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13 octubre 2013

La papeleta que sea...

Hace algunos años, en un intento de valorar positivamente los resultados de tantos años de luchas populares, muy cruentas algunas, insistía en los aspectos más relevantes de la democratización de la vida pública salvadoreña. Por supuesto que casi todo existía aún apenas en estado de potencia. Me refería a la posibilidad organizativa sindical de los trabajadores, la posibilidad de debatir libremente las ideas, exponer sin obstáculos todo aquello que siempre nos fue vedado en el país. Las ideas por las que muchos murieron, fueron torturados, encarcelados, desterrados. Hablaba entonces de las elecciones sin fraude, de esa posibilidad de ir aún más allá de simples campañas propagandísticas, en las que la gente pudiera deliberar a partir de sus propios problemas.

El sufragio en tanto que tal en el país ya es una institución que cumple con los cánones internacionales, por muchas que hayan sido las protestas de fraude, nadie ha podido en los últimos años dar pruebas contundentes que esa práctica ha venido a empañar  el proceso mismo. Siempre hubo sospechas y es probable que cierto fraude hubo, pero nada que ver con la ausencia de transparencia y de control que hubo durante décadas en el país. Pronto la gente se fue desilusionando, el sufragio no era una garantía de cambios en las condiciones de vida de los trabajadores, las promesas se desvanecían y todos los partidos políticos se fueron conformando a los esquemas requeridos por este tipo de democracia.

Durante años hubo la apariencia que los principales partidos eran diametralmente distintos, con una ideología tan opuesta que se volvió un estereotipo hablar de la polarización política, se llegó incluso a decir que era esta misma polarización la que impedía al país avanzar en los aspectos económicos y sociales. Esta apariencia sigue existiendo y los dos partidos, tanto ARENA, como el FMLN, con sus declaraciones, con sus pleitos y mutuos ataques se han esmerado en que esta apariencia cobre semblantes de realidad. No se puede negar que entre ellos hay diferencias, pero estas no atañen lo esencial, el modo de gobernar y sobre todo el afán por mantener intacto el sistema capitalista reinante. Los intereses que los oponen son el uso y el usufructo del maná del erario público.

Ambos partidos han construido durante estos años su identidad propia a través de esta apariencia de polaridad, sus tropas por lo esencial no tienen otro estandarte que el dedo acusador hacia el adversario. Ambos partidos mantienen aquel dicho evangélico de “quien no está conmigo está contra mí”. Claro, en el lenguaje político salvadoreño lo dicen de otra manera, los del FMLN insisten en acusar de arenero todo aquel que pueda levantar una crítica contra su partido y la dirección del partido. ARENA sigue acusando de rojo o de rojo potencial aquel que pueda manifestar contra su política y sus ideas. No obstante cuando se ha tratado de afirmar la defensa de los intereses de la oligarquía han votado junto al partido de gobierno. El presidente Funes pensó que iba a tener que recurrir exclusivamente a los votos de la derecha para llevar adelante las últimas reformas liberales de su quinquenio. El FMLN refunfuño un poco antes de votar, hizo algunos cambios de fachada a las leyes, pero terminó votando esas leyes y decretos que han entregado a la avaricia extranjera nuestros recursos naturales y las pocas empresas que todavía son propiedad del Estado. No hay que olvidar que el partido de Saca también ha votado estas leyes, con toda la polaridad centrista que reivindica ahora.

El partido de Saca y sus satélites también piden su tajada de la aparente polarización, pues ahora el expresidente de ARENA se presenta como un centrista y ya se olvidó que también fue a Izalco a cantar y proclamar que nuestro país es la tumba de los rojos, que en definitiva también le ha tocado votar con el FMLN y ARENA juntos. Muy astuto fue en no adherir a GANA, pero a quién puede engañar ahora, bueno a Villalobos que le ha creído el cuento de que es su doble el que fue presidente y que no tiene nada que ver con el que entregó vacías las arcas del gobierno. Esa polaridad da para todo, para los polos y para un centro que sabemos que es de derecha.

Esta situación no es exaltante. Esta situación no tiene nada que ver con lo que ingenuamente algunos creímos estaba en potencia al inicio del siglo. Lo que tenemos delante es un defraude de todas las esperanzas y de todos los entusiasmos. En vez de una politización radical de los trabajadores, tenemos ahora desganados espectadores de un circo en que los payasos no hacer reír a nadie.

Ahora se nos presentan astutos “centristas” que desean ocupar todo el espacio político, sirviéndose de la polarización como el maldito cadejo negro y nocturno. No ofrecen nada, apenas zafarnos de la polarización, es ese su programa. Y muchos oportunistas, exizquierdistas deambulan por ese andén. Ya vimos a Dagoberto Gutiérrez pintando a un Saca antioligárquico, simpático y jovial, hombre de diálogo, casi un santo de sus antiguas creencias. Villalobos “teoriza”  y quiere hacernos olvidar que Saca pasó cinco años en el poder y es incapaz de mentarnos una sola medida positiva que se merezca recordar.

Es este el panorama electoral actual. Es esta la situación en la que nos invitan a que nos definamos por o contra de los candidatos. El asunto es que ninguno ofrece realmente cambios, a lo sumo las medidas sociales de Funes, los uniformes, los zapatos, los bolsones, el vaso de leche son motivo de pleito, porque de manera torpe el candidato de ARENA dijo que tal vez no iba a continuar con esas medidas populistas. Se retractó y como no es muy astuto, a veces se le olvida. El movimiento UNIDAD, ese nombre es más elegante que “amontonamiento” de oportunistas, dice que va a seguir con las medidas y ya con eso les parece que le están tocando la cola al diablo. Los efemelenistas hablan de profundizar los cambios emprendidos por Funes. Pero en estos días se han ofuscado porque en el ISSS los médicos exigían que cumplieran con lo convenido, aplicar el escalafón. Y protestaron contra la huelga, sacaron a relucir los mismos argumentos de Calderón Sol, de Flores, de Altamirano, de los Dutriz, de la ANEP cuando los mismos médicos manifestaban en las “marchas blancas”. Los descalificaban oponiéndolos a otros trabajadores que por no estar organizados no pueden protestar, no pueden luchar por sus intereses.

Entonces honestamente cabe preguntarse, ¿de qué sirve ir a votar? ¿Vale la pena ir a las urnas a meter una papeleta? La que sea, aun manchada para anularla, si no las cuentan. Me parece que lo mejor ahora es volver la indignación de muchos en actos fundadores de un movimiento que se oponga a este modo de hacer política. En actos fundadores de un nuevo pensamiento, de nuevos modos de organizarse, volver a lo básico  (organizarse, luchar, pelear por las reivindicaciones más sentidas, por mejores condiciones de trabajo, por mejores salarios, por condiciones de vivienda dignas, por un transporte digno de ese nombre, etc.).














3 comentarios:

  1. Ah caray!!
    Esto es algo con lo que me siento más que identificado, algo que siempre he pensado y dicho. Gracias por ponerlo en palabras mucho más sabias que las mías, don Carlos.

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  2. Los puntos sobre las íes, como es debido. Gracias Carlos

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  3. Excelente artículo. educativo, muy actual y de mucha importancia, especialmente para todos los salvadoreños. En realidad podría decirse lo mismo de todo su blog. Un espacio en internet que leo desde hace ya mucho tiempo pero que hasta hoy me atrevo, de manera breve, a comentar. Tanto he leído su blog que creo hasta conocerlo personalmente y por eso le envié, hace solo unos momentos, una solicitud de amistad en Facebook, espero que la acepte. Saludos, amigo, desde Suecia. Guillermo Aguilar.

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