Nunca dan cuenta del ejercicio de su mandato, pueden perfectamente cambiar de opinión, cambiar de partido político y lo que sucede por lo general olvidar todas las promesas.


Al elector le queda como recurso ante las políticas gubernamentales y las decisiones legislativas la protesta callejera. Pero en nuestro país, estas protestas sufren de un desprestigio abundantemente sembrado y alimentado por la prensa nacional. Una protesta callejera es sinónimo de disturbio, de molestia, de obstáculo, por no decir posibilidad de rebelión, de revoltosa insumisión.


El Estado burgués


La distancia real que existe entre estos órganos del Estado y el pueblo es escamoteada por los simulacros electivos. El Estado que se supone emana de la sociedad entera y que expresa su voluntad, sabemos que es el instrumento de dominación de una clase sobre toda la sociedad. Esta dominación se ejerce por la fuerza, por la fuerza bruta. Cada vez que es necesario el poder estatal no vacila en poner en acción a las fuerzas represivas, la policía o el ejército. El Estado no pertenece a toda la sociedad, sino que a una parte de ella, la dueña del poder económico y la que ha impuesto a toda la sociedad su ideología.


Es por ello que el Estado actual no es simplemente eso, sino que el Estado burgués. Los mecanismos de su funcionamiento, de todo su funcionamiento, consisten en tener a distancia a las clases populares, a las clases de los trabajadores. La cuestión de la democracia no es pues un asunto de mejoramiento del sistema electoral, que de por sí es defectuoso, sino de su abolición, de su superación. Cuando digo abolición y superación me refiero a una total transformación. ¿Esta transformación anula la delegación del poder, la designación de delegados? No lo creo, se trata de transformar, ofreciendo la información, la educación necesaria para que las opciones que se presentan sean optadas concientemente, usando la inteligencia y comprensión de los problemas. Es cierto que la complicación de la sociedad y de los problemas que surgen, se necesita con frecuencia la advertencia y la explicación de un experto, pero la decisión final no puede constituir simplemente una opción técnica, sino que tomar en cuenta ciertos valores sociales, cierta visión del interés común.


La democracia participativa


La democracia participativa es la puesta en movimiento real de la voluntad popular en el ejercicio del poder. No se trata de que todos seamos presidentes, lo que es imposible, sino de darnos cuenta que no es necesario que una sola persona concentre tanto poder. Es necesario también tomar conciencia de la necesidad de elevar el nivel cultural de todos los ciudadanos, de la urgente necesidad de la participación de todos en los asuntos públicos, de la “res pública”. La delegación siempre va a existir, pero ésta debe acompañarse de una previa deliberación común, debe comportar limitaciones. La delegación implica volver responsable al delegado, responsable ante los mandantes, los electores. El electo debe rendir cuenta, debe saber que su decisión tiene que corresponder a la voluntad e interés comunes.


Estos son principios generales que coinciden de alguna manera con los que han sido expuestos por los ideólogos de la democracia representativa. La gran diferencia es que la democracia representativa adolece de la falta de instituciones deliberativas populares. Se trata pues de crear estas instancias de deliberación y de decisión popular, en las que el mando proceda directamente de las personas concernidas por este u otro problema concreto.


Este mando directo de las personas concernidas merma el poder del Estado, este último tiende a ser o es un poder total, omniscio. Es por eso que en la ideología dominante el Estado surge como un ente puesto sobre la sociedad, con la capacidad de decidir por la sociedad y poseer todo el conocimiento necesario para la toma de decisiones. Este Estado dominador y totalizador usurpa la voluntad y la capacidad de discernir, deliberar y decidir de los trabajadores. El Estado se vuelve un ente abstracto, como si no respondiera a los intereses de una clase y como si no estuviera compuesto por personas, que obedecen a intereses de una clase social, la clase dominante.


En la democracia participativa, por el hecho mismo de la posibilidad de deliberar y de decidir que obtienen las personas directamente concernidas, el poder del Estado, el poder soberano reside realmente en la sociedad, en las personas. Se trata pues de una nueva correlación con el Estado.

24 enero 2011

Sobre el Comunicado del FMLN

Los trabajadores en huelga en la CSJ manifestaron tres veces en el mes de noviembre, los sindicalistas pidieron negociaciones para exponer sus reivindicaciones ante el presidente de la Corte. La exigencia de un aumento salarial se apoyaba en el hecho de que ciertos magistrados recibieron este año substanciales aumentos y que los aumentos pudieron extenderse a todos. Sus demandas de negociación no fueron escuchadas, sus manifestaciones fueron ignoradas. ¿Por que el FMLN guardó silencio entonces?


Los medias nacionales de derecha, una vez desatada la huelga, iniciaron una campaña de desprestigio hacia los trabajadores y sus líderes sindicales. El principal argumento desarrollado por estos medias es que estos empleados reciben salarios superiores a muchos otros trabajadores y que gozan de otro tipo de prestaciones adicionales. Estos medios declaraban que era abusivo que ellos reclamaran aumentos, cuando otros están en la miseria. Es este argumento que han retomado muchas personas en el país. Es normal que la prensa de derecha trate de dividir a los trabajadores. Es este mismo argumento que retoma el FMLN.


El partido revolucionario emprende una diatriba vergonzosa contra el principio mismo de la huelga, no de esta huelga, sino de la huelga en general. Claro, toma como ejemplo este caso, pero señala las evidentes molestias que una huelga, que toda acción de protesta, de lucha, ocasiona en terceros. Es este hecho que denuncia el FMLN de hoy, el mismo que... No, no es el mismo que desataba paros, bloqueaba calles, que emprendió una guerra en el país. Cada uno de estas acciones ha provocado muchas molestias a terceros y a veces la molestia suprema como es perder la vida. Cada una de estas acciones cumplió en su debido momento un papel. He dicho en su momento, es decir dentro de las circunstancias en que acontecieron. Pero el FMLN de hoy no puede admitir que los trabajadores del Estado se declaren en huelga, que reivindiquen. Los miembros de la Comisión Política lanzan un llamado a todos los empleados públicos “a considerar las circunstancias sociales, económicas y financieras del país y del Estado”. Este es el lenguaje de los patrones. Nunca hay dinero para satisfacer las demandas populares, las demandas de los asalariados.


El FMLN en su desbocada carrera hacia la colaboración de clases no repara en desprestigiar y hasta insultar a los sindicalistas, pues declara que “Este tipo de acciones dañan y desprestigian al movimiento sindical honesto que es capaz de superar visiones economicistas, este tipo de acciones incurren en el egoísmo y falta de solidaridad al tomar en cuenta sólo su interés particular y perder de vista los derechos de las mayorías”.


De esta párrafo se desprende que los huelguistas de la CSJ son deshonestos. El FMLN impreca la luchas económicas de los trabajadores. ¿Qué significa “superar visiones economicistas”? Los sindicatos, escuelas de la lucha de clase, tienen como papel fundamental defender los derechos económicos de los trabajadores, esto en primer lugar. Lean bien: “este tipo de acciones incurren en le egoísmo”. ¿Qué tipo de acciones? La huelga. El FMLN acusa a los huelguistas de “tomar en cuenta sólo su interés particular”. Pero en una lucha en que se defienden los derechos propios, no se puede dejar de tomar en cuenta su propio interés. De la misma manera que el patrón cuando impone un salario de miseria está velando su interés particular. Es en esto que reside primordialmente la lucha de clases. El FMLN acusa a los huelguistas de “perder de vista los derechos de las mayorías”. La huelga de repente se convierte en algo nocivo para la sociedad, para los derechos de todos.


Los diputados del FMLN en la Asamblea propusieron integrar a los maestros en la revalorización salarial, que les es debida por la misma ley. Nuestro “yo soy el que manda” se precipitó a declarar que no iba a haber aumento salarial para los profesores. Hago este recordatorio, pues el FMLN no sólo condena la huelga en la CSJ, sino que procede a una condena preventiva contra la posible huelga de los maestros. Esta total sumisión al mandamás es incalificable. Pero la denuncia de la posible huelga de los maestros se acompaña de uno de los más brutales alineamientos a la ideología de la derecha. Pues toda huelga de maestros se convierte en la pluma de estos miserables demagogos en un daño “a la esperanza de niñas y niños, de muchachas y muchachos de caminar por la vía de la educación”.


Los profesores son arrojados a la vindicta popular. Si hacen huelga por defender sus derechos también lo harán por egoísmo extremo y contra la esperanza de nuestra juventud.


Luego los marineros del FMLN le dan un saludo al capitán Funes afirmando que el “diálogo es un valioso recurso en el gobierno del Presidente... para dilucidar por esa vía reinvidicaciones justas”. Aquí se me ocurre preguntar, ¿quién decide que una reivindicación es justa? ¿Qué es lo que se va a dilucidar? ¿La justeza de la reivindicación o la forma de satisfacerla?


De nuevo pues en esto el presidencialismo ha funcionado. Los diputados propusieron algo apegado a la ley y que responde a las demandas de los maestros y el presidente autoritariamente, sin advertir a los diputados, ni al ministro encargado veta el aumento, sin mayores explicaciones. Estos revolucionarios le sirven de alfombrilla para limpiarse los pies al mandatario.


El último párrafo del comunicado del FMLN que vengo comentando termina con la promesa de “acompañar las luchas legítimas”... y se apresuran los dirigentes efemelenistas a agregar que reconocen “el enorme esfuerzo que el gobierno está realizando y que proyecta para este año”. Esperemos pues que en este desierto que atravesamos nos caiga el mana presidencial.

23 enero 2011

La pobreza se baña en la abundancia

Con un título mentiroso un cable desata una serie de comentarios que están fuera de la realidad. Me refiero a este título: “El Salvador es el tercer país con más consumo del mundo”. ¿Qué podemos deducir de esta frase? Pues que en los hogares salvadoreños abundan todo tipo de artefactos domésticos, que las familías poseen varios vehículos, que la alimentación de todos es satisfactoria, que todos se visten decentemente, hasta con cierto lujo, que nuestros domicilios son espaciosos y con todas las comodidades habitacionales. Nos podemos imaginar por el título que nos estamos equiparando a los países más ricos, donde los niveles de vida son los más altos. Es sobre esta falsa imagen que se desatan los comentarios sobre el cacareado consumismo salvadoreño, pareciera que nuestra pobreza se baña en la abundancia.


Pero preguntemos ¿qué países nos preceden en este “consumismo”? Pues países tan subdesarrollados y pobres como el nuestro: Lesoto y Liberia. Esto debería ponerle freno a este fogoso entusiasmo crítico y poner mientes en la realidad de lo que ha motivado un título tan falso, pues lo que se nos dice es que la relación “consumo/producto interno bruto es muy alta”. Lo que esto señala no es un consumo estravagante, sino la extrema pobreza de nuestra producción. Es justamente esta la información relevante, es este el aspecto de la relación que nos debe preocupar.


No se necesita demaciado cacumen para entender que una población con salarios tan bajos, como son los tres salarios mínimos, el más alto no pasa de los 300 dólares y los otros dos son aún más bajos. El alto nivel del desempleo, según el PNUD más del 40% de la población está desocupada y más del 48% de la población activa carece de un empleo de calidad. ¿Qué consumo extravagante y criticable puede tener una población que gana poco y con un alto nivel de desempleo e incapaz de generar ahorro?


La relación “consumo/PIB” es de cada 100 dólares producidos, hay un consumo de 102,4 dólares. La producción es tan baja que las remesas entran en un porcentaje muy alto en el producto interno bruto. El informe del PNUD denuncia la escasa inversión y un bajo ahorro. Las proporciones por los años “2008 y 2009, la inversión promedió el 14% del PIB (producto interno bruto) y el ahorro el 9,3%", añade el documento, e indica que, "en contraste, los países de alto crecimiento económico presentan tasas de ahorro e inversión del 25% o más con relación al PIB".


Los medias salvadoreños han insistido en el consumismo, los redactores del PNUD también pronuncian este sustantivo, pero los medias pasan por alto el raquítico crecimiento de la economía nacional desde 1960, apenas 1.1%. Aquí se encuentra el meollo del problema del modelo que se aplica en El Salvador. ¿Pero acaso este crecimiento procede de que los trabajadores consumen demasiado o proviene de que la clase dominante, la oligarquía, ha preferido exportar capitales, evadir y eludir impuestos? El sometimiento de nuestro país a los dictados del FMI y de la BM fue instaurar leyes que permitan a las empresas extranjeras pagar pocos impuestos o simplemente no pagar y exportar sin impuestos los beneficios. Estos organismos nos obligaron a vender las empresas nacionales a la oligarquía y a los monopolios extranjeros. Este tipo de inversión es ineficaz, pues no es creador de nuevas riquezas, ni de nuevos empleos, sino que se trata de una simple transferencia de propiedad. Estas transacciones totalmente nefastas para nuestro país, pues el resultado ha sido que no tenemos nuestro propio sistema bancario, las empresas que fueron construidas por el erario nacional fueron a parar en manos de patrones que no invierten, que no innovan, que aumentan precios, como la electricidad y la telefonía, bajo el pretexto de restituir el capital invertido. Esta situación aumenta la cifra del consumo sin que la calidad y el nivel de la vida aumenten.


Para poder hablar de consumismo como lo hacen los medias y algunos precipitados comentaristas, deberíamos primero saber como se compone este consumo, qué parte de los salarios va a la alimentación, al alquiler, a productos como el transporte, la electricidad, el gas, las medicinas, la ropa, el calzado, etc. Si nos planteamos este tipo de cuestiones, no se puede hablar de consumismo, ante una población que tiene dificultades para juntar cabo con cabo en los angustiosos fines de mes. ¿Qué consumismo tienen los que ganan el salario mínimo o menos del salario mínimo? ¿De qué consumismo se puede hablar de parte de la población campesina? Si, muchos hogares no tienen acceso a la electricidad, ni al agua potable y a servicios higiénicos.


La solución a la irresponsabilidad ante la nación de las clases dirigentes, los sucesivos gobiernos han profundamente endeudado al país, sin producir realmente crecimiento, ni inversiones productivas. Es esto lo que tratan de ocultar con la palabra culpabizadora de “consumismo”.


Se impone un urgente y estricto control de la circulación de capitales, apremia instituir impuestos sobre los capitales especulativos y parasitarios y facilitar realmente las inversiones creadoras de empleos y productoras de alto valor agregado en el país.


Es decir no podemos entretenernos con la enconada mesquindad de acusarnos mutuamente, porque fulatino gasta sin pensar y bota las cosas sin realmente consumirlas. Es posible que podemos, en algunos casos, medir mejor nuestras compras, pero seamos serios, la pobreza en nuestro país es tal, que no permite realmente la existencia de un consumismo desenfrenado. La alharaca en torno del consumismo salvadoreño persigue ocultar el total fracaso del capitalismo salvadoreño y también de las políticas económicas practicadas por los gobiernos sucesivos.


Realmente necesitamos invertir las prioridades de la sociedad. Hasta hoy se han priviligiado los beneficios privados y la acumulación privada. Pues aunque no lo parezca en el país se han acumulado riquezas y la distancia existente entre las clases trabajadoras y la clase oligárquica es enorme. Esta clase parasitaria durante medio siglo ha acumulado y exportado a otras plazas más rentables sus ganancias.


En estos meses el patronato, su prensa y sus partidos han alegado que se necesita un clima de confianza para invertir, insisten en la gubernabilidad, en la seguridad para sus inversiones, el respeto de las reglas de juego. Pero la ausencia de inversiones y de crecimiento de nuestra economía no data de hoy: el promedio de 1,1% de crecimiento desde 1960 es elocuente en este sentido.


Entre las promesas electorales del candidato, ahora presidente, y del partido que lo promovía, un lugar importante ocupaba la reforma fiscal, todo esto se fue en discursos y simulacros que no produjeron las contribuciones necesarias para invertir en el desarrollo del país. Este gobierno como los anteriores ha continuado la misma política de endeudamiento.


No se puede continuar conservando esta política de salarios de miseria. Sí, otra exigencia es el aumento substancial de los salarios mínimos, el control de los precios de los productos de primera necesidad. Estas pocas medidas chocan con los intereses de la oligarquía, pero corresponden con las necesidades de la población, pues invertir en el bienestar, en la educación y en la formación son medidas que traerán consecuentes beneficios para la economía. La formación de los trabajadores contribuye al aumento de la productividad. Pero sobre todo estas medidas son propicias para el desarrollo de las personas.


La inversión de las políticas gubernamentales no va a venir sola. Ya ha pasado el tiempo suficiente para percibir cuál es el rumbo del actual gobierno en lo fundamental. Es necesario saber y tener en cuenta que las pocas medidas sociales, importantes en la vida diaria para muchas familias, no han tocado en nada la estructura social del país. La pirámide social sigue siendo la misma. En El Salvador hay quienes viven en la opulencia, que gastan en pocas horas lo que un trabajador gana durante un año. El cambio llegará como fruto de la mobilización popular, por el camino de luchas reivindicativas y solidarias.

19 enero 2011

El capitán y sus marineros

Desde que Mauricio Funes se pronunció contra la participación de sus ministros en las campañas electorales, fueron pocas las voces que con cierta timidez criticaron esta torcida salida del madamás salvadoreño. El vice-presidente Sánchez Cerén afirmó que si su partido le pedía participar en la campaña electoral, lo haría y sólo entonces renunciaria de su cargo de ministro de Educación. Hubo otras declaraciones diciendo que perfectamente podían hacerlo durante los días de fin de semana. No obstante la gran mayoría de comentarios fue favorable a este dictado presidencial.


En realidad los comentarios, casi todos, recordaban la conducta del expresidente Saca, que estuvo los cinco años de su mandato en permanente campaña publicitaria promoviendo su persona y en los últimos meses en constante campaña electoral en favor de su candidato a la presidencia, Rodrigo Ávila. Esta actitud fue justamente criticada por el FMLN entonces en la oposición. Pero hay aquí un aspecto que es necesario recordar, en la campaña publicitaria de Saca usaba los dineros del Estado y en sus desplazamientos propagandísticos en favor del candidato arenero, el expresidente dispuso de medios humanos y materiales del Estado. Ya verán luego porque traigo esto a colación. En todo caso, la mayoría ha visto un paso adelante para nuestra “democracia”.


El partido FMLN terminó aceptando la voluntad presidencial, la escaramuza efemelenista no duró mucho, al contrario el nuevo portavoz del partido, el diputado Lorenzana, acudió complacido a plegarse y abundó en las razones que movieron al presidente para dictar esta prohibición.Y como ya se está volviendo costumbre, Medardo González aportó su donosa bufonada y sentenció que “donde manda capitán, no manda marinero”. La honda perspicacia de Medardo González de deja perplejo.


Ya lo he dicho en otras ocasiones que el FMLN no tiene, por incapacidad teórica, ningún análisis del Estado salvadoreño y tampoco mide, ni percibe las intenciones de Mauricio Funes. Me voy a detener en algo que se deduce de la declaración de Sánchez Cerén. La primera es que los ministros son nombrados y destituidos por el presidente y para esto no necesita ninguna justificación, se trata de su potestad. En cambio no puede destituir al vice-presidente.


Mauricio Funes ha comenzado ya a buscar la manera de despedirse por completo del partido que lo puso en el sillón presidencial. Este ha sido su primer gran intento. Los dirigentes del partido “en el gobierno” han esquivado este “derechazo”. No obstante la cosa se plantea que si constitucionalmente Funes puede distituir a sus ministros y a los altos funcionarios de las agencias del Estado, en estos momentos aún no puede hacerlo políticamente.


Es por eso que aprovechando la coyuntura que se ha creado ha sugerido que perfectamente puede llamar a ocupar un puesto ministerial a un miembro de ARENA o de GANA. Vean que no mencionó a los dos partiditos satélites, el PCN y PDC. Esto ha traído un manifiesto malestar en las bases del FMLN y en el electorado de izquierda. El llamado a la “unidad nacional” en este caso no ha funcionado cien por cien. Esta es la brecha que la derecha aprovecha para pedir que los ministros del FMLN renuncien de sus cargos o de sus puestos de dirigentes del FMLN. El intrépido editorialista Hinds le exige a Funes que sea claro y preciso, que diga exactamente que pueden o no pueden hacer sus ministros y que lo exprese en el decreto. La derecha se siente revigorizada y se muestra hasta exigente con Funes.


No obstante la falta de un análisis del Estado se manifiesta en que la cúpula del FMLN no supo sopesar el carácter presidencialista de la Constitución y la permisividad que le ofrece al primer magistrado de la república de convertirse simplemente en un déspota. La Constitución consagra el despotismo presidencial. Varias veces me referí a este aspecto durante la presidencia de Tony Saca. El presidente actual, ya en tanto que candidato, lo hizo sentir con creces en sus actitudes y en sus declaraciones. Las descalificaciones de los ministros, la manifesta prepotencia ante el FMLN, los insultos a los diputados y a la misma Asamblea, su desprecio por los partidos políticos y otras instituciones son claras manifestaciones de la misma actitud despótica que permite la Costitución y que es aceptada sin pispiliar por los “revolucionarios” que dan muestras de su “vocación democrática”. Se trata de una vocación a aceptar acríticamente la democracia del Estado burgués como el súmum, como un límite. Recuerden las reincidentes declaraciones de Schafik Handal que “su programa era la Constitución, toda la Constitución”. Claro, en esto se manifestaba un “contraataque” a las invectivas y acusaciones de la derecha sobre las intenciones antidemocráticas del FMLN. En esta actitud defensiva, pues no se trata de otra cosa, el FMLN fue paso a paso entregándosse al sistema y abandonando sus antiguas posiciones de clase. Funes ha venido simplemente a acelerar estos abondonos.


Voy a volver al decreto presidencial. Este decreto contiene tácitamente un derecho presidencial, pero por el otro lado encierra un abuso que se basa en una torcida interpretación del artículo 218 de la Constitución. Voy a poner aquí entero:


ARTICULO 218.- Los funcionarios y empleados públicos están al servicio del Estado y no de una fracción política determinada.No podrán prevalerse de sus cargos para hacer política partidista. El que lo haga será sancionado de conformidad con la ley.


Este artículo no prohibe a los funcionarios y empleados públicos participar en campañas electorales, ni tampoco hacer política partidista. Lo que se prohibe es “prevalerse de sus cargos”. Lo que hizo Saca, por ejemplo. Se trata de que un funcionario no puede prometer, ni debe obtener prebendas para sus votantes o para los que lo apoyen, haciendo uso de su cargo. La orden presidencial rebalsa el contenido de este artículo. Se trata pues de una sobreinterpretación. Es pues otro acto del despotismo presidencial.


El FMLN se ha aculado en una esquina del ring, por su oportunismo, por no haber hecho política de clase durante estos diecivueve años. Ellos se dedicaron de lleno al parlamentarismo burgués con los ojos cerrados y la cabeza gacha. Se dejaron imponer un candidato que no pertenece a su partido. Desde la campaña Funes los obligó a aceptar sus posiciones anti-venezolanas, su adhesión total a la política estadounidense, es decir, a la política imperialista. Aceptaron mantener la economía dolarizada, asimismo abandonaron la exigencia de abolir la ley de Amnistía. Todo esto lo hicieron cuando Funes aún era candidato. En ese momento, pudieron perfectamene detener sus pretenciones, exigiéndole que cumpliera con los principales lineamientos del partido al que había adherido para ser candidato. Todavía era tiempo, aún no era presidente. Pero la deriva derechista y oportunista ya había comenzado años antes. Esta derechización tiene profundas raíces en el pasado del PCS que ahora domina la dirección del FMLN.


En el discurso de los dirigentes y de los militantes del FMLN todavía hay residuos de la época en que pretendían transformar la realidad salvadoreña. Ahora han vuelto a los antiguos pretextos que usó el PCS para no entrar en la lucha armada de los años setenta y para participar en un golpe de Estado y otro tipo de intentonas putchistas. En un próximo artículo voy de nuevo a referirme a este aspecto de la política del FMLN de ahora.

13 enero 2011

Mauricio Pilatos se lava las manos

El presidente Funes se hizo la oreja pacha ante las protestas y recomendaciones de las organizaciones, asociaciones y otros organismos que le pedían que vetara el decreto que reforma el Código Electoral y que va a regular las candidaturas no partidarias. Mauricio Funes ha sancionado la ley.


Ya habíamos visto a Funes en la pose del gran penitente, pidiendo perdón en nombre del Estado por los crímenes cometidos por los organismos represivos y el Ejército durante la guerra civil y también por organismos paramilitares. Esa pose le evita ir derecho y claramente a enfrentar a los criminales de guerra y abolir la ley de Amnistía. El FMLN se ha plegado a esta impostura.


Lo vimos en la pose de fundador. El presidente sin partido sintió la necesidad de crear un movimiento que le sirva de apoyo político. Ese movimiento se arrastra sin tener por el momento una cara que lo identifique. El FMLN saludó la aparición del “Movimiento”, tal vez con la esperanza de que se mantuviera parado.


Hemos visto al presidente defensor de los intereses de su “amigo” Slim, defendiendo las reglas del juego. El jueguito consitía en que las compañías telefónicas seguirían cobrando un peaje. La justificación era que los inversores tenían que recobrar las sumas invertidas y el usuario sería la víctima de esta extorsión. Los partidos políticos lograron una rebaja. Fue una doble rebaja, la primera de la tarifa y la segunda de la autoridad de la Asamblea que fue simplemente humillada por el mandamás.


Lo hemos visto también en ese papelito de mandamás. Pero este ha sido variado y casi permanente. A tal punto que ningún funcionario de alto rango puede tomar alguna iniciativa, pues corre el riesgo se ser públicamente regañado por no consultar con el presidente, por hablar más de lo que le corresponde. El único que tiene voz es el presidente. Otra variante fue la del mandamás desilusionado: despidiendo sin explicaciones a los funcionarios porque perdió la confianza en ellos. En este registro tuvo varios destacados roles.


Detengo aquí este retrato, aunque me parece que si no pongo que lo hemos visto en vendedor de la soberanía nacional, cuando pide consejos a la Embajada sobre la posición a tomar frente al golpe de Estado en Honduras, algunos dirán que le estoy quitando una pose permanente. Pues lo hemos visto en comisionado vendedor del gobierno de Lobo ante los organismos internacionales, incluyendo la misma ONU. Al verlo en la tribuna de las Naciones Unidas alegar que su preocupación principal era el pueblo hondureño, tuve la corazonada de que en Casa Presidencial había algún dicípulo de Stanislavski, pues allí, en Nueva York, se le sintió totalmente compenetrado con su papel de vendedor de lamparitas.


El registro presidencial es amplio. Me refiero al registro de actor, pues ahora lo vemos en perfecto Pilatos, lavándose las manos y diciendo “yo en eso no me meto”, vayan al Sanedrín, perdón, a la Corte Suprema de Justicia. ¿La democracia, señor presidente? Pues al parecer eso no le incumbe, en eso deja al pueblo enfrentado a los dos partidos mayoritarios ARENA y FMLN. Pareciera que para Mauricio Funes la única institución democrática es la función presidencial. Ha criticado en permanencia a los partidos políticos, como usurpadores de la voluntad y opinión de la gente. Por eso creó su propio “Movimiento”. Se ha burlado de la Asamblea e incluso trató de engatusar a la Corte Suprema de Justicia, cuando está falló contra la partida secreta.


El decreto 555 es sobre todo una recetario de obstáculos para que puedan aparecer en la arena política las candidaturas no partidarias. La desigualdad de trato entre los candidatos, los candidatos de partidos políticos y los otros salta a la vista. No voy a hacer la lista, los remito a dos artículos anteriores sobre el tema: “El gran candado electoral” y “La doctrina es totalitaria”.


No obstante es necesario llegar al meollo de la conducta de este Pilatos. Esta vez la oportunidad de atacar a los partidos políticos y a la Asamblea se la han dado los principales interesados, los partidos mayoritarios, uno de derecha y el otro de izquierda. Pero lo que le interesa al presidente es enfrentar de nuevo al pueblo con sus representantes y luego enfrentar a la Asamblea con la CSJ. ¿Qué institución queda a salvo? Pues en este caso es la presidencia. Poco importa que ahora no obedezca al mandato de ser garante de la Constitución, que exige la igualdad de todos ante la ley.


No puede alegar que no le corresponde al presidente decir si un decreto es constitucional o no. Pues ya lo ha hecho, ya lo ha alegado en otras ocasiones. Incluso le regateó el fallo a la Sala de lo Constitucional, alegando precisamente la anticonstitucionalidad del fallo sobre la partida secreta. Pero lo que es aquí importante señalar es que Mauricio Funes prefiere seguir con su jueguito politiquero y dejarle a la CSJ el papel de defensor de la democracia. Pues Funes simplemente se convierte en el cómplice de ARENA y el FMLN para frenar un paso adelante en el ejercicio democrático.


Es necesario decir también que se trata sólo de un paso adelante, pero que no podemos esperar que ese paso se convierta en la panacea universal de nuestro sistema electoral. Pues se trata simplemente de ampliar las posibilidades de representar al pueblo en la Asamblea. Pero lo que está planteado es transformar la delegación de soberanía popular en una asunción total por el pueblo de su autoridad soberana. Esta asunción soberana del pueblo de sus derechos se coloca como el contrario del poder personal presidencialista. Sobre este tema será necesario volver y volver durante estos años que vienen. Pues se trata de introducir en nuestra vida política nuevas instancias democráticas con carácter participativo.

11 enero 2011

Cuestiones de socialismo

Vuelvo a publicar este artículo. Lo escribí hace seis meses, Medardo González aún no había declarado su apego al gran capital y al sistema capitalista. Ni tampoco los ofrecimientos de servicios del FMLN al patronato, hechos por José Luis Merino. La razón es simple: estamos en un atolladero, en este artículo propongo un debate, hago un análisis. Busquemos juntos una salida, no se trata de una opción electoral, ni electorera. Se trata de innovar, de crear nuevas prácticas.



Difícilmente podrán comprender los que se han acostumbrado a realizar el análisis superficial de las intrigas parlamentarias, del juego de declaraciones, de alianzas efímeras y circunstanciales, a los que tratan de alejarse de la creencia bastante pueril de que el destino del país y de las clases trabajadoras está en manos de un grupo muy restringido de personas, que precisamente se ocupan de esas mismas intrigas, que hacen esas declaraciones, que ligan esas alianzas. Todas estas acciones forman parte de un ejercicio politiquero que hasta ahora se ha impuesto en la opinión general como el fundamento de la política. Sin embargo lo que cuenta realmente en la vida real de la gente está determinando por el tipo de decisiones que se toman en la gestión de los asuntos económicos del país.


Es cierto que la fuerza del Estado puede de alguna manera interferir en el reparto de la riqueza nacional. Esta posibilidad existe, pero como siempre los posibles necesitan que la voluntad de las fuerzas políticas implicadas los conviertan en realidades. Por el momento el Estado salvadoreño sigue al servicio de los que poseen los medios de producción y de cambio, que son realmente los que gobiernan los destinos del país.


Esta situación es la que ha existido desde el siglo antepasado. Este régimen tiene un nombre que todos conocemos, se llama capitalismo. Es este sistema que ha sido incapaz de satisfacer las más urgentes necesidades de la población. Es este sistema económico el que nos mantiene en el subdesarrollo y dependiendo de potencias extranjeras. Esta dependencia no es solamente económica, sino que también cultural y social. Es este sistema el que ha entrado en crisis casi permanente desde hace algunas décadas en el mundo. Las continuas crisis bursátiles y financieras son momentos de exacerbación del disfuncionamiento del modo de producción capitalista.


La salida del capitalismo está planteada mundialmente. Esta última afirmación suena falsa, para muchos tal vez exagerada o sin sentido. Sobre todo para quienes, por la enorme capacidad que ha manifestado el capitalismo de sobrepasar sus propias crisis, se han convencido de su eternidad. No obstante lo que vuelve hasta cierto punto irrealista la afirmación en cuestión, es que no existen, en los países dominantes, organizaciones políticas populares, ni planteamientos políticos alternativos que tengan la suficiente fuerza para arrastrar a las clases trabajadoras.


No obstante el mismo funcionamiento del capital está mostrando la salida, cada vez se muestra con toda evidencia la incompatibilidad del sistema capitalista con el futuro de la humanidad. Es el capitalismo el que crea y mantiene la catastrófica situación de África, Asia y América Latina. Los millones de niños que mueren a corta edad es el resultado del despilfarro de capitales y de riquezas. En estos momentos la humanidad puede combatir epidemias y estas no son extirpadas, porque hacerlo implica abandonar el criterio que rige la existencia misma del sistema, la búsqueda de beneficios. Resolver los grandes problemas que enfrenta la humanidad, como la creciente destrucción del medio ambiente, contradice ese mismo principio, contradice los intereses del capital.


Todos hemos sido testigos de cómo los grandes Estados capitalistas acudieron solícitos a transferir a las compañías privadas de la finanza, bancos y sociedades de seguros, enormes cantidades de capitales públicos. Esta transferencia de miles de millones de dólares (millardos) no ha venido a colmar la famosa sed del oro de los banqueros. Si estos millardos hubiesen sido usados, por ejemplo, para pagar las hipotecas de los miles de familias estadounidenses, ¿acaso no se hubieran saneado las famosas “acciones basura”? Pero sobre todo se hubiera hecho la demostración de que los dineros públicos pueden usarse también en beneficio de los pobres. Los países europeos acaban de decidir préstamos (175 millardos) al gobierno de Grecia para que pueda soldar parte de su deuda financiera exterior. Este dinero va caer en las voraces fauces sin fondo de los bancos. Ni un solo centavo será usado para el desarrollo económico de Grecia, ni una sola escuela, ni una sola clínica, ni una sola fábrica, nada de eso va a aparecer en Grecia gracias a ese dinero. Al contrario se le impone a Grecia un plan de austeridad, hundiendo en mayor pobreza a las clases trabajadoras. La cólera de los trabajadores griegos es más que justificada.


La experiencia cotidiana de la explotación


Es cierto que los salvadoreños no son marxistas, como hace algunas semanas lo escribiera un editorialista de El Diario de Hoy, tampoco sabe que es el socialismo, como acaba de afirmarlo Mauricio Funes. Estas dos afirmaciones son ciertas. Pero son verdades a medias. Pues si los salvadoreños no son marxistas, viven y sufren los estragos del capitalismo, saben perfectamente qué es la explotación capitalista, la sufren en carne propia. Saben perfectamente que aumentar las ganancias capitalistas significa mantener bajos los salarios y si es posible bajarlos más, que es lo que sucede con el encarecimiento de la vida, con la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores. Cada vez cuesta más restablecer las fuerzas de trabajo, la salud de los trabajadores. Las familias salvadoreñas viven en su gran mayoría angustiadas por el día de mañana, muchas son las madres que no saben si podrán sustentar a sus hijos, vestirlos convenientemente (los uniformes gratis no bastan para ello), comprarles libros, llevarlos a espectáculos, darle un esparcimiento necesario para el desarrollo y florecimiento de su personalidad. Para poderles dar todo esto es necesario salarios dignos de ese nombre.


Aunque aparezca exagerado, quien determina el modo de vestirse de la gente, el espacio de vivienda, el modo de transporte, la cantidad y la calidad de la comida y hasta los gustos de la mayoría de la gente, son aquellos que tienen la potestad de determinar el monto del salario de los trabajadores. Porque por mucho esfuerzo que hagamos, el buen gusto se puede cultivar solamente si se tienen los medios para hacerlo. La mayoría de salvadoreños (no sólo de salvadoreños) no tienen la posibilidad de elegir entre una representación teatral o el siguiente episodio de la serie televisiva. Estas series que nos educan, que nos imponen modelos extraños, que nos presentan una vida irreal y fantasmática, también nos apresan en modelos narrativos repetitivos y recurrentes, nos mastican la interpretación de intrigas superficiales. Es también a través de estas series que la mayoría de salvadoreños incorpora una cultura extranjera, un modo de vida de propaganda y al mismo tiempo son asimismo el canal por donde circulan los temas de dominación ideológica del imperialismo.


Es cierto que los salvadoreños en general no saben qué es el socialismo. Pero tampoco conocen, en su inmensa mayoría, incluyendo al mismo presidente Mauricio Funes, las matemáticas superiores, pero ¿dejan de existir por ello? Tampoco saben como funcionan los celulares con los que comunican, pero esta ignorancia no vuelve fantasmales los mecanismos. De la misma manera, la ignorancia de los salvadoreños del socialismo, aunque el presidente le añada del “siglo XXI”, aprovechándose de la campaña diabolizadora de los medios nacionales e internacionales contra el gobierno de Venezuela, no lo vuelve ni imposible, ni irrealista, ni utopía. Las políticas alternativas al neoliberalismo que se ponen en práctica en los países de América del Sur todavía no constituyen en el fondo el socialismo. Sin embargo se trata de una búsqueda de salir de la dominación imperialista, de resolver los problemas de sus países conduciendo una gestión diferente de la que acostumbran los gobiernos de derecha y que durante décadas nos han impuesto las agencias financieras del imperialismo.


El presidente Mauricio Funes lo anunció durante la campaña y no pierde la oportunidad de repetirlo, su gobierno no va a construir el socialismo, ni va a adherir al ALBA. Este mensaje sobre la no construcción del socialismo tiene dos destinatarios, los que votaron por él siguiendo las consignas del FMLN y las clases dominantes, nacionales e internacionales. La oligarquía nacional se hace la sorda y sigue reclamando que el presidente se defina, que dé signos claros del rumbo que intenta seguir. En los Estados Unidos posiblemente hayan entendido mejor el mensaje de nuestro presidente. Los electores del FMLN aceptaron el mensaje, pero esperaron que el gobierno por lo menos iba a iniciar los cambios urgentes para aliviar en algo la vida cotidiana de la gente. Esto lo siguen esperando, pero la desilusión agiganta sus pasos. En resumen, las declaraciones de Funes a este respecto significan que su gobierno seguirá fiel a los dogmas capitalistas.


Pero las declaraciones presidenciales de que su gobierno no va a construir el socialismo encierra, a sabiendas o no, una gran verdad: el socialismo no se construye a partir de ningún gobierno, no es algo que se le concede al pueblo, sino que es la obra misma de la gente. La construcción del socialismo debe ser una obra consciente y activa de los trabajadores, sin su participación es imposible emprender este largo proceso de superación de la sociedad clasista dominada por el capital.


Hay personas que exigen definiciones del socialismo. Es normal que lo hagan, porque consideran que el socialismo debe regirse por una fórmula preconcebida, como si existiera en alguna parte etérea del Universo una Idea del socialismo a la que hay que someter a la realidad. Marx y Engels nos han enseñado a superar el idealismo hegeliano. No, no existe en ninguna parte una definición fija e inamovible del socialismo. No, no hay en ninguna parte la Idea hegeliana de socialismo, no hay fórmulas mágicas. Se trata de un proceso que emprenden los pueblos dentro del marco nacional, pues por el momento siguen existiendo los Estados nacionales y este proceso, difícil y tortuoso, se va amoldando a la realidad nacional, a las tradiciones específicas de cada pueblo.


No, no existen modelos de socialismo. Esta creencia dominó todo el siglo XX. Si existe algo común en el socialismo del “siglo XXI” es justamente el abandono de esa creencia de que existe un modelo único de socialismo.


Un partido político de un nuevo tipo


No obstante para poder emprender este proceso es necesario que exista un partido político, una fuerza política que tenga la voluntad de iniciarlo. La superación del capitalismo implica que desaparezcan una a una todas las alienaciones que sufren los asalariados. Este es un proceso que tiene lugar en las cabezas de todos y en las prácticas sociales. Estas prácticas consisten en incorporar a todos los ciudadanos en las decisiones a tomar, en la participación consciente y activa en la resolución de los problemas que se vayan planteando. Para esto es necesario la formación de todos, elevar su nivel de consciencia y de formación. Para ello es necesario compartir todas la información necesaria y todos los conocimientos que se requieran.


Como se ve, para que esto pueda suceder se necesita de un partido político de un nuevo tipo. Un partido que introduzca en su funcionamiento mismo como un principio fundamental la deliberación colectiva de los lineamientos del partido, en otras palabras, la necesidad de llevar a cabo congresos, en los cuales la base pueda definir y apoderarse de su propia política partidista y aprenda a analizar la realidad, a elaborar conjuntamente soluciones y resoluciones. Son los congresos la cima del partido. Pero hasta ahora el FMLN no ha tenido congresos, casi todas las decisiones son tomadas por la dirección y las conferencias nacionales tienen como única función la ratificación de la voluntad de los dirigentes. Este funcionamiento impide que los miembros del partido puedan ser dirigentes autónomos y conscientes de los trabajadores. El funcionamiento centralizado y verticalista coarta irremediablemente la iniciativa de los miembros de base del partido. Pero no se crea que esto sucede solamente en el FMLN, este modo de funcionamiento es común a los partidos de la derecha nacional. Ellos tienen también ese funcionamiento autoritario y verticalista. Los miembros de base son meros ejecutantes de la voluntad ajena. Pero si esto puede ser admisible en los partidos de derecha que buscan perpetuar el régimen capitalista, esto es incompatible con el partido revolucionario que busca la transformación profunda de la sociedad.


Lo vuelvo a plantear ahora ya sin muchos ambages . Me pregunto sinceramente ¿el FMLN actual, bajo la dirección actual es capaz de transformarse? ¿Es capaz de cambiar de funcionamiento? ¿Puede volver a retomar los principios revolucionarios? ¿Podrán los actuales dirigentes retornar al materialismo histórico, a la dialéctica marxista? Mis preguntas no son antojadizas. Me parecen que tocan el fondo del problema actual que enfrentamos en esta coyuntura.


El fin fundamental del partido revolucionario es transformar la sociedad, para ello es necesario organizar a la gente con ese fin, crear la consciencia necesaria. Los dirigentes del FMLN se propusieron como fin primordial la “toma del poder”. Para ellos se trataba de llegar al ejecutivo a como diera. Es por ello que no les importó llevar a un candidato que no compartía los planteamientos de su partido, que había declarado explícitamente que no aplicaría el programa del FMLN. Tal vez pensaron que bastaba con la adhesión al partido del candidato. Pero faltos de discernimiento no quisieron escuchar las declaraciones claras, sinceras de Funes de que adhería al FMLN únicamente para cumplir con un requisito constitucional.


La actitud actual de los dirigentes del FMLN es totalmente desconcertante. No estoy sugiriendo que tengan obligatoriamente que romper con Mauricio Funes, ni mucho menos retirar a los ministros del gobierno. Esto lo pide la derecha, ya empezó a reclamárselo al presidente. Pero la situación no es clara para la gente. Los salvadoreños siguen esperando las medidas que muestren reales signos del cambio prometido. Los salvadoreños no están reclamando la construcción del socialismo a partir del gobierno. El pueblo salvadoreño apenas espera que se aumente los salarios de los trabajadores, que se termine con la corrupción, que se haga justicia, que se castigue a los ladrones que se enriquecieron en el ejercicio del poder. Los salvadoreños también reclaman el retorno a una moneda nacional, son partidarios de abrogar la ignominiosa Ley de Amnistía. A los asalariados les gustaría nuevas leyes que les den nuevos derechos laborales y sindicales. Los salvadoreños reclaman mejor gestión de los servicios de salud, de que se mejore sensiblemente las instituciones de la enseñanza pública, que se les garantice mayor seguridad.


Pero hasta ahora no se ven señales de que el presidente tenga intenciones de cumplir, sus declaraciones van hacia otra dirección. El presidente apoya al gobierno represor de Honduras, salido del golpe de Estado. El FMLN no critica abiertamente, prefiere el silencio. El presidente se opone a un decreto justo respecto a la estafa de la renta telefónica, votado en la Asamblea y la dirección “comprende” la posición presidencial, aunque no la “comparte”. El presidente ejerce su función de manera autócrata, los dirigentes del FMLN agachan la cabeza y callan. Abundan las discordancias. Estas son visibles a simple vista. El presidente crea su propio movimiento con fines y propósitos personales. Dirigentes del FMLN declaran que el presidente tiene derecho a hacerlo. Pero esto viene a contradecir sus precedentes declaraciones de su no compromiso con una organización partidaria. Llega hasta dar como gesto de garantía de su compromiso con su Movimiento, el hecho de que vestirá los colores del Movimiento y claramente se refiere a su negativa de vestir los colores de “su” partido. Sánchez Cerén declara que el FMLN buscará aliarse con el Movimiento, de que se alegra de su creación. ¿Se trata esto de un fino análisis del significado político de la creación de este Movimiento? ¿Los dirigentes del FMLN son capaces de efectuar un análisis político de lo que está pasando?


El presidente ha declarado públicamente que motus propio acudió a los partidos de derecha para que le ayudaran para que en la Asamblea no se superaran sus observaciones al nuevo decreto sobre el RPNP. El FMLN continua hablando de presiones de la derecha.


La obligación de la dirección del FMLN es aclarar esta situación confusa. Hasta ahora nos dan la penosa impresión de que son incapaces de hacerlo, que se limitan a pronunciar declaraciones “amables”, “tácticas”. Pero como la presencia de Funes en el puesto de presidente de la República nos ha mostrado de que los dirigentes del FMLN no son finos tácticos, ni estrategas, temo francamente que el navío siga a la deriva.


Para poder decidir es menester saber


Algunos dirigentes del FMLN han señalado de que será el pueblo mismo quien decida de cuando se construirá el socialismo. Esta formulación es en el fondo una coartada “táctica”. ¿Qué significa? En primer lugar, que se va a proceder democráticamente, es el pueblo soberano quien va a decidir. Perfecto. No obstante no señalan como se tomará esa decisión, ¿por un voto legislativo? ¿Por referendo? Este silencio muestra simplemente que no se ha meditado profundamente que significa que el pueblo va a decidir cuando se construirá el socialismo. Pero hay otro aspecto, esto conlleva dos errores teóricos: el primero, se pretende que la construcción del socialismo va a tener un momento decisional de arranque y el segundo, que a partir de ese momento se comenzará a aplicar medidas estatales de transformación. Esta visión lleva oculta una visión esquemática, antidialéctica. El socialismo se limita a medidas económicas gubernamentales y de nuevo se restringe o se evacua la actividad consciente de los trabajadores. Pero el socialismo no es una serie de medidas económicas gubernamentales.


La particularidad de nuestro tiempo es que el capitalismo muestra cada vez más su incapacidad de resolver los problemas de la gente. Al contrario cada vez aparece claramente que la gestión capitalista, la búsqueda desenfrenada de beneficios sigue creando problemas a la humanidad. Un ejemplo actual, la contaminación de las aguas del Golfo de México por el petróleo, que producirá la desaparición de una enorme parte de la fauna y flora marítima. Esto va a crear nuevos desequilibrios ecológicos. Es evidente que accidentes de este tipo pueden ocurrir en cualquier momento, no obstante lo que se plantea aquí es que los accionistas de la BP nunca pensaron en prevenir este tipo de catástrofe.


En nuestro país también estamos sufriendo las consecuencias de una catástrofe, la tormenta tropical “Agatha” que ha inundado amplias zonas del país, produciendo víctimas humanas y pérdidas materiales. En los efectos de esta tormenta hay que buscar obligatoriamente que es lo que corresponde a las estructuras mismas de lo sociedad. La deforestación, la falta de un plan de prevención (esto no se construye en un año), la ausencia de infraestructuras de evacuación y canalización del agua, etc. Los sucesivos gobiernos han preferido la transferencia de capitales a la empresa privada que emprender servicios públicos y sociales.


El estado general de los servicios es deficiente en el país. Las estructuras médicas y de asistencia sanitaria se encuentran en un estado deplorable. Durante años los sindicatos de trabajadores de la salud, asociaciones diversas de usuarios han alertado sobre este estado de cosas. No obstante la población en general que ha sido víctima directa de este disfuncionamiento, también ha sido incapaz de exigir de los gobiernos sucesivos un servicio público digno de ese nombre. La toma de consciencia pública de la necesidad de construir en todo el país un servicio médico general forma parte del proceso de la construcción de otro tipo de sociedad.


La toma de consciencia implica también prácticas sociales distintas. No se puede considerar que los servicios médicos y hospitalarios nacionales pertenecen exclusivamente al Estado. Es cierto que se trata de un servicio que ofrece el Estado, pero la tarea es convertir estos servicios en propiedad real y directa de todos. Es necesario que se adquiera la convicción de que cualquier desperdicio de recursos, se trata de nuestro dinero y que eso implica pérdidas en el bienestar general de la población.


Una actitud diferente, una implicación directa de la población en cada uno de los sectores que prestan servicios, indudablemente traería substanciales mejoras. Pero al mismo tiempo ganaría terreno la idea que buscar soluciones comunes, desinteresadas produce una efectividad social mayor. Es este el criterio general que debe regir la conducta de la población, buscar la eficacia social en todos los terrenos. Se trata de un largo aprendizaje, de una toma de consciencia ardua , a la que no estamos acostumbrados, pues la ideología dominante nos impone el individualismo, nos impone criterios de consumidores. Esto tiene como efecto tratar todo desde el punto de vista mercantilista, las relaciones humanas se reducen a un deshumanizante “compra-venta”.


Contra todas las alienaciones es necesario crear prácticas sociales de reapropiación colectiva. Estas prácticas no se decretan, sino que se inculcan, a través de la educación, a través de la puesta en común de ideas, de procedimientos, de informaciones y de conocimientos. Es decir se trata de salir del campo politiquero y llevar la política al seno del pueblo como principal agente. Se trata también de una nueva concepción de la política. Es necesario que la práctica política nueva, de reapropiación colectiva de los espacios públicos, de los servicios comunes (transportes, escuelas, hospitales, telecomunicaciones, etc.) tome fuerza y que en base de esta nueva consciencia y de estas conquistas se pueda iluminar de otra manera los procesos electorales.


Se trata de un largo y complicado proceso. Pero vale la pena emprenderlo, pues es el único que nos garantiza la extensión ilimitada de la democracia, pues el poder ya no está depositado exclusivamente en las instancias estatales, sino que diluido en la sociedad. Y por otro lado solamente la participación constante de la gente en defensa de sus intereses, tanto individuales, como colectivos, puede preservarnos de derivas autoritarias. La participación es una garantía de la efectividad de las decisiones tomadas. Porque además se trata también de emprender siempre el control popular de lo que se ha decidido, luego de las necesarias deliberaciones.