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03 diciembre 2012

Los Manuscritos de 1844 (Fin, IV)




Prosigo en esta nueva entrega con los otros tres puntos del análisis que hace Lucien Sève de la “alienación” en los Manuscritos de 1844 del joven Marx. En el tercer punto aborda la relación entre la propiedad privada y la alienación. Hay que entender que se trata aquí de la propiedad privada de los medios de producción y de cambio, precisión que omite el joven Marx.

El filósofo francés nos dice que la manera de tratar esta relación —propiedad privada/alienación— tal vez sea el aspecto más espeluznante (“médusant”) de estos Manuscritos. El autor nos dice que el pasaje vale la pena citarlo: “La propiedad privada resulta por consecuencia del análisis del concepto del trabajo enajenado” (“Das Privateigentum ergibt sich also durch Analyse aus dem Begriff der entäußerten Arbeit”). Previniendo la reacción estupefacta de sus lectores, Marx agrega: “Partiendo de la Economía Política hemos llegado, ciertamente, al concepto del trabajo enajenado (de la vida enajenada) como resultado del movimiento de la propiedad privada. Pero el análisis de este concepto muestra que aunque la propiedad privada aparece como fundamento, como causa del trabajo enajenado, es más bien una consecuencia del mismo, del mismo modo que los dioses no son originariamente la causa, sino el efecto de la confusión del entendimiento humano”.

El joven Marx califica este extraordinario vuelco como un “misterio”. Es la manera en que se cumple, se ejecuta el acto productivo individual que engendra la masiva realidad histórico-social que es la apropiación capitalista. Nos encontramos en un mundo al revés y con una posición muy por debajo del materialismo histórico. Pero Marx insiste: “el trabajo alienado es la causa inmediata de la propiedad privada”. No obstante persiste un enigma: “¿cómo llega el hombre a enajenar, a extrañar su trabajo? ¿Cómo se fundamenta este extrañamiento en la esencia de la evolución humana?” La respuesta al parecer se contiene en la pregunta: es “el hombre” precisamente quien “engendra la dominación que ejerce el que no produce sobre la producción y sobre el producto”.

El manuscrito se cierra con la promesa de continuar más adelante con el tema. La exposición de 1844 sobre el trabajo alienado se quedó inconclusa. Al ver la inconsistencia histórica, nos dice Sève,  uno no puede dejar de estar de acuerdo con Althusser sobre este punto: este texto se quedó inconcluso, porque era inacabable. Sève prosigue: “No cabe duda, existe no obstante, se podría aducir, una intuición penetrante en la idea que la alienación íntima del trabajo asalariado es irreductible a la simple explotación externa de su producto por el propietario capitalista, y por consiguiente ella remite a un análisis explicativo interno de mayor profundidad; cierto, volveremos sobre esto, sin embargo llevar un análisis profundo exige justamente substituir la gran abstracción vacía de “el hombre” por el estudio atento de las relaciones sociales, cuya ausencia recluye irremediablemente a este texto juvenil en la especulación”.

Ahora bien la especulación no es solamente inoperante, puede volverse nociva, nos dice Lucien Sève al iniciar el cuarto punto. Nociva en un tema de suma importancia, la apreciación del trabajo obrero, de su tenor humano, de su alcance social.

A este respecto el joven Marx nos da una imagen del trabajo absolutamente oscura. El obrero no solamente está condenado al desenlace que puede conducirlo hasta morir de hambre, sino que también a una deformidad que alude a la barbarie, a una servidumbre en la que se pierde toda dignidad y en la que se siente vuelto un “animal”. El obrero está destinado a padecer la “imbecilidad” (Blödsinn) y el “cretinismo” (Kretinismus). La actividad productiva no es otra cosa que un “trabajo forzado”, que salvo una obligación física, “es huido como la peste”.

Lo que renquea en este cuadro no es tanto lo que dice, sino lo que no dice, pues las condiciones en las manufacturas y las fábricas de los años 1840 se semejan realmente a las de un penal. Lo que el joven Marx no ve es el carácter a pesar de todo gratificador de la actividad productiva, la riqueza de la experiencia profesional, el orgullo del oficio, el tesoro de la camaradería entre los obreros; lo que desconoce, en su indicación unilateral del trabajo “huido como la peste”, es que su pérdida contradictoriamente se vuelve el meollo del drama del desempleo, cuando la asunción es lo que le confiere su grandeza al proletario. Esta unilateralidad nos habla más que cualquier otra cosa del fondo aún burgués del análisis lastimero del trabajo obrero. Esta unilateralidad delata también la fecha en la que el texto sobre el trabajo alienado fue escrito: la primavera de 1844. Marx acaba de llegar a París y todavía no se ha ligado relación con los obreros parisinos, como tampoco pudo conocer a los obreros alemanes y de los que habla sin conocerlos realmente.

No obstante Marx aprende rápidamente, unos meses después, en agosto de ese mismo año le escribe a Feuerbach: “Tendría que asistir a una de las reuniones de los obreros franceses para persuadirse de la frescura juvenil, de la nobleza que se manifiesta en estos obreros vapuleados”. Aparece aquí todo lo que faltaba en su análisis primaveral.

En uno de los textos preparatorios de El Capital, el famoso texto que se conoce como el Grundrisse, polemizando con Adam Smith sobre la célebre frase bíblica “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente”, clásicamente interpretada como una maldición eterna que pesa sobre el trabajo, Marx que sabe ahora de qué habla, al contrario afirma que en este trabajo “forzado del exterior” y agotador, hay también, contradictoriamente, una preciosa “autoefectuación del sujeto” y potencialmente incluso una “libertad real” que reclama desplegarse por el intermedio fundamental de la emancipación social.

El quinto punto se refiere a la sorprendente actitud que tiene el joven Marx respecto al aumento de los salarios y a la lucha por obtenerlo. Porque en estos Manuscritos de l844 la alienación aparece económicamente no elucidada, históricamente inexplicada, antropológicamente imputada “al hombre” y unilateralmente exenta en sí de toda dinámica positiva, no aparece en ésta nada que permita pensar en su superación liberadora. La descripción del trabajo en el texto no es solamente oscura, sino que también es oscura su perspectiva histórica, o mejor dicho, su falta de perspectiva en la que lo sitúa. Es cierto que algo va a cambiar en el tercer manuscrito, cuando introduce el tema del “comunismo”, pero no vuelve a situar el trabajo en este contexto. Como tampoco es cuestionada esa afirmación particularmente nociva del primer manuscrito, según la cual “Un alza forzada de los salarios,… no sería, por tanto, más que una mejor remuneración de los esclavos, y no conquistaría, ni para el trabajador, ni para el trabajo su vocación y su dignidad humanas”.

En la primavera de 1844, el joven Marx condena pues con una frase filosófica perentoria la batalla por el salario, esta verdadera lucha por la vida del mundo del trabajo que es al mismo tiempo la escuela elemental del combate obrero. Esta frase “revolucionaria” completa el cuadro de un análisis donde la especulación filosófica y la compasión social inexperimentada se conjugan para dar un irisado pretexto susceptible de desembocar, si se acepta como una doctrina práctica, en un callejón sin salida estratégico.

Veinte años después, enriquecido por una incomparable experiencia de luchas populares, Marx explica todo lo contrario a un auditorio de asalariados ingleses: "Si en sus conflictos diarios con el capital (la clase obrera) cediese cobardemente, se descalificaría inexorablemente para emprender movimientos de mayor envergadura”, (en “Salario, precio y ganancia”, informe pronunciado por C. Marx los días 20 y 27 de junio de 1865 en las sesiones del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Publicado por primera vez en Londres en 1898).
La única y muy breve mención que aparezca en el primer manuscrito de 1844 de un más allá posible de la alienación del trabajo concierne “la forma política de la emancipación de los trabajadores”, de la que el tercer manuscrito dejará ver su insuficiencia. Rotundamente hay abundancia de motivos para considerar con la mayor vigilancia crítica esta cautivadora fenomenología del trabajo alienado, como cualquier reutilización actual.