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27 marzo 2012

Sobre la tregua delincuencial

El tema de las negociaciones entre el gobierno y las pandillas y el acuerdo entre las pandillas entre sí, no es fácil de tratar. Por el momento el gobierno niega su implicación en ellas y ambas partes, gobierno y pandillas niegan la existencia de dichas negociaciones. Aunque las apariencias atestiguan de lo contrario. Pues el traslado de una prisión a otra, la presencia en las cárceles de un prelado y de un exguerrillero como mediadores, incluso el mismo reportaje de los periodistas de El Diario de Hoy, no pueden darse sin el consentimiento de las autoridades, de las más altas autoridades del estado.


Pero hay un aspecto que hace también delicado abordar el tema, es que por el momento el resultado es positivo, muy positivo. La reducción drástica de las muertes es una noticia que se ha estado esperando durante tantos años, cuyo aumento parecía como algo ineluctable. No obstante a pesar de este significativo aspecto positivo del asunto, surge toda una serie de cuestionamientos de fondo. En esto es menester no dejarse ir por los senderos de la pasión y ni tampoco por los caminos fáciles de la retórica. Aquí hay que pulsar bien cada palabra.


El mutismo de las autoridades en los últimos días, remplaza a las triunfantes declaraciones del Ministro, el general Munguía Payés, quien alardeaba, afirmando que como consecuencia de su llegada al puesto ministerial y la nueva actividad policial, la criminalidad se había reducido en estos últimos días. Todos sabemos que ésta creció desde su llegada hasta que apareció el acuerdo entre las maras. El semanal cibernético El Faro publicó la noticia de la negociación y el ministro se vio obligado a desmentir, incluso llegó a una amenaza velada contra los periodistas de este medio, evocando en su ausencia, pero frente a otros periodistas convocados por él, la muerte del fotógrafo y cineasta francés Christian Poveda, dando a entender que ese era el peligro que corrían los periodistas de El Faro.


Luego aparecieron dos personajes que afirman haber jugado el papel de intermediarios entre las dos principales pandillas del país: el obispo castrense Colindres y el escritor Mijango. El primero nos explica abundantemente que su misión es divina, que habla en nombre de Dios, que obedece a la voz del Señor y nos habla en un lenguaje con notorios dejos medievales y el otro ha mostrado un protagonismo subalterno. Pero no es el estilo personal lo que vamos a juzgar. Ni lo conveniente o inconveniente de esta mediación, ha dado resultados positivos y podemos alimentar ciertas esperanzas de que esta situación perdure.


Aunque aquí surgen ciertas dudas sobre todo el proceso mismo de esta negociación y si es válido mantener esperanzas en que a lo que se ha llamado “tregua”, se mantenga y desemboque en algo duradero.


Lo que podemos cuestionar es precisamente cuáles han sido los principios que han regido la negociación, sobre qué bases se ha negociado. En otras palabras, ¿es solamente ese traslado a otras cárceles el pago que se ha dado a los delincuentes? ¿Existen otras concesiones? Y si la respuesta es afirmativa, ¿cuáles han sido? Estas preguntas implican más allá de los detalles, principios morales fundamentales. ¿El Estado se ha dejado imponer estas negociaciones? ¿Se trata de un simple caso de correlación de fuerzas? Los criminales que han mostrado con esta baja de asesinatos, su íntima implicación en ellos, ¿pueden sinceramente presentarse, como lo han hecho es su “comunicado”, en representantes de toda la sociedad? Es menester recordar aquí que Mauricio Funes ha declarado hace dos años, con enfática solemnidad, que nunca su gobierno iba a negociar con delincuentes.


Pero esta vorágine de crímenes en que vive el país exige que se hagan todos los esfuerzos necesarios para extirparla. Si acaso es cierto que los delincuentes han tomado conciencia de la atrocidad de sus crímenes y dicen ser ellos también “parte de la solución del problema”, pues no pueden presentarle a la sociedad y a las víctimas condiciones para cesar sus fechorías. ¿Qué quiere decir esto? Pues que podemos reconocer que las condiciones de encarcelamiento no son realmente humanas, que hasta ahora se ha priorizado la represión y que no se han emprendido planes preventivos. Podemos admitir y no solamente admitir, sino que se ha sido constatado por todos, que no existen reales planes sociales para darle a la niñez y juventud de los barrios pobres, las posibilidades de construir de manera diferente sus vidas.


Es cierto que en vez de mandar al ejército a patrullar, se pudo perfectamente preparar y enviar a otro ejército, un ejército de educadores, de animadores de barrio, de trabajadores sociales. Esto no hubiera producido ningún milagro, pero sí cambios substanciales en el tratamiento del problema. ¿Es tarde para cambiar de actitud? No, lo que la situación actual nos revela es que no se puede seguir tratando ni a los delincuentes, ni a los jóvenes de los barrios pobres únicamente como una excrecencia venenosa para toda la sociedad. No se puede pues creer que la fuerza, el maltrato y la humillación militares constituyen la base de la reeducación para “jóvenes en peligro de caer en la delincuencia”, como es el plan “pedagógico” del presidente.


Sin embargo hay en esta situación un grave problema moral. Los jefes de las maras han puesto en la balanza, como moneda de cambio, vidas humanas. Hay que sopesar con toda la gravedad este aspecto. Todos nos hemos regocijado de la disminución del número de asesinatos, pero al mismo tiempo cabe sorprenderse por la facilidad con que esta reducción se ha obtenido. ¿Pueden los jefes de las maras revertir inocentemente este proceso? Esta es justamente la pregunta central de todo esto. Pues si podemos exigirle al gobierno toda transparencia necesaria en el tratamiento de este asunto, es necesario también que la sociedad sepa ¿qué es lo que condiciona que esta reducción de muertes diarias pueda volverse permanente o por el contrario trágicamente pasajera?


Lo repito, lo que se ha puesto en juego son vidas humanas. Por eso mismo no podemos resignarnos a la probabilidad que la situación precedente vuelva simplemente, como si nada. Es por eso que todo el silencio oficial es hasta cierto punto irresponsable. Todos se han sorprendido del silencio del presidente, del silencio de los partidos políticos. La clase política acaba de solicitar los votos y ante un problema crucial de nuestra sociedad guarda silencio, como si nada hubiera pasado. En esto es necesario que todos sepamos cuál es el trasfondo de lo que se ha negociado y en qué reside realmente que esta situación es considerada, en principio, como pasajera. Digo esto pues el término “tregua” no es una situación permanente.


Con esto no termina el sufrimiento infligido a toda la sociedad. Siguen las extorciones, siguen otros delitos contra familias y personas individuales; Todos sabemos que esto no se puede considerar como futura moneda de cambio. Estos actos son simplemente delitos y si basta con una orden para que ellos cesen, ¿qué esperan los responsables para darla? Con esto significo que los jefes de las maras han pretendido a un alto grado de moralidad y de preocupación por el bienestar de nuestra sociedad, se han proclamado “parte de la solución”. Ahora también ellos deben dar muestra de la sinceridad de sus palabras. Sobre todo que han proclamado que su honor reside en la palabra dada.

22 marzo 2012

El general atrapado en su laberinto (Del sonado pacto con las maras)

Por Guillermo Mejía

Cuando se remueve la escoria más apesta, dice un refrán popular muy sabio -claro, las palabras las he suavizado por respeto. La cuestión en torno a las posibles negociaciones con prebendas entre líderes pandilleros y personeros de la seguridad pública a fin de bajar la tasa de homicidios se convirtió en un laberinto sin salida.

De veras que no convencen las explicaciones del ministro de Justicia y Seguridad, general David Munguía Payés, máxime que no respondió de inmediato a las interrogantes de periodistas y ciudadanos una vez conocida una nota elaborada por el medio digital El Faro que sostiene el trance a partir de filtraciones que fueron corroboradas por pandilleros.

Resulta un hecho inusual que se mueva a más de 30 reos del penal de máxima seguridad, conocido como Zacatraz, hacia penales de menor seguridad, sobre todo por “razones humanitarias” en un esfuerzo de diálogo en que dicen participaron el obispo castrense, Fabio Colindres, y el ex rebelde disidente del partido Fmln, Raúl Mijango.

El punto, según Colindres y Mijango, es que los líderes de la Mara Salvatrucha y la Mara 18 se pusieron de acuerdo en un proceso donde sirvieron aunque no recuerdan quiénes son esos líderes ni las fechas de los encuentros solamente que iniciaron las pláticas en meses pasados. Esta es la última versión de tantas que han salido de manera oficial (por cierto, contradictorias).

Hay mucho secreto a voces. Se sabe que pláticas entre líderes pandilleros y las autoridades respectivas siempre han existido, el problema se centra en el hecho de que no hay transparencia de cara a la ciudadanía sobre esos procesos que ponen en entredicho a las autoridades por caer en medidas de fácil cuestionamiento.

Como han señalado algunos comentaristas en medios audiovisuales, en lugar de que se busque la verdad –como debe ser en materia de comunicación- también se cae en una especie de coro mediático donde se pretende dar por válida la versión oficial por encima de lo demás sin pruebas ni discusión, además de que se vende la ilusión de que hay que celebrar la baja de homicidios.

El diálogo como herramienta de entendimiento social tiene sus reglas, no se puede instrumentalizar. Es más, en este caso de un día para otro cambian discursos y actores del proceso sin que quede claro el asunto, vale recordar cuando el actual gobierno destituyó al cura español Antonio Rodríguez de una comisión especial por leer un comunicado de las maras.

Rodríguez, que fue tildado como “vocero de las maras” en la crisis por un paro pandillero del transporte en años recientes, dijo a los periodistas que desde las autoridades respectivas “se ha construido una verdad… pero no se nos ha dicho la verdad…” Y la cosa es que tiene mucha razón. Lo patético es que en aquella ocasión el gobierno dijo que jamás negociaría con delincuentes.

El bloguero y diplomático salvadoreño Ernesto Rivas G. comentó en su espacio virtual que el traslado de los presos “(…) y premiarlos con beneficios que van desde contacto personal, dinero en efectivo y seguramente permitirles el uso de celulares, a cambio de que ordenen un alto o una suspensión de los homicidios es no solo aberrante sino que altamente peligroso”.

“Esta política les da carta abierta a las pandillas, los narcotraficantes y lavadores de dinero, para que se muevan a sus anchas. ¿Es esa la manera de controlar el crimen y la violencia? ¿Es eso lo que persigue la ‘mesa de la esperanza’?”, advirtió en otro párrafo de su comentario.

Rivas G. recordó que eso da la razón a los críticos de la militarización de la seguridad pública por violentar la Constitución, entre estos “los pocos amigos que El Salvador tiene en el Congreso de Estados Unidos” que mostraron su preocupación al presidente Mauricio Funes e incluye “un mensaje no tan sutil que el legislador Leahy le hizo llegar a través de la Primera Dama”.

De algo quizás pueden estar tranquilos el anterior ministro de Justicia y Seguridad, Manuel Melgar, y el ex director de la policía, Carlos Ascensio, que no se vieron atrapados en el laberinto sin salida que agobia a las actuales autoridades de la seguridad pública entre estas, por supuesto, el general David Munguía Payés.

Del blog Errabundo

18 marzo 2012

Apuntes sobre los resultados electorales

¿Desde qué punto de vista analizar los resultados de las últimas elecciones en el país? Me parece que se trata de sacar las enseñanzas para el movimiento popular. Por ello me resulta inútil buscar los “errores” cometidos por el FMLN durante la campaña y darle mayor o menor importancia a la actitud que mantiene la dirección del partido respecto a su militancia. Pues esta actitud no es nueva, no surge en este período, sino que se trata de algo estructural, del modo mismo de funcionamiento del FMLN. No podemos olvidar ni las reformas estatutarias, ni las recientes y abundantes depuraciones de militantes.


Lo primero que se puede señalar, me parece, es que los resultados marcan una derrota del partido en el gobierno, pero que no cambia substancialmente la correlación de fuerzas general entre los dos principales partidos, ARENA y el FMLN. Pues el partido de la derecha no benefició realmente de una transferencia de votos, su ligero avance proviene del rechazo de una franja importante de los electores de mantener su apoyo al FMLN.


La abstención pasó de 38% en las legislativas precedentes al 50% en este año. No tenemos aún datos sobre los votos anulados que pueden ser también significativos, se trata asimismo de un rechazo de expresar el apoyo a los partidos en lid. Hay un dato del cual no tenemos ninguna certitud, si el ligero aumento de ARENA proviene de una transferencia de antiguos votos efemelenistas o de votos provenientes de la reserva del precedente abstencionismo de derecha. Como sea, lo que se trata de saber es cuál es el significado, no tanto del voto, sino del no voto de cerca del 12% del cuerpo electoral.


Se ha usado el término “voto de castigo”, pero en realidad lo significativo no ha sido el voto, sino que su ausencia. Un verdadero voto de castigo resulta de la transferencia de votos hacia otras formaciones políticas, por ejemplo al principal adversario o a los partidos que se mantienen en las márgenes electorales. No es esto lo que ha sucedido el 11 de marzo pasado, lo que le ha permitido a la cúpula del FMLN afirmar que ha habido un empate. Pero ellos saben perfectamente que esto es solamente una apariencia. Pues el grueso del abstencionismo tuvo lugar en su electorado.


Lo primero y tal vez lo más inmediato que se puede señalar es que esta franja de electores permanece anclada en la izquierda y que por el momento no está dispuesta a cambiar de campo. No se trata pues de un electorado volátil. Es precisamente este hecho el que nos permite afirmar que esta abstención tiene un contenido positivo. Positivo en el sentido que contiene un mensaje distinto del simple desinterés por el sufragio. Esta abstención contiene mensajes.


Ahora bien, lo que se trata de escudriñar, de echarle una mirada de más de cerca, de averiguar —en el contexto en que se ha manifestado— es el sentido político profundo que tiene el mensaje enviado por los abstencionistas. Porque no basta con señalar un descontento por el autoritarismo de la cúpula en la designación de ciertos candidatos municipales o legislativos. Los problemas internos del FMLN tal vez han jugado algún papel marginal en los resultados. Tampoco se trata, me parece, de otro descontento, el de la clase media urbana, de sentirse la huérfana de la política gubernamental. Los precios del gas y otros servicios han tenido, sin duda, también su parte en la formación de otro fenómeno que podemos considerar como la verdadera fuente de la actitud abstencionista de una franja importante del electorado efemelenista.


Lo que ha ocurrido este 11 de marzo es algo más importante que la expresión de una pasajera manifestación de mal humor, de una indisposición. Aquí hay un verdadero sentimiento de insatisfacción hacia la política que lleva adelante el gobierno de Funes/FMLN. El acta de acusación es mucho más extensa y matizada. En primer lugar aparece el divorcio de hecho entre el presidente y el partido que lo llevó al poder, pero en esto hay matices que no todos muestran una interpretación univoca. Este disfuncionamiento es apreciado de manera diversa por la población, algunos de manera tajante ven en la política del gobierno el incumplimiento de las promesas hechas, una ruptura con los objetivos asignados durante la campaña, un viraje imprevisto, una derechización flagrante de la política. Muchos culpan directamente a Funes.


No obstante hay quienes piensan que los culpables en el disfuncionamiento son los dirigentes del FMLN por no manifestar un apoyo más profundo al gobierno. Y aunque esto parezca contradictorio hay otros cuyo descontento proviene por la pasividad del FMLN ante las medidas derechistas del gobierno. Es decir se trata de un hondo malestar respecto a la política gubernamental y respecto al comportamiento del partido en el gobierno. Es menester también indicar la existencia de aquellos que piensan que la política de Funes es la única posible y que le mantienen su apoyo a toda costa, incluso manteniendo su voto al FMLN, pero otros tal vez se lo han dado al nuevo partido GANA. Pero sobre esto no tenemos datos que nos permitan concluir de manera contundente.


La dirección del FMLN se dejó atrapar en la trampa tendida por la derecha y sus órganos de prensa, que la hacían la única responsable del disfuncionamiento del gobierno, de restarle con sus exigencias coherencia a la política gubernamental, cada vez que se hizo inocultable un desacuerdo, la derecha y sus órganos de prensa dirigieron sus ataques a la dirección del FMLN. Ellos veían que esto cundía efectos negativos para su partido y su grupo parlamentario. Pero en vez de enfrentar con argumentos y con valentía política al presidente y a sus aliados de circunstancia, poco a poco los dirigentes efemelenistas cayeron en desacuerdos tácitos, en posiciones de medias tintas, en una táctica oscura, difícil de entender. El silencio y la complicidad les parecieron como lo más conveniente electoralmente, que iba a pagar mejor.


Sin embargo no se puede dejar de lado otro aspecto importante, la misma derechización en las posiciones del Frente. Pues en muchas ocasiones al acompañar en su política al presidente, de manera complaciente fueron adoptando posiciones contradictorias a sus principios partidarios. El FMLN ya no asume su carácter revolucionario y de agente transformador de la sociedad, su ideología es ahora socialdemócrata. Por supuesto, algunos resabios radicales subsisten en el lenguaje. No se puede negar que esto también ha influenciado en el estado de ánimo del electorado. El balance del gobierno, su alianza ostensible con los Estados Unidos, el papel de agente de la política del Departamento de Estado que juega Funes, los parches sociales, la hostilidad a los países del ALBA, etc. no constituyen hechos que le permitieran al FMLN llevar adelante una campaña exaltante y entusiasmante. Al contrario su campaña fue defensiva, tuvo que recurrir a los mismos métodos de atemorizar a la población, presentando a la derecha como el cuco que iba a abolir los “logros” del gobierno de Funes. En las últimas semanas tuvo que resignarse a dirigirse exclusivamente a su propio electorado con vistas de conservar lo esencial. Ellos mismos incitaron a sus bases a batallar para “reconquistar el voto duro”. Con esto renunciaban a extender su electorado y además dejaban de lado a los electores que habían conquistado en las últimas elecciones.


El voto duro es también una ilusión. ¿Cuántos de los que se han mantenido fieles están plenamente convencidos por la política del gobierno y de las posiciones y actuaciones del FMLN? ¿Cuántos han votado resignados porque no hay otra fuerza de izquierda? Las exigencias de una revisión de la política gubernamental no vienen sólo de la franja de abstencionistas, sino que también del seno mismo de la militancia y del electorado más fiel. El antiguo monolitismo sólido y tenaz ha comenzado a resquebrajarse. Esto necesariamente le abre un campo de acción a una nueva formación que venga a paliar las carencias del FMLN y sobre todo a una fuerza claramente posicionada en la izquierda.


Otro aspecto importante de estas elecciones es que ARENA, a pesar del desgaste electoral del FMLN no se ha vuelto tampoco una fuerza atractiva. Se salva justamente no por su propia política, por su actuación en la Asamblea y en las municipalidades, lo que mantiene a ARENA en un statu quo con un ligero aumento de votos, es prioritariamente la conducta de su propio adversario. Es por ello que resulta correcto afirmar que ARENA no es realmente el vencedor, hay un perdedor claro, pero se trata de una derrota que se ha propinado a sí mismo. Tal vez solamente en la capital ARENA salió ampliamente victoriosa. Señalo que el partido de extrema derecha sigue gozando de un apoyo total de los medios de comunicación de masas.


No obstante hay algo que se ha agravado en el panorama político: el nuevo partido de derecha, GANA obtiene demasiados votos y se convierte en la tercera fuerza. Puede asumir confortablemente el papel de árbitro en la Asamblea y sus alianzas pueden ser perfectamente con ARENA o con el FMLN. El compromiso que tienen con el ejecutivo no es orgánico, aunque es claramente declarado por sus dirigentes. La tendencia derechista del gobierno cobra mayor fuerza con este resultado. La derecha es con creces mayoritaria en el país, esto no hay que olvidarlo.


Por consiguiente me parece inútil exigir que caigan cabezas, que se depure a la misma cúpula, que se hagan la autocrítica. Todo eso tal vez fuera saludable si se tratara de pifias, de errores cometidos. Pero nosotros no nos encontramos ante una situación producida por errores, nos encontramos ante una situación provocada por una estrategia que resulta de una ideología reformista. Funes con su equipo, como el grueso del FMLN piensan que es posible mejorar la situación de los trabajadores y de las familias más pobres, si se le aporta algunas reformas apropiadas al capitalismo. Por eso es manifiesto el orgullo del grupo parlamentario del FMLN por el contingente de leyes votadas. Pero esas leyes son eso nada más. Ni siquiera se preocupan si esas leyes son aplicables o no, ni si lo contemplado en ellas resuelven realmente los problemas planteados a la población. El FMLN está convencido en la imposibilidad de otra política dada la situación del país, lo que en definitiva significa que la política del gobierno es la única posible, la más realista, la más racional.


De todas maneras, nos encontramos ante un pequeño seísmo, con la suficiente fuerza para conmover parte de la militancia del FMLN, que exige renovación de la dirigencia, que hace votos por reales innovaciones en los postulados políticos del partido. Por el momento, la dirección recurre a sus viejos trucos de apelar sobre todo a guardar la unidad del partido. Esta unidad se puede preservar, según la dirección, únicamente en torno a la actual Comisión Política. Ese mano a mano de una parte de la militancia con la cúpula puede dilucidarse en algún compromiso sobre el candidato a la próxima elección presidencial, en un compromiso sobre cambios en el discurso de campaña, en el estilo, en las formas, pero el fondo de la política seguirá siendo el mismo, el reformismo.

10 marzo 2012

Valores de muerte o muerte de los valores

Hoy en el diario La Página en internet nos informa que la PNC y la empresa privada van a instalar un dispositivo de delación con recompensas monetarias. Le llaman a este dispositivo “Crime Stoppers”.


Voy a comentar dos cosas o tres. La primera es que nuestra auto-colonización sigue adelante. ¿No se han dado cuenta que ese programa lleva un nombre en inglés? ¿Por qué? ¿Será que fue pensado por los amos? La segunda es la siguiente, durante muchos años nos han repetido que la gente no denuncia, que esa era una de las trabas para combatir el crimen. Nos afirmaban que la gente no lo hacía por temor a ser liquidada por los criminales. Tan convencidos estaban de esto que los diputados cambiaron leyes y los presidentes las sancionaron.


¿Qué pasa ahora? Pues ahora le han puesto un miserable valor al delatador, un pírrico precio a la vida de la gente. Y lo que esperan ahora es aprovecharse de la miseria material para combatir la miseria criminal. Pero no se pide que se denuncie el crimen, sino que se delate. Cosas moralmente distintas. Esta diferencia substancial antes la teníamos clara, los valores morales van cada vez destruyéndose en el seno de nuestra sociedad. Una astuta y perenne campaña mediática se encarga de esto. Ahora para combatir el crimen de los mareros estamos dispuestos a perder todas las libertades cívicas y se decreta desde instancias oficiales del gobierno que los derechos humanos son simplemente un estorbo. El presidente simplemente siguiendo los consejos de su egocentrismo, alega que el crimen de los ciudadanos ha disminuido y que ahora eran los criminales que se mataban entre ellos. En esto no hay problema, incluso es parte de la solución. Esto no lo dijo Pedro de los Palotes, lo ha dicho la persona que ocupa el lugar más alto del Estado. Con esta ideología no vamos hacia adelante, sino que estamos ya toda la sociedad reculando a épocas sin valores civilizadores.


Desde el inicio del gobierno de Funes, que a pesar de mi falta de confianza, pensé que ideológicamente iba a ser distinto, propuse en un artículo en el Co-Latino que con el debido coraje político se dijera que la delincuencia no iba a desaparecer con algunas medidas mágicas, que este fenómeno estaba hondamente enraizado y que se iban a necesitar varios años para poder combatirlo eficazmente. Propuse que a las medidas represivas existentes, se tomaran medidas urgente de prevención, casas con talleres educativos, educar animadores de barrio, promover programas en las escuelas y en los distintos barrios dirigidos a los padres y a los jóvenes, etc. En este sentido no he sido el único, hay mucha gente que lo dijo y lo repitió, nacionales como extranjeros. Todas estas medidas y proposiciones fueron simplemente ignoradas e incluso algunos las rechazaron abiertamente.


La represión castiga a los criminales, no combate por eliminar las fuentes de la delincuencia. La represión viene después, su papel disuasivo es casi nulo. Pero la ideología eminentemente represiva del Estado oligárquico sigue en pie, sigue siendo uno de los pilares ideológicos que sustentan la estructura social salvadoreña. La derecha sigue dominando en este tema, como en muchos otros. La izquierda actual y partidaria ha abandonado toda batalla por modular de manera diferente las conciencias de los salvadoreños. La izquierda no aspira realmente a un cambio de civilización, de valores, se acomoda con toda la alegría. Su principal tema fue “necesitamos 43 diputados para seguir el cambio”. ¿Qué cambio?