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30 mayo 2013

Optamos por la barbarie


Entre las personas que celebran el fallo de la Sala de lo Constitucional sobre el caso de “Beatriz” se encuentran algunas cuya agresividad nos obliga a dudar de su fe religiosa. Pero como yo no soy teólogo, ni practicante, me voy a abstener de emitir un juicio de naturaleza religiosa. Pero lo que sí puedo afirmar que la base moral en la que suponen estar afianzadas es muy frágil, pues afirman que defienden la vida y no se dan cuenta que la vida en sí, es una abstracción, que solamente existen seres vivientes. Pero podemos conceder que se trata de una abstracción útil y correcta y que en el caso de los seres humanos, lo que defienden es que todos puedan seguir viviendo.

Pero en el caso de “Beatriz” el ser que ella lleva en su seno se desarrolla sin cerebro y no tiene posibilidades de sobrevivir si llegara viva esta muchacha hasta el parto, puesto que el peligro concreto del diagnóstico de los ginecólogos que la atienden, por su propia enfermedad (lupus), corre peligro de muerte.

El sofisma usado por la Sala de lo Constitucional es hasta cierto punto criminal, me explico: por un lado omiten referirse a la enfermedad mortal que padece “Beatriz” y hablan que el diagnóstico es una previsión hipotética, que no se refiere a un peligro actual. Un peligro de muerte actual es la muerte misma. Pero los magistrados se han dejado llevar por una concepción de la persona humana y de su valor que no tiene nada que ver con la realidad, sino que con una posición dogmática del Episcopado salvadoreño y de la reacción política nacional. Ellos en su fallo equiparan una persona humana adulta y un embrión y dicen que no pueden priorizar entre una y el otro. Fríamente nos aseguran que un feto tiene el mismo valor moral que una persona humana. Es cierto que los diputados areneros forzados por su partido, por la Iglesia, por la reacción nacional, cambiaron la Constitución y se fueron más allá de la propia doctrina de la Iglesia romana, que aún no ha establecido si hay o no “animación” (infusión del alma) desde el momento mismo de la concepción.

El teólogo Xavier Thévenot escribe en una artículo en “Projet” (número de septiembre/octubre de 1985): “¿Acaso no es teológicamente inquietante saber que más de la mitad de embriones fecundados en el vientre materno son expulsados espontáneamente sin que la madre misma se dé cuenta?”. Por otro lado se cuestiona ¿qué ser humano es este que no tiene ninguna actividad de consciencia o cómo considerar  el embrión por una persona considerando que hasta el decimocuarto día se puede escindir  en dos gemelos? Concluye entonces: “He aquí interrogantes a los cuales los partidarios de la tesis de la animación inmediata, en mi conocimiento,  no han respondido jamás”.

Nos encontramos ante un caso en el que se ha trasgredido el principio de laicidad de nuestro Estado, en el que se separa la religión y el Estado, esto implica también los dogmas que puedan sustentar nuestros obispos que se adelantan o van más lejos que la doctrina oficial de la Iglesia. Estamos ante un hecho biológico, ante un ser biológico que encierra la potencialidad de devenir un ser humano. Pero considerarlo desde su concepción una persona y una persona que tiene el mismo derecho que una persona mayor, su madre, y que la supervivencia de la una valga igual que el hipotético éxito del parto de altos riesgos del embrión enfermo.

Este organismo viviente no es, como tal vez lo pretendan algunos, un conjunto de células en desarrollo. El hecho de que es potencialmente un ser humano le impone a la sociedad su preservación y permitir su desarrollo en las mejores condiciones. ¿Es el caso en nuestro país? ¿Cuántos abortos espontáneos existen en el país por ausencia de atención médica? ¿Cuántos abortos prematuros hay en el país por las condiciones de vida de las mujeres embarazadas?

Todas esas personas que incitan a “Beatriz” a ir hasta el parto y que se indignan contra las personas que la apoyan en su pedido, no creo que luchen con tanto ardor por la protección de todos los embriones en peligro de abortos espontáneos. Hay algunos que consideran que “Beatriz” tuvo que protegerse y que ahora debe de ir al término de su embarazo. Todas estas personas consideran el parto como el justo castigo por no haberse “protegido”. ¿Es posible en El Salvador protegerse fácilmente, existe una asistencia en este sentido para toda la población femenina?

El fallo de la Sala de lo Constitucional muestra claramente que nuestra sociedad entre la famosa disyuntiva de “barbarie o civilización” ha optado por la barbarie.



1 comentario:

  1. Comparto su análisis. En El Salvador sufrimos las trágicas consecuencias de un Estado que legisla y elabora políticas dejándose chantajear por las jerarquías religiosas, que imponen a toda la sociedad sus creencias religiosas y normas morales. La actual legislación sobre aborto, basada en la concepción de la existencia de la persona humana desde la concepción, carece de una base científica solida y genera multitud de problemas para que las mujeres, personal de salud y jueces puedan abordar las diversas circunstancias en las que una mujer debe de interrumpir su gestación por problemas de salud o éticos. Toda persona tiene derecho a actuar según sus creencias religiosas, pero no tiene derecho a pretender que el Estado obligue a toda la ciudadanía a actuar según estas creencias particulares. Es urgente recuperar el carácter laico de el Estado en El Salvador.

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