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27 febrero 2013

Sí, de acuerdo, pero...


Uno podría estar de acuerdo con lo que dice el padre José María Tojeira, pero lo que pasa ahora en España, lo que sucede en Italia, las maniobras y crímenes cometidos por los EE. UU. con sus aviones sin piloto, etc. no veo donde exista esa democracia tan soñada. Los avances democráticos en las famosas "grandes democracias" pueden perfectamente ser pérdidas si los pueblos mismos no se ponen alertas.

No creo posible un pacto entre los partidos en favor de desarrollar la democracia, hoy por hoy, los partidos defienden intereses ajenos a los intereses populares. Por consiguiente exigirles, proponerles que pacten para desarrollar la democracia es un deseo muy virtuoso, pero de ninguna manera realista.

Muchos ponen de ejemplo los Acuerdos de Paz, como si esos mismos acuerdos hubieran sido el resultado de la buena voluntad y se hubiera obtenido beneficios para el pueblo. Los avances "democráticos" es esta misma democracia que critica Tojeira. En realidad, los Acuerdos de Paz fueron de alguna manera impuestos por las mismas circunstancias de la guerra, fueron impuestos por la intervención de los Estados Unidos, por la imposibilidad de seguir en la guerra con una correlación de fuerzas que no daba un ganador. Pero en esos Acuerdos ni siquiera se abordó los problemas políticos, económicos y sociales que motivaron la guerra. Se puso coto a las hostilidades. Claro que el ambiente político es mejor ahora que antes de la guerra, donde la fuerza bruta era el lenguaje de los gobernantes de derecha contra los que protestaban.

Pero es de alguna manera ilusorio pedirle a esos mismos políticos que se pongan de acuerdo entre ellos para mejorar la democracia, para introducir ética en sus conductas. Los vemos actuar todos los días, vemos sus actitudes, escuchamos sus declaraciones, vemos sus intrigas, adivinamos sus chanchullos. Cada partido defiende sus intereses, sus posiciones dentro del Estado para aprovecharse de él.

Acaso es posible un pacto político que instituya un aumento de los impuestos a los capitalistas, que es la única posible fuente de aumento, para financiar todos los programas en salud, educación y otros para aliviar la angustiosa vida que llevan las clases pobres. Eso es imposible, pues los que les permiten vivir del Estado son precisamente los miembros de la clase dominante.

Porque en todo lo que se lleva a cabo en la vida política no podemos abstraer esos intereses. No podemos imaginarnos una vida política que de repente se entre en una especie de limbo en el que desaparezcan los intereses creados. Y estos intereses son mezquinos y son hasta ahora los que han movido a los políticos.

No creo que sea la intención del padre Tojeira sembrar nuevas ilusiones en la gente. Pero en definitiva  es lo que resulta, pues todos aquellos que reclaman un Acuerdo de País hacen abstracción que entre las diferentes clases existen intereses opuestos, antagónicos. Y desgraciadamente los intereses de los trabajadores no tienen hoy por hoy representación política.


Porque muchas cosas se pueden arreglar desde las políticas del Estado, si las clases pudientes participan con impuestos al financiamiento de las acciones estatales, pero si los empresarios persisten en evadir impuestos, en exportar sus ganancias y prefieren invertir en el extranjero. En El Salvador estamos frente a una clase oligárquica que nunca se ha preocupado por la condición de vida de los trabajadores, que nunca introdujo mejoras sensibles en la preparación de la mano de obra, que ha preferido usar el país como simple fuente de rentas. Y esto lo ha mantenido durante décadas con dictaduras. Ahora lo hacen sin dictadura, pero con la complicidad de la clase política.

Porque bien lo dice el padre Tojeira, si se le hubiese preguntado al pueblo que “el ingreso mensual de un diputado sea el equivalente a 38 salarios mínimos del campo”, no creo que se hubiera obtenido un consenso. Pero esta diferencia de ingresos crea también distancia en modos de vida, en modos de pensar, de percibir el mundo. El diputado presidente de la Asamblea, Sigfrido Reyes, se escandalizó porque hubo quien protestara por la vajilla de plata que compró para el uso de los diputados, no es capaz de entender las protestas por los regalitos de Navidad que con el dinero público les hizo a sus colegas. Pero este no es el único caso. En Casa Presidencial la cosa no es diferente.

O sea seguir soñando con la posibilidad de un acuerdo entre políticos para sanear su propio modus vivendi no es coherente.  Pensar posible reconciliar intereses opuestos también es ilusorio.