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06 noviembre 2011

5 de Noviembre: resultado y continuación

Muchas son las interrogantes que han surgido en estos días anteriores al Bicentenario del Primer Grito de Independencia de San Salvador. ¿En qué nos concierne a nosotros un movimiento de criollos? Pero junto a esta pregunta aparece justamente su contraria ¿Fue acaso un movimiento exclusivamente de criollos? ¿Qué sabemos de la participación popular? Algunos incluso se han preguntado si debemos o no celebrar esta fecha. Otros se han interrogado sobre el significado para el presente de ese acontecimiento. ¿Cómo ubicar ese 5 de noviembre de 1811 en todo el proceso independista? ¿Por qué sabemos tan poco de lo que realmente sucedió en aquellos días? ¿Es cierto todo lo que nos cuentan en nuestras escuelas? ¿Qué hay de leyenda y de historia en el relato de nuestra Independencia?


Todas estas preguntas —me quedan muchas en el tintero— muestran con meridiana claridad que somos un pueblo en conflicto con su pasado. No se trata únicamente de problemas metodológicos de historiografía, aunque existan, sino que el permanente conflicto que tenemos sin resolver entre la clase dominante y las clases subalternas se proyecta hacia todo lo que hemos vivido en tanto que comunidad nacional.


La burguesía ha ido construyendo paulatinamente un relato para darle cohesión ideológica a su dominación, para infundirnos un sentimiento común de pertenecer de igual manera todos a un mismo conglomerado nacional y que por lo tanto todos tenemos los mismos intereses y las mismas prerrogativas. La realidad nos grita a diario la falsedad de tales postulados. Me viene a la memoria una de las tantas frases célebres del líder cubano Fidel Castro, en los años sesenta, en uno de sus discursos dijo más o menos así: “Nos casaron con la mentira y ahora quieren obligarnos a vivir con ella”. Pues a nosotros no nos casaron con la mentira, sino que nos arrejuntaron, pero el resultado fue el mismo y las consecuencias han sido que no creemos nada de lo que nos cuentan y sin embargo han logrado amansarnos en este amancebamiento con la mentira.


Pero no podemos como respuesta a esta falta de certezas históricas, a este puñado de leyendas, hechos confirmados, mentiras e inventos, ponernos a inventarnos nuevas leyendas y nuevas mentiras. Si la historia tiene algún sentido es precisamente el que consiste en explicarnos nuestro presente. La historia no es un tribunal que juzga, sino que un relato que ayuda a entender, a comprender.


El 5 de noviembre de 1811 no fue un chaparrón en un cielo despejado. Es justamente esto lo que debemos meternos en la cabeza, que los acontecimientos que se iniciaron ese día en San Salvador y a partir de esa fecha en otros lugares de la Intendencia, son el resultado de un proceso, de todo lo que venía gestándose en los ánimos y conciencias de nuestros antepasados. Lo que significa que esa revuelta, esa insubordinación es al mismo tiempo un resultado y un inicio. Es decir se trata de un parto de algo que venía incubándose durante muchos años. Cada sector de la población tenía sus propios malestares, sus propias reveindicaciones, sus demandas. ¿Quién podía unificar todo eso? Al igual que sucedió en otros lugares, en Francia, por ejemplo, la burguesía supo aglutinar bajo su bandera al resto de clases explotadas. La Revolución Francesa también fue precedida de las famosas jaquéries, revueltas campesinas. Agreguemos que los escritos de los Iluministas son también precursores de la Revolución. Los intereses del burgués, no eran los mismos que el de los siervos. En San Salvador fueron los criollos que ya no se sentían ligados a España, ni participaban de los beneficios que prodigaba la administración colonial, los que encabezaron el movimiento.


Es aquí que debemos cuestionarnos ¿fueron todos los criollos los que se levantaron contra el Rey y su dominación? ¿Nuestros historiadores de antes y de hoy nos ofrecen una respuesta a esta pregunta? De alguna manera sí, pues en su gran mayoría los criollos que eran miembros de los Cabildos, no se unieron a la insurrección, al contrario muchos votaron “protestas y condenas” contra los insurgentes de San Salvador. Y estos hechos están consignados en algunos libros de nuestra historia, al mismo tiempo que en Metapán hubo protestas populares y se enunciaban los reclamos precisos contra las alcabalas y el monopolio de los estancos, el Cabildo y algunos criollos apoyaban a la Capitanía General de Guatemala. Lo mismo sucedió en Santa Ana. Y el alcalde de entonces, José Mariano Méndez, era un criollo. La clase dominante sigue dándole su nombre a una escuela y a una calle principal. Hasta ahora ningún homenaje a los que en el barrio España (ahora ya desaparecido) se amotinaron y fueron duramente reprimidos y luego deportados hasta las cárceles de Guatemala.


Las jornadas de noviembre no se reducen ni a las campanadas, ni a San Salvador, pero es necesario decir que fueron los capitalinos los que encabezaron el movimiento y que de alguna manera planteaban con mayor fuerza las demandas. La conspiración se venía fraguando desde cierto tiempo anterior al 5 de noviembre. Es necesario saber que las autoridades coloniales, en agosto de ese año, vaciaron la Casa de Armas por orden del Capitán del Reino, don José de Bustamante y Guerra y se llevaron asimismo a Guatemala todos los fondos que había en San Salvador. Se habla de once mil setecientos fusiles, noventa y cinco mil doscientos pesos, pertenecientes a la Hacienda Real, veinte mil seiscientos veinte y uno del Consulado y doce mil setenta y siete, de propiedad particular[1].


La conspiración fue de alguna manera descubierta, de lo contrario las autoridades de Guatemala no hubieran vaciado de armas a San Salvador, ni hubieran procedido a allanamientos de moradas. El descontento era general y se manifestaba. A tal punto que las autoridades coloniales instauraron un tribunal especializado en la represión, me refiero al “Tribunal de Fidelidad”. Se trataba de reprimir a todos los que divulgaran noticias contrarias al gobierno del Rey y que fueran subversivas contra el orden colonial. La represión iba dirigida contra todas las capas de la sociedad.


La Corona se manifiesta preocupada, no solo por lo que pasa en la Capitanía General de Guatemala, sino por lo que está ocurriendo en todo el continente. Aunque las autoridades reales se encontraban raptadas en Francia, sus leales seguidores, la Regencia, tomaban medidas para peremnizar el poder real en América. La Regencia les acordó a los americanos los mismos derechos políticos que gozaban los peninsulares y en junio de 1810 se publica en Guatemala el manifiesto de La Regencia que le acuerda el derecho a la Capitanía de enviar diputados a las Cortes de Cadiz para una Asamblea Constitucional, convocada para 1812.


Las autoridades coloniales sienten que el descontento aumenta, la represión se ha intensificado, la conducta del Tribunal de Fidelidad es contraproducente, pues encarcela y confisca bienes. En febrero de 1811, siete meses de haber instaurado el Tribunal de Fidelidad se ven obligados a disolverlo. En tanto que Vicario Provincial, José Matías Delgado, recibió la orden del recién nombrado Capitán General Bustamente y Guerra de dirigir a todos los curas de la Intendencia que se “instruya a los indios” y que el aumento de tributos que había instaurado el Cabildo de la Intendencia quedaría abolido en el próximo mes de octubre.


La represión y el control sobre la población no se ejerce sólo en San Salvador, aunque se sabe ya en Guatemala que es allí donde la conspiración está fructificando más. Justamente después de haber sacado todas las armas de San Salvador en agosto de 1811, en septiembre el Capitán General, José de Bustamante y Guerra establece que nadie puede circular en el Reyno de Guatemala sin el debido salvoconducto.


Estos pocos hechos que he mencionado muestran claramente que el proceso fue complejo y que no se puede reducir a un solo día. Como lo dije arriba, el 5 de noviembre de 1811 es resultado y continuación de un proceso.



[1] Historia de El Salvador, Anotaciones cronológicas 1810 – 1842 Tomo I; Francisco J. Monterrey, pag. 15.

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