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25 mayo 2016

La vida es una trampa que urdimos nosotros mismos



Carlos Abrego


En España acaba de salir a luz una novela que cuenta las aventuras y tribulaciones de una muchacha salvadoreña, una cipota soñadora e inquieta que se va a Europa esperando encontrar el maravilloso mundo de Alicia. La novela tiene un hermoso título, “El fiel reflejo de la nada” y su autora es Patricia C. Beltrán que nos entrega aquí su primera novela. La obra recoge la historia real de una compatriota, pero el relato no es la mera transcripción de una experiencia, ni una crónica periodística, se trata realmente de una novela.

Desde el encuentro en el Flor Blanca con un guitarrista de Alejandro Sanz su vida va a cambiar, la ponzoña aventurera se va a despertar en Valentina y su deseo de descubrir el viejo mundo europeo se va a apoderar de ella. Su vida de estudiante de derecho, su acobijada vida familiar se le vuelven estrechas, necesita desplegar sus alas, la semilla de trotamundos que muchos llevamos adentro germinó brotes que crecieron exuberantes en la inconsciente cabeza de Valentina. De un arranque y sirviéndose de su capacidad de doblegar la voluntad de su padre consigue viajar a Madrid. Claro que no va a la simple aventura, se ha inscrito en la universidad de Alcalá de Henares y desde entonces le van sucediendo insospechadas sorpresas. Pero las va salvando cada una con suerte, con cierta candidez. El mundo se le ha anchado y Valentina se siente capaz de apropiárselo todo. Su regla de conducta es dejarse ir, sin miedo, va al encuentro del primer llamado, no se cuestiona, no duda, no puede plantearse en ningún momento que en su enmarañado trajinar puede haber cierta vez alguna fatídica trampa. Se va a Barcelona rendida por un argumento certero:

"—Llevas más de un año en España y no te has movido de Madrid. ¿No querías conocer Europa?"

Se trata entonces apenas de un fin de semana, pero luego se cambia a vivir  a la capital catalana y hace todo lo posible por seguir allí sus estudios. En Madrid, Valentina había podido vivir y sobrevivir, había conseguido trabajos relativamente cómodos y adaptados a sus estudios y además los había obtenido con relativa facilidad, ayudada tal vez por su encanto y su belleza.

Una vez instalada en Barcelona el torbellino de su vida la arrastra fatídicamente a embrollarse y maniatarse hasta caer en la temida trampa. No voy a contar el fin de la novela, no es porque el desenlace sea detectivesco, sino que siempre es mejor descubrirlo con sus propios ojos, guiados en esto por el escritor.

Hay que celebrar la opción de Patricia C. Beltrán; pudo escoger folclorizar el lenguaje multiplicando o adoptando artificialmente el modo de hablar de los salvadoreños, pero eligió su versión, su propio lenguaje. Es cierto que por allí va salpicando con algunas palabras y giros salvadoreños como para recordarle al lector que su personaje es una muchacha salvadoreña. El relato es en primera persona, lo que no permite grandes acotaciones, sino al contrario ir siempre al grano, a veces de manera abrupta, remedando en esto el mismo carácter irreflexivo de la protagonista.

Se me acumulan ahora muchos adjetivos para definir el estilo de Patricia C. Beltrán, pero ninguno me da entera satisfacción, porque a veces es vertiginoso, imponiendo un ritmo a la acción, al mismo tiempo que se detiene igualmente en los detalles, busca a veces con cierta minucia el verbo, el adjetivo que mejor se acomode al momento de la historia. Podría también decir que su estilo es despejado, sencillo y sin adornos, lo que le da al todo una agilidad que se presta al natural amontonamiento de las aventuras de Valentina. Esta sencillez estilística es depurada, pues cuando es menester recurrir al adorno lo hace sin olvidar la parquedad. Logra con esto que el lector también caiga atrapado por la historia, uno queda subyugado, curioso, desea permanecer con Valentina hasta el final. La lectura se va deslizando sin estorbos, sin necesidad de volver atrás, ni mucho menos saltarse hacia adelante, cada momento de la narración está donde debe estar y aunque a veces uno desea entrar y decirle a Valentina, por favor, niña, recapacita, dale tiempo a tus atribuladas aventuras. Esto es prueba de que uno ha caído también en la “trampa”, uno se siente parte, uno no puede dejar sola a Valentina. Uno se da cuenta también que el mundo tal cual está hecho, está malhecho para ingenuas muchachas que quieren conocerlo sin presentimientos, sin angustias, con la candidez de la primera mirada.

Espero que esta novela española se vuelva a través de sus futuros lectores en salvadoreña, espero pues que les haya dado ganas de conocer a Valentina.

“El fiel reflejo de la nada” de Patricia C. Beltrán, Ediciones Cardeñoso, Vigo 2016.       

22 marzo 2016

Fonema, signo, comentarios



Toda determinación es negación (Benito Espinoza)



Voy a considerar al signo en tanto que la unidad básica, como la unidad indivisible que conserva lo esencial de las propiedades del objeto global, el lenguaje. No es necesario insistir que adhiero a la “bipartición” saussureana del signo lingüístico.
[Comentario: cuando escribí esto, ya hace muchos años, tenía en mente iniciar este escrito no por una proposición sobre el signo lingüístico, sino que por el fonema, que sí es la unidad más pequeña del lenguaje y que contiene en sí todo el desarrollo del estudio del lenguaje. Creo que hubiera sido mejor mantener la idea inicial. En realidad el párrafo que sigue me explica ahora las razones: deseaba insistir la inseparabilidad del significante y el significado, que desde los años cincuenta se empezaron a separar en la literatura en general y en artículos de los semióticos e incluso de algunos lingüistas.]
Dicho de otro modo, que al signo lo configuran dos entidades distintas: el significante y el significado. No obstante ninguna de estas dos entidades puede considerarse como independiente y autónoma, tampoco tomadas por separado pueden brindarnos ayuda para aclarar la verdadera función del signo, ni elucidar cuál es el verdadero funcionamiento del lenguaje. Respecto a esto es necesario ir aún más lejos: incluso mi formulación de que el signo “está compuesto de dos entidades distintas” me parece errónea, el término mismo “bipartición” es necesario reemplazarlo —como ya lo han hecho muchos— por bifacial. En realidad el signo lingüístico es un todo integral, el significante y el significado no resultan de su posible o virtual existencia afuera del signo, sino del ángulo del cual se les observa. Esto último no significa que el significante y el significado sean simples abstracciones, sin existencia real, meros productos de la investigación.
[Comentario: la corrección que señalo en este párrafo es incompleta, aunque no errónea. Lo que sucede con el signo, ocurre antes con el fonema. Es decir que tanto el fonema como el signo son unidades de dos momentos distintos, uno físico y el otro mental. Más adelante indico con mayor detalle lo que sucede en el fonema. Además en la parte final del párrafo anterior dejo suponer que lo preponderante es el “punto de vista” o “ángulo”, en realidad el punto de vista de toda investigación lingüística tiene que coincidir con su objeto y con la función que éste cumple en la sociedad.] 
Creo estar al unísono con muchos si afirmo que el signo es una relación humana, aunque en realidad sea un paquete de relaciones. El signo se sitúa en el centro de la instancia enunciativa. Esta comprende a los hablantes, al contenido de lo que se dice y el medio de comunicación utilizado.

En el centro, jugando un papel fundamental, se encuentra la manifestación material de la actividad articulatoria. No es para complicar la nota que nombro de esta manera a los sonidos (vibraciones sonoras). Más adelante se verá el papel que juegan las actividades articulatoria y auditiva.

Los diferentes sonidos de los hombres en tanto que tales son el producto de la actividad articulatoria de individuos diferentes, son el resultado de articulaciones diferenciadas por su carácter individual: la voz es una de las características más personales de los hombres. En las características de la voz interfieren el grosor muscular de las cuerdas bucales, de la garganta, el grandor de las diferentes cavidades de resonancia, etc.

La voz en tanto que sonido, mientras no ha recibido una determinación formal, es completamente indiferente (ajena) al lenguaje.

Román Jacobson nos dice en “Lenguaje infantil y afasia” (pág. 31-32) que: “Un niño es capaz de articular en su balbuceo una suma de sonidos que nunca se encuentran reunidos a la vez en una sola lengua: consonantes con puntos de articulación variadísimos, palatales, redondeadas, silbantes africadas, clics, vocales complejas, diptongos, etc. Según observadores con formación fonética, y como lo resume perfectamente Gregoire (...), el niño es, en la cumbre de su período de balbuceo, “capaz de producir todos los sonidos imaginables”. Pero todos son indiferentes, ajenos al lenguaje, pues aún no están dotados de una determinación formal.

Esta determinación es una relación particular entre los participantes del acto comunicativo que se manifiesta en los fonemas. Y lo que va a contar para los hablantes, como para la lingüística, ya no es el sonido en tanto que fenómeno físico natural, sino en tanto que determinación formal.

El sonido entra en el ámbito lingüístico cuando ha recibido una determinación formal, constituyendo entonces la base material a través de la cual se manifiesta de manera inmediata una relación lingüística determinada: el fonema (más ampliamente el significante). Esta determinación es la capacidad que tienen los fonemas para cada miembro de una comunidad lingüística, de darle consistencia sonora a las formas lingüísticas y de diferenciarlas entre sí.

[Comentario: Arriba he dicho que en “el centro, jugando un papel fundamental, se encuentra la manifestación material de la actividad articulatoria”. Pero igualmente central es la actividad mental que reconoce ciertos rasgos particulares del sonido en cuestión, del producto de la actividad articularia. Sin este reconocimiento el sonido no llega a ser fonema. Ambas actividades, la articularia y la mental, se determinan mutuamente, son los dos momentos que constituyen la unidad, el fonema. El reconocer es una actividad imprescindible, es ella la que vuelve al sonido, uniéndose a él, en fonema. La forma está en el sonido, pero adquiere sentido a través del reconocimiento que operan los hablantes, este reconocimiento se efectúa en la emisión, como en la audición del sonido. El reconocimiento es el que determina, como perteneciente al lenguaje,  al sonido y lo vuelve forma lingüística. Advierto que los fonemas, en el nivel fonológico aún no son significante, se vuelven significante en el nivel superior, cuando entran en actividad, a cumplir con su función de darle configuración sonora y a distinguirlas a las unidades del nivel superior. En el nivel fonológico son apenas eso, fonemas con rasgos particulares que son reconocidos como tales por la actividad mental de los hablantes.] 

Los fonemas son las unidades indivisibles de la lengua que sirven para formar signos y para distinguir sus aspectos sonoros. Tomemos el caso de la palabra ‘paso’ que está compuesta por cuatro fonemas /p/, /a/, /s/ y /o/, diferenciándose de ‘pasito’ (que tiene dos fonemas más). Cada uno de los fonemas cumple una función distintiva en la lengua, cada fonema se opone a las otras unidades sonoras de la lengua presentes en otros signos. Los aspectos sonoros de las formas verbales se distinguirán mutuamente en que en uno encontraremos una unidad sonora (fonema) y en el otro, otra, opuesta a la primera: ‘paso’ /p/ /aso/, ‘vaso’ /b/ /aso/, ‘caso’ /k/ /aso/, etc. Al efectuar esta operación, de intercambiar los sonidos y al constatar que existe un cambio de sentido, podemos afirmar que estamos ante un fonema.

El significante es el sonido ya no en su totalidad, en su modo de existencia inmediata, particular y natural, individualizada, sino el sonido vuelto forma, el sonido que se ha vuelto la materia propia del lenguaje.

En tanto que fonemas, los sonidos son el producto de una fonación indiferenciada, es decir una articulación en la que desaparecen todas las características individuales de los hablantes. La articulación que emite fonemas es una articulación general (abstracta). Aquí de algún modo nos referimos a una afirmación de F. De Saussure en su “Curso” (pág. 26): “La cuestión del aparato bucal es pues secundario en el problema del lenguaje”. Observemos, de pasada, que secundario no significa sin importancia.

Me refiero, además de la infinita multiplicidad de aparatos bucales diferentes entre sí y por ende a la misma multiplicidad de articulaciones concretas, también a la posibilidad (actual) de producir y reproducir fonemas afuera de la fisionomía humana: todo tipo artificial de reproducción e imitación de la voz humana (discos de toda clase, bandas magnéticas, vibraciones sonoras obtenidas eléctricamente, etc.).

La determinación formal que constituye el fonema vuelve iguales a todas las voces, in-diferenciándolas, confiriéndoles un carácter social. Me refiero al hecho de que poco importa si es una mujer o un hombre quien habla, o un niño, un anciano o un joven, un barítono, un tenor, una soprano, un hombre rico o pobre, sabio o ignorante, hable en voz alta o en susurros, etc. Lo que importa son los rasgos diacríticos de los fonemas. Es la presencia de estos rasgos, reconocidos como tales por los hablantes, que vuelve al producto de la fonación en un fonema.

[Comentario: estos rasgos deben ser reconocidos como propios de un fonema por los hablantes. Es decir que no basta pues emitir un sonido, sino que tiene que ser reconocido por el oyente como teniendo cierta calidad, cierta identidad. Esto significa que el fonema tiene también una disposición, un límite que de suyo lo opone a otros.]

En lo que concierne a los participantes del acto de comunicación, de manera personal, todas las características arriba enumeradas pueden tener suma importancia e interferir fuertemente en todos los aspectos concretos del acto de comunicación.

La fonación que emite fonemas debe de cumplir con otro requisito. La fonación tiene que ser parte de un acto de comunicación en una lengua determinada. En efecto no basta con que un sonido tenga tal o cual configuración, tales o cuales rasgos, además tiene que pertenecer a un sistema determinado. F. de Saussure expresa esto de manera un tanto paradójica: “Chaque idiome compose ses mots sur la base d’un système d’éléments sonores dont chacun forme une unité nettement délimitée et dont le nombre est parfaitement déterminé. Or ce qui les caractérise, ce n’est pas, comme on pourrait le croire, leur qualité propre et positive, mais simplement le fait qu’ils ne se confondent pas entre eux. Le phonèmes sont avant tout des entités oppositives, relatives et négatives» (CGL, p. 164). (« Cada idioma compone sus palabras sobre la base de un sistema de elementos sonoros, cada uno de los cuales forma una unidad netamente delimitada, y cuyo número está perfectamente determinado. Ahora bien, lo que les caracteriza no es, como podría pensarse, su cualidad propia y positiva, sino simplemente el hecho de que no se confunden entre sí. Los fonemas son, ante todo, entidades opositivas, relativas y negativas”, CGL, Akal Editor, Madrid, 1980, traducción de Mauro Armiño).

[Comentario: La forma paradójica de Saussure reside en que se va por la unilateralidad, pues para que exista y funcionen las diferencias y exista la posibilidad de las oposiciones no se puede dejar de lado la identidad propia de cada fonema. Es en sí que cada fonema contiene al otro, en su determinidad.]

Para poder cumplir con su función de darle a cada forma verbal su propia configuración y diferenciarla de las otras, los fonemas deben tener su propia configuración, sus propiedades y a partir de ello ser distintos, diferenciarse entre sí. La función distintiva de los fonemas reposa en su carácter determinado. Cada fonema se determina oponiéndose a todos y cada uno del resto de fonemas de una lengua dada. Sin embargo al mismo tiempo para que el sistema funcione necesariamente las oposiciones tienen que ser constantes y esta constancia (permanencia) reposa en las propiedades intrínsecas de cada fonema, en su propia identidad.

Al incluir obligatoriamente la fonación en el acto de comunicación, además de señalar su diferencia entre sí, deseo indicar también que la audición oye fonemas, que los percibe en la infinita diversidad de las voces humanas. El fonema es una fonación determinada que produce un sonido con rasgos distintivos propios que se opone a otros y que es percibido (reconocido) como tal por la audición. Se trata de un saber complejo, dual, un saber de emisión y audición.

Por consiguiente el significante es materia lingüísticamente configurada, es materia y forma o forma y materia. Algunos insisten en que el fonema no es materia (substancia), en que es forma pura o mera forma. Como se puede concluir por lo que he expuesto, para mí (no solamente para mí, hay eminentes lingüistas que no excluyen la materia de la lengua) el fonema es materia configurada, es materia que se ha vuelto forma. Dicho de otra manera: el fonema es sonido (materia) que tiene una forma determinada. Lo he dicho arriba y en esto sigo a la doctrina actual del signo lingüístico, para los hablantes lo que cuenta no es la totalidad del sonido, sino aquellos rasgos que lo vuelven una relación lingüística, rasgos relevantes no desde el punto de vista fonético, sino desde su capacidad para diferenciar los signos entre sí y como partes constitutivas y constituyentes del signo.


20 enero 2016

Entramos en un túnel

Lo que estamos viviendo ahora en El Salvador no es un simple resultado de los Acuerdos de Paz, ni siquiera de todo el período de la guerra. Muchos aspectos provienen de mucho más lejos y otros surgen de nuestra historia inmediata. En realidad, lo que se plasmó en los documentos no refleja tampoco la verdadera situación de dicho momento. Algunos han interpretado que la guerra no la ganó nadie, que hubo un empate. Es posible que los “estados mayores” implicados concluyeran que era imposible obtener la victoria y poner en desbandada al enemigo. No obstante cabe preguntarse por el carácter mismo de la guerra que se llevó a cabo y los objetivos políticos subyacentes si se trata realmente de un empate. 
   
La guerra misma es la culminación exacerbada de una lucha política que remonta a décadas anteriores, en la que se han sucedido varias dictaduras, cada una con sus propias modalidades, pero todas negándole a las fuerzas progresistas el derecho a la existencia legal. Los opositores se veían obligados a luchar en la clandestinidad; la prisión, la tortura y el exilio eran el lote que se les destinaba. La guerra misma es una consecuencia, un resultado. La guerra se impuso como una opción final, cuya realidad se fue fraguando en medio de luchas internas en el campo popular. No voy a detallar estas luchas. Los campos que se enfrentaban divergían realmente en mucho, pues unos pensaron siempre que una democratización que permitiera una vida política, sería suficiente para cambiar el poder y permitir las transformaciones que extirparían al país de toda la miseria social acumulada. Los otros estaban convencidos de la necesidad de derrotar a las fuerzas en el poder, ejército y oligarquía, para poder cambiar las injustas estructuras sociales existentes. Nadie se sorprenda que hable del ejército como fuerza en el poder, pues desde 1944 los partidos políticos de la derecha servían de testaferros del verdadero partido político, el ejército. Las tandas comenzaron su existencia entonces.
En la precaria vida política existente de los años cincuenta y sesenta surgió el primer partido político de la derecha, la Democracia Cristiana, el partido PCN se consolidó como partido político civil apenas después de perder su supremacía. En la izquierda aparecían partidos que servían de fachadas legales al Partido Comunista, que era el único partido de izquierda hasta la aparición de la social-democracia de Guillermo Manuel Ungo. Todos los intentos de asumir el poder por la vía electoral fueron frustrados por el fraude masivo y la amenaza permanente del golpe de Estado, que se hizo efectivo varias veces. Al lado y en pugna con estos intentos surgieron grupos armados. Estos grupos no tenían la misma ideología, ni las mismas tácticas y estrategias. Ambas fuerzas no obstante se fueron consolidando, perturbando en gran parte los objetivos de las fuerzas electoreras de entonces. Todos tenemos en mente la aparición del tercer grupo armado, después del asesinato de Roque Dalton García y otros miembros del ERP. También tenemos presente la actitud del PC de El Salvador que optó por una política de denigramiento contra los grupos armados y los acusaba de banditismo usando el mismo lenguaje de la dictadura.
Lo que acabo de escribir no es ni siquiera un brochazo de la historia de esta época, es apenas una pincelada somera. Sin embargo de esto se puede deducir que la guerra tenía a sus inicios como objetivo cambios radicales en las estructuras sociales del país. Estos objetivos fueron cambiados con el correr mismo de la guerra y la correlación de fuerzas de las dos tendencias existentes en la izquierda. Ganaron las fuerzas reformistas y se conformaron con una vuelta a la vida civil transformada en la que hubiera posibilidad de participar en el “juego electoral”. Los cambios estructurales pasaron a segundo plano, como un objetivo de largo plazo.
Al declarar imposible la victoria los dirigentes del FMLN abandonaban el objetivo de asumir el poder para transformar la sociedad. Es decir el empate no es tal, pues los que estaban en el poder seguían en él, hubo es cierto concesiones, cierta depuración en los órganos represivos del Estado, pero al mismo tiempo con la imposibilidad de juicio por la amnistía que se otorgaron. La represión brutal que venía sufriendo el pueblo desde que se abrió el período de las dictaduras, 1932, desapareció, aunque no del todo. Incluso durante los gobiernos areneros hubo capturas y raptos ilegales, incluso durante el último año del gobierno de Saca hubo casos de abierta represión, algunos asesinatos de activistas de movimientos ecologistas.
Aceptar las reglas del juego era obligatoriamente una condición para ser aceptados en tanto que partido político, es lo que sucedió. Hay aquí un hecho político mayor, desde el inicio de este largo período de dictaduras se abre la posibilidad de ejercer los derechos políticos que ofrece el régimen burgués. Esto significa el cierre de ese largo período y surge otro que es el que estamos viviendo. En la derecha la nostalgia del período anterior predomina, el lenguaje que usa de prepotencia, de dueños indiscutibles del poder y del país se mantiene. Se sigue cultivando el odio. Es cierto que esto último existe en ambos campos. A pesar de que es obvia la convivencia aceptada y también la connivencia en las esferas del poder.
Aceptar las reglas del juego se transformó en la aceptación total y sin ambages de las estructuras sociales y de la ley fundamental del sistema económico vigente, el fundamento de la sociedad es la propiedad privada de los medios de producción, el objetivo de la economía es producir mayores ganancias para la clase dominante.
Estas estructuras socio-económicas siguen intactas, esencialmente son las mismas que las del período anterior. La pobreza es estructural, más del 70% de la población es pobre según los criterios de organismos internacionales, la concentración de las riquezas en pocas manos sigue agravándose, los niveles de vida no se mejoran para las grandes mayorías, las fuerzas de trabajo son súper-explotadas y subutilizadas, la precariedad es lo que domina en todos los ámbitos de la vida social.
La aceptación de la realidad por el partido FMLN se ha venido ocultando tras un lenguaje que no corresponde a la realidad de sus verdaderas posiciones, a veces es de una violencia verbal que no es compatible con la pasividad en el terreno de las luchas sociales, que fueron abandonadas por completo. Esto se ha agravado con la ascensión al poder político del FMLN. El partido y el gobierno adormecen a los trabajadores, sugiriendo que ellos poco a poco van a resolver desde arriba todos los problemas sociales. La realidad desmiente este discurso. El FMLN hace público su propósito de instaurar un socialismo auténtico y adecuado a nuestra realidad, pero mantiene en secreto los detalles y las estrategias con las que pretende llevar a cabo sus objetivos. Por el momento, nada cambia substancialmente. Incluso algunos aspectos como la inseguridad y la criminalidad alcanzan niveles monstruosos. Es este fenómeno que carcome la vida social de toda la nación. El discurso lenificativo de los encargados de combatir el crimen, la negación de la realidad, los zigzagueos en la política contra las maras, ha conducido a que la gran mayoría sienta miedo y considere la violencia de los mareros como su principal preocupación.
Por supuesto que no se puede culpar al actual gobierno, ni al anterior, en exclusivo, de la responsabilidad de esta situación de inseguridad. Esta apareció justamente casi inmediatamente después de la firma de los Acuerdos. Se acudió entonces como única solución a la represión. La derecha no puede tener otra opción. Prevenir implica ocuparse de otros problemas sociales, como son el desempleo, la precariedad de las instituciones educativas, la precariedad en la vida de los barrios, la ausencia de muchos servicios en la mayoría de las zonas rurales y marginales urbanas. Prevenir implica llevar una política que saque de la miseria a las grandes mayorías. La violencia de las maras creció y se enraizó durante los gobiernos areneros.
El gobierno de Funes siguió por el mismo camino, aunque trató un pacto con la tregua, no obstante esta mala jugada sirvió para que las bandas se estructuraran mejor y se forjaran un argumentario justificativo de su actuación. La ambivalencia de esto lleva a que se hable de guerra, de terrorismo, incluso hay algunos que los consideran como posible fuerza política. La derecha olvida por completo su propia responsabilidad y ataca al gobierno actual por lo que ellos no quisieron combatir cuando estaba surgiendo apenas. El gobierno parece que es el único que cree en sus mentiras: “la violencia es un falso problema, retrocede y la estamos combatiendo eficazmente”.
Salimos pues de la guerra y nos adentramos en un largo túnel oscuro, en el que no hay ventanas a través de las cuales aparezcan los posibles horizontes. Hay franjas minoritarias de la población que se han dado cuenta que ir a votar por el menos peor no basta. Esperemos que el topo de la astuta historia no tarde en surgir a la superficie y nos entregue sorpresas con nuevas fuerzas políticas y nuevas formas de lucha. Por el momento, apenas se ven embriones, que algunos quieren que sean de inmediato poderosas ciebas.