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18 marzo 2012

Apuntes sobre los resultados electorales

¿Desde qué punto de vista analizar los resultados de las últimas elecciones en el país? Me parece que se trata de sacar las enseñanzas para el movimiento popular. Por ello me resulta inútil buscar los “errores” cometidos por el FMLN durante la campaña y darle mayor o menor importancia a la actitud que mantiene la dirección del partido respecto a su militancia. Pues esta actitud no es nueva, no surge en este período, sino que se trata de algo estructural, del modo mismo de funcionamiento del FMLN. No podemos olvidar ni las reformas estatutarias, ni las recientes y abundantes depuraciones de militantes.


Lo primero que se puede señalar, me parece, es que los resultados marcan una derrota del partido en el gobierno, pero que no cambia substancialmente la correlación de fuerzas general entre los dos principales partidos, ARENA y el FMLN. Pues el partido de la derecha no benefició realmente de una transferencia de votos, su ligero avance proviene del rechazo de una franja importante de los electores de mantener su apoyo al FMLN.


La abstención pasó de 38% en las legislativas precedentes al 50% en este año. No tenemos aún datos sobre los votos anulados que pueden ser también significativos, se trata asimismo de un rechazo de expresar el apoyo a los partidos en lid. Hay un dato del cual no tenemos ninguna certitud, si el ligero aumento de ARENA proviene de una transferencia de antiguos votos efemelenistas o de votos provenientes de la reserva del precedente abstencionismo de derecha. Como sea, lo que se trata de saber es cuál es el significado, no tanto del voto, sino del no voto de cerca del 12% del cuerpo electoral.


Se ha usado el término “voto de castigo”, pero en realidad lo significativo no ha sido el voto, sino que su ausencia. Un verdadero voto de castigo resulta de la transferencia de votos hacia otras formaciones políticas, por ejemplo al principal adversario o a los partidos que se mantienen en las márgenes electorales. No es esto lo que ha sucedido el 11 de marzo pasado, lo que le ha permitido a la cúpula del FMLN afirmar que ha habido un empate. Pero ellos saben perfectamente que esto es solamente una apariencia. Pues el grueso del abstencionismo tuvo lugar en su electorado.


Lo primero y tal vez lo más inmediato que se puede señalar es que esta franja de electores permanece anclada en la izquierda y que por el momento no está dispuesta a cambiar de campo. No se trata pues de un electorado volátil. Es precisamente este hecho el que nos permite afirmar que esta abstención tiene un contenido positivo. Positivo en el sentido que contiene un mensaje distinto del simple desinterés por el sufragio. Esta abstención contiene mensajes.


Ahora bien, lo que se trata de escudriñar, de echarle una mirada de más de cerca, de averiguar —en el contexto en que se ha manifestado— es el sentido político profundo que tiene el mensaje enviado por los abstencionistas. Porque no basta con señalar un descontento por el autoritarismo de la cúpula en la designación de ciertos candidatos municipales o legislativos. Los problemas internos del FMLN tal vez han jugado algún papel marginal en los resultados. Tampoco se trata, me parece, de otro descontento, el de la clase media urbana, de sentirse la huérfana de la política gubernamental. Los precios del gas y otros servicios han tenido, sin duda, también su parte en la formación de otro fenómeno que podemos considerar como la verdadera fuente de la actitud abstencionista de una franja importante del electorado efemelenista.


Lo que ha ocurrido este 11 de marzo es algo más importante que la expresión de una pasajera manifestación de mal humor, de una indisposición. Aquí hay un verdadero sentimiento de insatisfacción hacia la política que lleva adelante el gobierno de Funes/FMLN. El acta de acusación es mucho más extensa y matizada. En primer lugar aparece el divorcio de hecho entre el presidente y el partido que lo llevó al poder, pero en esto hay matices que no todos muestran una interpretación univoca. Este disfuncionamiento es apreciado de manera diversa por la población, algunos de manera tajante ven en la política del gobierno el incumplimiento de las promesas hechas, una ruptura con los objetivos asignados durante la campaña, un viraje imprevisto, una derechización flagrante de la política. Muchos culpan directamente a Funes.


No obstante hay quienes piensan que los culpables en el disfuncionamiento son los dirigentes del FMLN por no manifestar un apoyo más profundo al gobierno. Y aunque esto parezca contradictorio hay otros cuyo descontento proviene por la pasividad del FMLN ante las medidas derechistas del gobierno. Es decir se trata de un hondo malestar respecto a la política gubernamental y respecto al comportamiento del partido en el gobierno. Es menester también indicar la existencia de aquellos que piensan que la política de Funes es la única posible y que le mantienen su apoyo a toda costa, incluso manteniendo su voto al FMLN, pero otros tal vez se lo han dado al nuevo partido GANA. Pero sobre esto no tenemos datos que nos permitan concluir de manera contundente.


La dirección del FMLN se dejó atrapar en la trampa tendida por la derecha y sus órganos de prensa, que la hacían la única responsable del disfuncionamiento del gobierno, de restarle con sus exigencias coherencia a la política gubernamental, cada vez que se hizo inocultable un desacuerdo, la derecha y sus órganos de prensa dirigieron sus ataques a la dirección del FMLN. Ellos veían que esto cundía efectos negativos para su partido y su grupo parlamentario. Pero en vez de enfrentar con argumentos y con valentía política al presidente y a sus aliados de circunstancia, poco a poco los dirigentes efemelenistas cayeron en desacuerdos tácitos, en posiciones de medias tintas, en una táctica oscura, difícil de entender. El silencio y la complicidad les parecieron como lo más conveniente electoralmente, que iba a pagar mejor.


Sin embargo no se puede dejar de lado otro aspecto importante, la misma derechización en las posiciones del Frente. Pues en muchas ocasiones al acompañar en su política al presidente, de manera complaciente fueron adoptando posiciones contradictorias a sus principios partidarios. El FMLN ya no asume su carácter revolucionario y de agente transformador de la sociedad, su ideología es ahora socialdemócrata. Por supuesto, algunos resabios radicales subsisten en el lenguaje. No se puede negar que esto también ha influenciado en el estado de ánimo del electorado. El balance del gobierno, su alianza ostensible con los Estados Unidos, el papel de agente de la política del Departamento de Estado que juega Funes, los parches sociales, la hostilidad a los países del ALBA, etc. no constituyen hechos que le permitieran al FMLN llevar adelante una campaña exaltante y entusiasmante. Al contrario su campaña fue defensiva, tuvo que recurrir a los mismos métodos de atemorizar a la población, presentando a la derecha como el cuco que iba a abolir los “logros” del gobierno de Funes. En las últimas semanas tuvo que resignarse a dirigirse exclusivamente a su propio electorado con vistas de conservar lo esencial. Ellos mismos incitaron a sus bases a batallar para “reconquistar el voto duro”. Con esto renunciaban a extender su electorado y además dejaban de lado a los electores que habían conquistado en las últimas elecciones.


El voto duro es también una ilusión. ¿Cuántos de los que se han mantenido fieles están plenamente convencidos por la política del gobierno y de las posiciones y actuaciones del FMLN? ¿Cuántos han votado resignados porque no hay otra fuerza de izquierda? Las exigencias de una revisión de la política gubernamental no vienen sólo de la franja de abstencionistas, sino que también del seno mismo de la militancia y del electorado más fiel. El antiguo monolitismo sólido y tenaz ha comenzado a resquebrajarse. Esto necesariamente le abre un campo de acción a una nueva formación que venga a paliar las carencias del FMLN y sobre todo a una fuerza claramente posicionada en la izquierda.


Otro aspecto importante de estas elecciones es que ARENA, a pesar del desgaste electoral del FMLN no se ha vuelto tampoco una fuerza atractiva. Se salva justamente no por su propia política, por su actuación en la Asamblea y en las municipalidades, lo que mantiene a ARENA en un statu quo con un ligero aumento de votos, es prioritariamente la conducta de su propio adversario. Es por ello que resulta correcto afirmar que ARENA no es realmente el vencedor, hay un perdedor claro, pero se trata de una derrota que se ha propinado a sí mismo. Tal vez solamente en la capital ARENA salió ampliamente victoriosa. Señalo que el partido de extrema derecha sigue gozando de un apoyo total de los medios de comunicación de masas.


No obstante hay algo que se ha agravado en el panorama político: el nuevo partido de derecha, GANA obtiene demasiados votos y se convierte en la tercera fuerza. Puede asumir confortablemente el papel de árbitro en la Asamblea y sus alianzas pueden ser perfectamente con ARENA o con el FMLN. El compromiso que tienen con el ejecutivo no es orgánico, aunque es claramente declarado por sus dirigentes. La tendencia derechista del gobierno cobra mayor fuerza con este resultado. La derecha es con creces mayoritaria en el país, esto no hay que olvidarlo.


Por consiguiente me parece inútil exigir que caigan cabezas, que se depure a la misma cúpula, que se hagan la autocrítica. Todo eso tal vez fuera saludable si se tratara de pifias, de errores cometidos. Pero nosotros no nos encontramos ante una situación producida por errores, nos encontramos ante una situación provocada por una estrategia que resulta de una ideología reformista. Funes con su equipo, como el grueso del FMLN piensan que es posible mejorar la situación de los trabajadores y de las familias más pobres, si se le aporta algunas reformas apropiadas al capitalismo. Por eso es manifiesto el orgullo del grupo parlamentario del FMLN por el contingente de leyes votadas. Pero esas leyes son eso nada más. Ni siquiera se preocupan si esas leyes son aplicables o no, ni si lo contemplado en ellas resuelven realmente los problemas planteados a la población. El FMLN está convencido en la imposibilidad de otra política dada la situación del país, lo que en definitiva significa que la política del gobierno es la única posible, la más realista, la más racional.


De todas maneras, nos encontramos ante un pequeño seísmo, con la suficiente fuerza para conmover parte de la militancia del FMLN, que exige renovación de la dirigencia, que hace votos por reales innovaciones en los postulados políticos del partido. Por el momento, la dirección recurre a sus viejos trucos de apelar sobre todo a guardar la unidad del partido. Esta unidad se puede preservar, según la dirección, únicamente en torno a la actual Comisión Política. Ese mano a mano de una parte de la militancia con la cúpula puede dilucidarse en algún compromiso sobre el candidato a la próxima elección presidencial, en un compromiso sobre cambios en el discurso de campaña, en el estilo, en las formas, pero el fondo de la política seguirá siendo el mismo, el reformismo.

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