Cuando la
crisis del sistema capitalista se vuelve cada vez más acuciante, la
clase dominante cierra sus filas y los ideólogos multiplican esfuerzos para que las víctimas del sistema acepten su
“racionalidad” y “naturalidad” y consientan la dominación.
La crisis que sacude a nuestro país se manifiesta prioritariamente
en el campo político y social, dejando en segundo plano, casi oculto
el campo económico. No obstante sabemos que lo fundamental reside en
las relaciones de producción. Todos sabemos también que en estas
últimas décadas el movimiento popular y revolucionario ha sufrido
un derrumbe, la consciencia de clase ha quedado hecha trizas y en
estos momentos se ha quedado sin organización política.
El lento,
paulatino, aunque inexorable viraje hacia la derecha del FMLN marca
de forma contundente la victoria de la clase dominante (la
oligarquía). Puede parecer paradójico que esta victoria se haya
dado en los momentos en que el principal partido de derecha perdió
las riendas del Ejecutivo y también de alguna manera su hegemonía
parlamentaria. Los otros partidos de derecha para seguir existiendo
no han tenido empacho alguno para aliarse al expartido rebelde y
guerrillero. Se sabe también que más allá de las cosméticas
medidas sociales adoptadas por el prófugo expresidente Funes, el
FMLN, en ambos períodos, ha ejecutado una política gubernamental
continuista de lo que antes hizo el partido ARENA.
Este partido
tuvo un lento desgaste en el poder, el del FMLN ha sido fulgurante
provocando en la opinión un rechazo al mundillo político en su
totalidad. Este rechazo es el rasgo preponderante de la crisis actual
del sistema. Como dije arriba este rechazo cubre con creces la crisis
de nuestro sistema económico incapaz de asegurar el más mínimo
desarrollo al país y todo el cuerpo social se hunde en un pantano de
problemas socio-económicos (bajo nivel de vida, desempleo,
subempleo, miseria en algunos casos, acoso y crímenes de parte de
las pandillas, bajos niveles educacionales y culturales, etc.). Este
rechazo ha recibido la abreviación de “rechazo al bipartidismo”.
La ideología ha hecho de este fenómeno el principal culpable de la
crisis, la más grave enfermedad de nuestro sistema político. El
resumen es enorme y es este punto el que ha impulsado al proscenio
político a Nayib Bukele.
Por el
momento todo parece ir por los buenos rieles para este especialista
en publicidad, todo el sistema de propaganda ideológica se ha ido
plegando a las exigencias de la publicidad, todo se ha vuelto
mercancía y todo se vende envuelto y por la imagen que entregan
buenas campañas publicitarias. Hoy Eugenio Chicas incriminaba a la
ausencia de publicidad en favor de los logros del gobierno y de la
actividad de su partido el abisal desprestigio que gozan ahora el
gobierno y el partido oficial. Este rechazo del bipartidismo crea al
mismo tiempo un vacío o mejor dicho un terreno que ocupar, este
terreno es el que ahora acapara Nayib Bukele.
La imagen
que se vende es la del paladín de la honradez y sobre todo el de un
caudillo, la de un líder popular, la de un hombre providencial que
desde su altura habla directamente al pueblo.
Bukele se presenta como el portador exclusivo del rechazo al
bipartidismo y en eso coincide totalmente con el pueblo
al que se dirige directamente y le promete encarnar lo mejor que
pueda ese rechazo. Esta identificación del personaje y el pueblo
es uno de los pilares de su propaganda. Para obtener esta identidad
se han usado todos los resortes psico-sociológicos y retóricos del
populismo. El caudillo encarna las aspiracione populares, estas no
son ni siquiera enumeradas, se concentran en el rechazo al
bipartidismo, al que se le imputan todos los males de nuestra
sociedad. Bukele y sus “nuevas ideas” cumplen holgadamente los
objetivos de ocultación de la verdadera crisis que atraviesa el
país.
Bukele se
presenta como el que va a sanar el sufrimiento que padece la gente
por el engaño sufrido de parte de los dos partidos corruptos e
infieles a sus promesas, el sufrimiento social y económico es
cierto, pero no se reduce al rechazo del bipartidismo, este
sufrimiento tiene otra causa: la confiscación de la plusvalía por
parte de la oligarquía. Pero el cuerpo social al perder su
consciencia de clase, el proletariado que antes se propuso cambiar la
sociedad, exige ahora apenas reparación de las ofensas de la
traición, del no cumplimiento de lo que se esperaba de los
gobiernos. Se trata pues de un simple resentimiento en busca de un
objeto.
El objeto ya
fue encontrado y Bukele se lo ha apropiado y se lo ofrece al sufrido
pueblo en la bandeja
publicitaria: el bipartidismo. Antes se trataba de sacar a ARENA del
poder e iniciar los cambios prometidos. Bukele apenas nos promete
suplantar a ambos partidos. Y como el caudillo encarna al pueblo
nos encontramos de pronto, con estas “nuevas ideas” populistas,
en la situación del cumplimiento democrático de llevar en solo
hombre al pueblo al
poder para salvar a la patria del bipartidismo.
Aquí vemos
pues hasta que nivel tan bajo ha llegado el movimiento social, muchos
exmilitantes del FMLN acuden a portar en ancas publicitarias a Nayib
Bukele sin poner mientes en la vacuidad social de la propuesta del
nuevo salvador nacional. Ya no hay objetivos sociales, ya no hay
exigencias de reformas, ya no hay lucha emancipadora de las clases
oprimidas. Hay algunos que se llenan de paciencia y de indulgencia
que les importa poco que sea el mismo Nayib Bukele que se haya
propuesto como el candidato del pueblo, que no admita la menor
oposición a este postulado electoral. Incluso todo se puede
discutir, todo tipo de propuestas son esperadas y alentadas, poco
importa de dónde vengan, pero hay una sola cosa que no se puede
cuestionar: la candidatura y el liderazgo de Nayib Bukele.
Se trata de
una situación paradójica, de un régimen de partidos políticos que
es el que consagra la actual constitución, los exrevolucionarios que
adhieren al “movimiento sin ideas” de Bukele no les importa ir a
un régimen personal, caudillista, de culto de una persona. No
obstante como de aquí a las elecciones no va a haber ninguna reforma
constitucional que instituya otro tipo de régimen, pues las “nuevas
ideas” van a tener que enmarcarse dentro de un partido político.
Sorprende justamente que se prefiera hablar de un movimiento y no de
un partido político, tal vez sea que se prefiere lo amorfo y sin
obligaciones estatutarias hasta que llegue en el calendario la
obligación de constituir un partido, que se formará a las carreras,
sin tiempo de reflexión y con el único objetivo de presentar un
candidato ya designado muy “democráticamente”.
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