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12 abril 2011

El instrumento y el lenguaje II

El primer hilo que traté de deshilvanar o de hilvanar con coherencia en mi mente fue el que provenía de la insistencia de Engels: que los procesos fueron paulatinos y milenarios, que hubo un salto cualitativo, producto de una acumulación constante. Engels, de la misma manera que Marx, ha privilegiado la descripción y el análisis del trabajo, de los instrumentos, de los medios de producción. Ambos han dicho cosas importantes sobre el lenguaje, pero no lo hicieron de manera sistemática, ni tan en detalle como respecto al trabajo y los instrumentos.


Al estudiar el carácter arbitrario del signo (he publicado en este blog algunos artículos sobre el tema), en aquellos tiempos universitarios reparé en una frase de Ferdinand de Saussure, al comentar una idea persistente hasta hoy, sobre el carácter azaroso de la opción vocal del lenguaje humano y que expuso primero Whitney. No voy a recopiar todo el párrafo. Iré directamente a la sugestiva frase saussuriana: “Whitney va muy lejos al decir que nuestra elección cayó por mero azar sobre los órganos vocales; éstos de alguna manera nos fueron impuestos por la naturaleza”. (“Whitney va trop loin quand il dit que notre choix est tombé par hasard sur les organes vocaux; ils nous étaient bien en quelque sorte imposés par la nature”, Cours de linguistique générale, Ed. Payot, Paris, 1984, p. 26).


Engels le dedica a este asunto algunos párrafos en su folleto, nos habla de los cambios morfológicos necesarios en la anatomía de los monos para llegar a la producción de los sonidos articulados. Antes se ha referido a la mutación de la postura y de las manos. Estos cambios son simultáneos, imbrincados con otros cambios del esqueleto y cambios musculares. Pero también transformaciones en el cerebro, en la extensión y en el peso. Cambios paulatinos en las funciones de los distintos órganos que nos sirven para entrar en contacto con el mundo exterior, con la naturaleza. Pero estos cambios no nos sacan de la naturaleza, seguimos perteneciendo al mundo animal. Hay pues dentro de estas mutaciones una permanencia. Anoto de pasada que ahora ya se sabe que nuestros ancestros no son exactamente los monos.


Órganos de relación


Seguimos siendo mamíferos, tenemos en común con ellos muchos órganos, incluso no solamente los órganos, sino que también su posición en el cuerpo. Los “órganos de relación”, como los ha llamado André Leroi-Gourhan, se concentran en la faz, en la parte delantera. Voy pues a lo que la naturaleza nos ha impuesto, la producción de sonidos y su recepción, tienen sus propios órganos y su propia localización, un sitio en el cuerpo y muy problable su funcionamiento sea regida a partir de las mismas áreas cerebrales. La naturaleza ha liberado las manos de su funciones de locomoción, le ha cambiado su forma y ha refinado su función de prensión. O sea que la función vital de las manos es insustituible, al estar ocupadas en su accionar no pueden ocuparse en la transmisión de la información. Los ojos también están ocupados en mirar y dirigir a las manos. Estas cosas sencillas que estoy señalando, son justamente las que no dijo el sabio suizo, apenas si las insinuó. Aunque puesto a reflexionar en estas evidencias, que lo son una vez dichas, pero que permanecen ignotas si no se expresan, topé con un texto marxiano, que después he leido citado de varias maneras en la literatura marxista o en textos de marxeólogos.


En mi primera lectura de El Capital, encontré una pasaje que me interesó mucho, pero este texto lo leí en ruso, durante mis estudios moscovitas. Lamento ahora que mi conocimiento del alemán sea nulo. Lo he buscado en castellano, al parecer es muy sencillo encontrarlo, pues proviene de la máxima obra de Marx. Ahora con la red mundial, algunas limitaciones anteriores pueden ser subsanadas fácilmente. Pero con los textos de Marx no siempre las cosas son tan sencillas. En efecto el texto existe en castellano en la red, en el sitio de la Universidad Complutense (Biblioteca de Autores Socialistas), pero al leerlo de nuevo, algunos detalles me parecieron como significando otra cosa. Lo cotejé con otras traducciones y traté de compulsarlo con el original. La cuestión de la terminología tiene mayor importancia de que lo que aparenta. En el artículo anterior he mostrado como cambiar un tiempo verbal puede apartar la intención del autor o dar a entender otra cosa muy distinta.


En mis estudios lingüísticos tomé clara conciencia de esto. También en mi práctica de traductor tuve a veces que emprender investigaciones léxicas y semánticas para que mi traición no fuera total, lo digo por aquello de que traducir es traicionar.


El trabajo en su forma humana


Para retomar el hilo quiero recordarles que Engels en su folleto hace preceder el trabajo a la aparición del lenguaje. Para él la actividad manual, la fabricación de instrumentos, es anterior al lenguaje, éste surge únicamente con la necesidad de intercambiar informaciones en el transcurso del trabajo. Es aquí donde hago intervenir el texto de Marx que viene en El Capital:


“El trabajo es, en primer lugar, un proceso entre el hombre y la naturaleza, un proceso en que el hombre media, regula y controla su metabolismo con la naturaleza. El hombre se enfrenta a la materia natural misma como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales que pertenecen a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, a fin de apoderarse de los materiales de la naturaleza bajo una forma útil para su propia vida. Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza. Desarrolla las potencias que dormitaban en ella y sujeta a su señorío el juego de fuerzas de la misma. No hemos de referirnos aquí a las primeras formas instintivas, de índole animal, que reviste el trabajo. La situación en que el obrero se presenta en el mercado, como vendedor de su propia fuerza de trabajo, ha dejado atrás, en el trasfondo lejano de los tiempos primitivos, la situación en que el trabajo humano no se había despojado aún de su primera forma instintiva. Concebimos el trabajo bajo una forma en la cual pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que recuerdan las del tejedor, y una abeja avergonzaría, por la construcción de las celdillas de su panal, a más de un maestro albañil. Pero lo que distingue ventajosamente al peor maestro albañil de la mejor abeja es que el primero ha modelado la celdilla en su cabeza antes de construirla en la cera. Al consumarse el proceso de trabajo surge un resultado que antes del comienzo de aquél ya existía en la imaginación del obrero, o sea idealmente. El obrero no sólo efectúa un cambio de forma de lo natural, en lo natural, al mismo tiempo, efectiviza su propio objetivo, objetivo que él sabe que determina, como una ley, el modo y manera de su accionar y al que tiene que subordinar su voluntad. Y esta subordinación no es un acto aislado. Además de esforzar los órganos que trabajan, se requiere del obrero, durante todo el transcurso del trabajo, la voluntad orientada a un fin, la cual se manifiesta como atención. Y tanto más se requiere esa atención cuanto menos atrayente sea para el obrero dicho trabajo, por su propio contenido y la forma y manera de su ejecución; cuanto menos, pues, disfrute el obrero de dicho trabajo como de un juego de sus propias fuerzas físicas y espirituales”.


He citado todo el párrafo, pues se acostrumbra mutilarlo, ya sea en lo que precede la frase que he subrayado o el final. Antes de ir a los motivos que me llevaron a fijar en mi memoria este pasaje y como lo ligué a la problemática que me ocupa, deseo hacer algunas observaciones sobre la traducción al castellano.


Problemas de la traducción


La primera observación es un detalle, pues no cambia en nada el sentido. El traductor al castellano ha preferido dejar la traducción literal de “maestro albañil”, mientras que los traductores al italiano y al francés han preferido interpretarlo y poner “arquitecto”. Esto no es muy importante, pero donde si cambia y puede prestarse ya a diversas interpretaciones es la palabra “imaginación”, que en italiano viene como “idea” y en francés como “representación”. Idea e imaginación podemos decir que pertenecen al mismo campo semántico, pero no a la misma tradición filosófica. El traductor francés no ha puesto de manera inocente la palabra “representación”, aquí subyace un trabajo filológico que une esta palabra a todo un paradigma que concierne al pensamiento y al conocimiento. Esto lo señalo pues a veces creemos, al leer a autores extranjeros, que estamos hablando de lo mismo, pero en realidad este matiz, aquí pequeño, puede en el fondo conducir por caminos que se bifurcan.


No entiendo las razones del traductor castellano de cambiar “construido” por “modelado”. Esta elección oculta justamente la identidad de la acción mental y la acción física. Marx ha elegido el verbo construir y no modelar: „Was aber von vornherein den schlechtesten Baumeister vor der besten Biene auszeichnet, ist, daß er die Zelle in seinem Kopf gebaut hat, bevor er siein Wachs baut“.


Ahora me voy a referir a otras dos palabras, en las que claramente los caminos realmente salen en direcciones diferentes. El traductor al castellano ha preferido usar un neologismo y escribe “efectiviza su propio objetivo”. Los otros dos traductores han preferido escribir “realiza”. No se crea que estoy exagerando, aquí el paradigma es importante, me refiero al paradigma filosófico. En la VI tesis sobre Feuerbach aparece un sintagma que nos descubre la diferencia conceptual entre una y otra raíz: “realidad efectiva”. Por otro lado no veo la necesidad de “innovar” introduciendo una palabra que no existe aún en nuestro vocabulario. Esta introducción no puede ser gratuita, para conferirle el valor que tal vez tenga, se necesita una justificación teórica, filológica.


La otra palabra que lleva a una segura bifurcación es la que termina el párrafo: “espirituales”. Aquí la opción no me parece muy inocente. En el vocabulario marxiano llama la atención hacerle decir “fuerzas espirituales” en vez de preferir “fuerzas intelectuales”. Es la opción que han preferido los traductores al francés y al italiano. Me parece que tienen razón, pues “fuerzas espirituales” le confiere un no sé qué de idealismo al texto, totalmente ajeno al pensamiento de Karl Marx.


Me van a disculpar este vericueto lingüístico. Aunque me parece que era necesario hacerlo, pues no creo que estos deslices sean excepcionales, es posible que al contrario sean recurrentes. Lo que debe llevarnos a dudar mucho en si lo que estamos leyendo es totalmente seguro, si es digno de darle toda nuestra confianza. En todo caso es necesario que los que se dedican a interpretar a Marx, los que lo estudian en castellano, tengan en mente la posibilidad de estar, no por su culpa, malinterpretando. En todo caso, en los estudios marxistas es necesario también proceder a una lectura estricta del texto.


Ahora vuelvo a la idea que me hizo guardar en mi memoria este largo pasaje marxiano. Marx hace una distinción entre la forma del trabajo puramente instintivo, animal y el trabajo en su forma humana. Marx nos describe el caso del obrero, una actividad distinta, dándole una importancia primordial al hecho que el hombre tiene previamente un proyecto en su cabeza, en su imaginación, se representa en la mente los pasos futuros que dará en la fabricación exterior. Señalemos que aquí hay un movimiento del interior al exterior. Aunque es necesario también tomar en cuenta que Marx ya desde el inicio del párrafo indica otro movimiento que va del exterior al interior: “Al operar por medio de ese movimiento sobre la naturaleza exterior a él y transformarla, transforma a la vez su propia naturaleza”.


Este actividad mental interna, previa, anterior a su concreción, esta proyección nos conduce obligatoriamente a presuponer el lenguaje como un componente esencial de esta misma actividad.


Engels que nos indica, en su folleto, que las actividades instintivas, naturales no eran “trabajo en el verdadero sentido de la palabra. El trabajo comienza con la elaboración de instrumentos”. Y el antropólogo ya antes mencionado, André Leroi-Gourhan agrega casi un siglo después “”Un punto esencial puede despejarse: la posibilidad del lenguaje existe a partir del momento cuando la prehistoria nos entrega los instrumentos (outils), puesto que instrumento y lenguaje están ligados neurológicamante y puesto que tanto el uno como el otro son indispensables en la estructura social de la humanidad” ( “Le geste et la parole”, Albin Michel, Paris, 1978, p. 163).


Pero esto mismo, con los conocimientos de su época, F. Engels lo ha dicho claramente: “Primero el trabajo, luego y con él la palabra articulada, fueron los dos estímulos principales bajo cuya influencia el cerebro del mono se fue transformando gradualmente en cerebro humano, que, a pesar de toda su similitud, lo supera considerablemente en tamaño y en perfección”.


Tal vez sea necesario volver sobre el tema. Pero me parece necesario concluir que no se puede reducir el folleto instructivo de Engels a una frase casi teológica: “el trabajo creó al hombre”. Falsa incluso por el desarrollo mismo del raciocinio de Engels, los datos que nos aporta y las grandes intuiciones suyas. La ciencia antropológica moderna nos señala con detalles más precisos y más completos el esbozo de las transformaciones fisiológicas que nos describe Engels. Muchos puntos son sistemáticamente retomados por la ciencia actual, como su postura erecta, la posición del pulgar, la cavidad cránea, el desarrollo y extensión de las áreas del cerebro, etc. La diferencia es que ahora podemos decir que el desarrollo de la mano y sus capacidades son paralelas al desarrollo del lenguaje.

1 comentario:

  1. EXCELENTE artículo. Motiva a la re-lectura de Marx y Engels, así como el estudio de otras ciencias humanas.

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